segunda-feira, 19 de outubro de 2009

PAULO DA CRUZ, Santo (e outros) - 19 de Outubro

Paulo da Cruz, Santo
O místico do Calvário, 19 de Outubro

Pablo de la Cruz, Santo

Paulo da Cruz, Santo

O místico do Calvário

Martirológio Romano: São Pablo de la Cruz, presbítero, que desde sua juventude se destacou por sua vida penitente, seu zelo ardente e sua singular caridade para com Cristo crucificado, a que via nos pobres e enfermos. Fundou a Congregação dos Clérigos Regulares da Cruz e da Paixão de Nosso Senhor Jesus Cristo. (1775)
Etimologicamente: Pablo = Aquele que é pequeno ou débil, é de origem latina.

No dia 3 de Janeiro de 1694 na pequena cidade Ovada, perto de Alexandria. ao norte de Itália, nasceu Pablo Francisco Danei Massari. É o século XVIII, também chamado "século das luzes" pois, em geral, se pensava que a inteligência humana é a única autoridade e que a fé e a revelação são um obstáculo ao desenvolvimento da humanidade.
Pablo vivió su niñez en un hogar auténticamente cristiano, desde el cual experimentó las alegrías y los sufrimientos de la vida: de 16 hijos del matrimonio Lucas Danei y Ana María Massari sólo sobrevivieron 6. No faltaron también las dificultades económicas, por lo que la familia tuvo que cambiar continuamente de domicilio en busca del trabajo. Pablo, quien desde muy pronto debió ayudar a su padre, no pudo asistir con regularidad a la escuela.
El gran testimonio de la fe cristiana de Ana Maria -su madre- ejerció gran influencia en la educación religiosa de Pablo, a la que éste correspondió con una respuesta generosa.
A los 19 años, en 1713, el joven Pablo tomó la primera gran decisión de su vida. La predicación de un sacerdote o una charla espiritual con él le impresionó de tal forma que, profundamente emocionado y arrepentido, hizo confesión general de sus pecados y decidió consagrar su vida a Dios de un modo más radical y absoluto. Él mismo llamará después a este momento su "conversión a penitencia ".
Años más tarde, cuando en 1716 el Papa Clemente XI invitó a la cristiandad a una cruzada contra los turcos, Pablo creyó oír en esto la voz de Dios, pues quería morir mártir y se alistó voluntario, pasando algún tiempo en cuarteles y campamentos. Convencido de que éste no era el servicio que Dios le pedía, regresó a la casa de sus padres a quienes siguió ayudando en sus necesidades, dedicaba muchas horas a la oración, participaba diariamente en la misa y se entregaba a duras penitencias.
Pablo Francisco tenía 26 años sus hermanos habían crecido y sus padres no necesitaban tanto de su de ayuda. Por este tiempo, sintió la llamada de Dios a fundar una orden religiosa: "... sentí mi corazón movido por el deseo de retirarme a la soledad; ... me vino la inspiración de llevar una túnica, de andar descalzo, vivir en estrechísima pobreza y llevar, con la gracia de Dios, vida de penitencia; ...me vino la inspiración de reunir compañeros para vivir con ellos promoviendo en las almas el santo temor de Dios; me vi en espíritu vestido de una túnica negra, con una cruz blanca sobre el pecho, y bajo la cruz escrito el nombre santísimo de Jesús con
letras blancas...
El 22 de noviembre de 1720 Pablo se despidió de su familia y se dirigió a su obispo, Mons. Gattinara, en Alejandría. Este, en una ceremonia sencilla y en su capilla privada, revistió a Pablo de la Cruz con el hábito negro de ermitaño. Las seis semanas siguientes del 23 de noviembre de 1720 al 1 de 1721, las vivió en el trastero de la sacristía de la Iglesia de San Carlos, de Castellazzo, en las más precarias condiciones de alojamiento. Son como los ejercicios espirituales preparatorios para su misión de ermitaño y fundador . En adelante su apellido será "de la Cruz".
Por orden de su obispo, Pablo de la Cruz consigna por escrito los sentimientos y vivencias interiores de esos días en un "Diario espiritual". En él vemos a qué grado de oración ha llegado ya, así como las grandes líneas de la doctrina espiritual que vivirá y enseñará durante los 55 años siguientes. En las anotaciones del primer día aparece ya la idea fundamental y programática de toda su vida: "No deseo saber otra cosa ni quiero gustar consuelo alguno; sólo deseo estar crucificado con Jesús ".
Acabados estos días el Pablo de la Cruz pasó los meses siguientes en distintas ermitas de las cercanías viviendo en soledad; daba catecismo a los niños en los lugares vecinos, predicaba los domingos e incluso dio una misión. Quiso ir a Roma para pedir personalmente al Papa le aprobara las Reglas de la nueva Orden religiosa, misma que escribió durante los 40 días de Castellazzo. En Septiembre de 1721 se dirigió a Roma, pero sufrió una gran desilusión. Es rechazado por los guardias de Papa con palabras no muy amables. Aunque profundamente decepcionado, no se desanimó. En la Basílica María la Mayor hizo un voto especial: “dedicarse a promover en los fieles la devoción a la Pasión de Cristo y empeñarse en reunir compañeros para hacer esto mismo”.
A su vuelta a Castellazzo, se les unió su hermano Juan Bautista que, lleno de los mismos ideales, fue hasta su muerte en 1765 el compañero fiel de Pablo. Durante los años siguientes vemos a los dos experimentar la Regla pasionista en diferentes ermitas y colaborando con las parroquias vecinas mediante el catecismo y la predicación.
Tras la etapa eremítica Pablo de la Cruz creyó necesario que él y su hermano vivieran en Roma para conseguir de la Santa Sede la aprobación de las Reglas; por eso prestaron sus servicios en el Hospital de San Gallicano cuyo Director les aconsejó hacerse sacerdotes. Después de un breve curso de Teología pastoral, en junio de 1727 los dos hermanos Danei fueron ordenados sacerdotes en la Basílica de San Pedro por el Papa Benedicto XIII.
Siguiendo su gran impulso a vivir en la soledad y a reunir más compañeros formando la primera comunidad los dos hermanos se dirigieron al Monte Argentario, unos 150 Kilómetros al norte de Roma, junto a la costa. Ahí vivieron en una pequeña ermita. El aumento de candidatos hizo pequeño el local, y construyeron el primer convento de la naciente Congregación, el cual, por innumerables dificultades, fue inaugurado hasta 1737.
Pero faltaba todavía la aprobación de las Reglas o Una comisión de cardenales nombrada para su estudio suavizó algo su gran austeridad, y en mayo de 1741 fueron aprobadas por Benedicto XIV; habían transcurrido 21 años desde que fueron escritas el nombre de la nueva orden religiosa sería: ”Congregación de la Santísima cruz y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo”, título que expresaba claramente su peculiaridad en la Iglesia. Los Religiosos Pasionistas anunciarán por todas partes el misterio de la Cruz y Pasión de Jesucristo a lo cual se obligarían por el voto específico.
Pablo de la Cruz encontró el sentido completo de su existencia en la Memoria de Jesús Crucificado, quien dio su vida por todos nosotros (Jn 3,16). En su asidua contemplación del crucificado, Pablo encontró un camino de acceso al misterio de Dios que es vida y amor, y que desea destruir el peso del pecado y del sufrimiento. Él descubrió que Dios está más cerca de los pobres, de los que no tienen nada, y sintió la urgencia de salir a su encuentro para esto: voz anunciarles al Dios de la vida.
Fundó la Congregación de la Pasión con la esperanza de que continuara haciendo presente al Crucificado, que pronuncia su juicio sobre el pecado del mundo, que es la causa de la injusticia y del sufrimiento de muchos hermanos y hermanas, y hace al hombre capaz de amar de un modo nuevo. Quiso que la Congregación fuera un signo humilde del grande Amor de Dios.
A lo largo de su vida -murió a los 82 años-, Pablo de la Cruz fundó 11 conventos. En 1771, el santo, ya anciano, inauguró el primer monasterio de religiosas pasionistas de clausura, que vivirían el mismo espíritu según la Regla escrita también por él.
Además de fundador, Pablo de la Cruz, fue predicador de misiones populares y gran director espiritual. Poseía cualidades muy especiales para esto: voz potente, agradable presencia física, dotes retóricas extraordinarias. Pero lo que más impactaba de él era su testimonio de íntima unión con Dios, su devoción y su santidad.
Por su gran actividad apostólica -200 misiones y 80 tandas de ejercicios espirituales- mantuvo contacto con gran número de personas que solicitaban su consejo en la vida espiritual, a quienes él sirvió especialmente por correspondencia.
El 18 de octubre de 1775 pasó Pablo a la Casa del Padre con una muerte tranquila y santa en el convento de los Santos Juan y Pablo en Roma. Así terminaba su larga vida de trabajos y sufrimientos por Cristo y por el prójimo. Fue beatificado por Pío IX el 1 de mayo de 1853; fue canonizado por el Papa el 29 de junio de 1867.


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19 de Outubro

San Pablo de la Cruz
Fundador
Ano 1775

Que São Paulo da Cruz nos obtenha do céu a graça de meditar com frequência na Paixão e Morte de Jesus e assim amar muito e sempre mais a nosso amável Redentor.

São Paulo da Cruz é o fundador dos Padres Pasionistas (Paixonistas), nasceu em Génova (Itália) em 1684.

Quando era menino, cada vez que lhe chegava algum sofrimento especial, a mamã lhe mostrava um crucifixo e lhe recordava que Jesus ofereceu seus sofrimentos por nós, e que também nós devemos oferecer por Ele o que sofremos. Assim o foi entusiasmando pela Paixão de Cristo.

Seu padre le leía de vez en cuando el libro de vidas de Santos, y esto lo animaba mucho a ser mejor. Aquel buen hombre avisaba también continuamente a su hijo acerca de lo peligroso y dañino que es juntarse con malas compañías. Así lo libró de muchos males y peligros.

A los 15 años oyó un emocionante sermón acerca de esta frase de Jesús: "Si no se convierten y no hacen penitencia, todos perecerán". En esa fecha hizo una confesión general de toda su vida y desde aquel día empezó a dormir en el duro suelo, a ayunar, a dedicar varias horas de la noche a rezar y a leer libros piadosos. Luego organizó con algunos de sus compañeros una asociación de jóvenes para ayudar a los demás con sus palabras y buenos ejemplos a ser mejores. Varios de esos muchachos se hicieron religiosos después.

Se alistó en el ejército del Sumo Pontífice para defender la religión, pero después de un año se dio cuenta que no tenía vocación para militar. Luego rechazó unos negocios muy prometedores que le ofrecían y un matrimonio muy brillante que se le presentaba. Se quedó por varios años en la casa de sus padres dedicado a la oración, a la meditación y a practicar la caridad hacia los pobres.

En 1720 vio que en sueños le mostraban una sotana negra con un corazón y una cruz blanca y el nombre de Jesús. Era como un aviso del hábito o distintivo que debería dar a sus religiosos. Después en una visión oyó a la Sma. Virgen que le aconsejaba fundar una comunidad que se dedicara a amar y hacer amar la Santísima Pasión de Jesucristo. Pablo presentó estos mensajes por escrito al Sr. Obispo y a su director espiritual. Ambos, conociendo la vida heroica de virtud y oración que el joven había llevado desde niño, reconocieron que se trataba realmente de una vocación señalada por Dios. Y el Sr. Obispo le dio a Pablo la sotana negra con el corazón blanco y la cruz sobre el pecho.

Pablo se retiró durante 40 días a redactar los Reglamentos de la nueva comunidad, en una húmeda habitación junto a una sacristía, donde vivió todo ese tiempo a pan y agua y durmiendo por la noche en un lecho de paja. Esos Reglamentos son los que han seguido siempre sus religiosos. Luego se dedicó a ayudar a los sacerdotes a dar clases de catecismo, y a predicar misiones populares con gran éxito.

Los primeros candidatos que se presentaron pidiendo ser admitidos en la nueva Congregación, encontraron demasiado duro el Reglamento y se retiraron. Mientras tanto San Pablo de la Cruz y un compañero suyo viajaban por los pueblos predicando misiones y obteniendo muchas conversiones.

San Pablo de la CruzEl Papa Benedicto XIV aprobó los Reglamento, pero suavizándolos un poco, y entonces empezaron a llegar novicios, y pronto tuvo ya tres casas de religiosos pasionistas.

En todas las ciudades y pueblos a donde llegaba predicaba acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo. A veces se presentaba con una corona de espinas en la cabeza. Siempre llevaba en la mano una cruz, y con los brazos extendidos, el santo hablaba de los sufrimientos de Nuestro Señor, en forma que conmovía aun a los más duros e indiferentes. A veces, cuando el público no demostraba conversión, se azotaba violentamente delante de todos, por los pecados del pueblo, de modo que hacía llorar hasta a los soldados y a los bandoleros.

Un oficial que asistió a algunos de sus sermones decía: "Yo he estado en muchas batallas, sin sentir el mínimo miedo al oír el estallido de los cañones. Pero cuando este padre predica me hace temblar de pies a cabeza". Es que Dios le había dado la eficacia de la palabra y el Espíritu Santo le concedía la gracia de conmover los corazones.

En los sermones era duro e intransigente para no dejar que los pecadores vivieran en paz con sus vicios y pecados, pero luego en la confesión era compresivo y amable, invitándolos a hacer buenos propósitos, animándolos a cambiar de vida, y aconsejándoles medios prácticos para perseverar siendo buenos cristianos, y portándose bien.

Dios colmó a San Pablo de la Cruz con dones extraordinarios. A muchas personas les anunció cosas que les iban a suceder en el futuro. Curó a innumerables enfermos. Estando a grandes distancias, de pronto se aparecía a alguno para darle algún aviso de importancia, y desaparecía inmediatamente. Rechazaba toda muestra de veneración que quisieran darle, pero las gentes se apretujaban junto a él y hasta le quitaban pedacitos de su sotana para llevarlos como reliquias y recuerdos.

Con su hermano Juan Bautista trabajaron siempre juntos predicando misiones, enseñando catecismo y atendiendo pobres. Como ambos eran sacerdotes, se confesaban el uno con el otro y se corregían en todo lo necesario. Solamente una vez tuvieron un pequeño disgusto y fue cuando un día Juan Bautista se atrevió a decirle a Pablo que lo consideraba un hombre verdaderamente virtuoso. El santo se disgustó y le prohibió hablarle por tres días. Al tercer día Juan Bautista le pidió perdón de rodillas y siguieron siendo buenos amigos como antes.

En 1771 fundó la comunidad de Hermanas Pasionistas que se dedican también a amar y hacer amar la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.

En 1772 sintiéndose muy enfermo mandó pedir al Papa su bendición para morir en paz. Pero el Sumo Pontífice le respondió que la Iglesia necesitaba que viviera unos años más. Entonces se mejoró y vivió otros tres años.

Sua morte ocorreu em 18 de Outubro de 1775 quando tinha oitenta anos. Antes de cem anos (1867) foi declarado santo.

António Daniel, Santo
Mártir, 19 Outubro

Antonio Daniel, Santo

Antonio Daniel, Santo

Nascido em Dieppe, na Normandia, em 27 de Maio de 1601.
Depois de estudar dois anos de filosofia e um ano de leis, ingressou na Sociedade de Jesus em Roma, 1, Octubre, 1621.

Enviado para o Canadá em 1633 ele se acantonou primeiro no Cabo Bretão, onde seu irmão Captain Daniel havia estabelecido um forte francês em 1629. Durante dois anos ele teve a seu cargo em Quebec uma escola para as crianças índias. 
No verão de 1648, os Iroquis fizeram um súbito ataque à missão enquanto a maioria dos bravos de Hurón estavam ausentes. O Padre Daniel fez todo o possível por ajudar a sua gente. Antes que as muralhas sejam escaladas ele se havia refugiado na capela, onde mulheres, crianças, e anciãos se reuniram para receber a absolvição geral e baptizou os catecúmenos. O próprio Daniel não fez nenhum esforço por escapar, pelo contrário, esperou serenamente o inimigo. Capturado pelos selvagens foi executado sob uma chuva de flechas.
Isto ocorreu em Teanaostae, perto de Hillsdale, no Condado de Limcoe, Ontário, Canadá, em 4 Julho de 1648.
Santo António Daniel foi canonizado em 26 de Junho de 1930, conjuntamente com Juan de Brébeuf,
Isaac Jogues, René Goupil, Juan de La Lande, Natal Chabanel, Gabriel Lalement y Carlos Garnier. Um grupo de "amigos no Senhor", na terra e no céu.


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Isaac Jogues, Santo
Mártir Jesuíta, 19 de Outubro

Isaac Jogues, Santo

Isaac Jogues, Santo

Sacerdote y Mártir

Etimologicamente significa “aquele a quem Deus sorri”. Vem da língua hebraica.

O HOMEM DE ORLEÃES
Isaac Jogues, nasceu em Orleães, em 10 de Janeiro de 1607, era o quinto de nove filhos. Com a idade de dez ele assistiu às escolas Jesuítas, e, quando tinha dezassete, decidiu ir para jesuíta. Uma vez aceite, entrou no noviciado de Rouen e tinha o privilégio de ser dirigido por Louis Lalemant Padre, mestre de religião e vida espiritual.
Depois de dois anos de noviciado Jogues seguiu seus estudos na Universidade de La Fle e em 1629 começou a ensinar em Rouen humanidades aos jovens franceses. Ele era um mestre cheio de êxito, porque era um humanista dotado com um notável domínio do idioma. Quatro anos depois retomou o estudo de teologia em Clermont (Paris), e, depois de três anos, ordenou-se sacerdote na capela de Clermont.
Era 1636, e Jogues se sentiu pronto para o trabalho de missionário em Nova França, um apostolado que ele havia ansiado.
Seus irmãos jesuítas haviam lançado a missão em Nova França em 1625 enquanto Jogues era ainda um noviço. Em 1626, eles haviam enviado o famoso Jean de Brebeuf a abrir outra missão entre o Hurons, 900 milhas terra adentro. Este era um apostolado muito difícil e exigente, mas Jogues desejava ir.
Dos primeiros anos de Jogues como jesuíta, o Padre Jacques Buteux, um amigo, disse: "foi amado por Nós por ser muito gentil e por estar muito atento ao nosso estilo de vida.
O jovem sacerdote jesuíta partiu de Dieppe, em 8 de Abril de 1636, e oito semanas depois sua nave deixou cair ancora na Baía de Chaleurs. Ele localizou Quebec só várias semanas depois, em 2 de Julho.


EM TERRITÓRIO HURÓN
En una carta a su madre, datado el 20 de agosto de 1636, enviado desde Three Rivers, Jogues describió su llegada, estado de salud y las impresiones iniciales. Él también agregó una breve pero importante posdata: "He recibido órdenes de estar listo para proseguir hacia la misión en territorio Hurón en dos o tres días".
El 24 de agosto, Jogues se embarcó en una canoa con cinco Hurons que habían venido a comerciar y hiban de regreso a su territorio. Sería un viaje tranquilo para el nuevo misionero con el poco familiar idioma Hurón. De hecho, este primer viaje a debe de haber sido uno de los eventos memorables en las vidas de estos o de cualesquiera otros viajeros a territorio Hurón en el futuro. Jogues nos ha dejado algunas de sus impresiones del viaje.
Mencionó que su única comida para la jornada era maíz indio, aplastó entre dos piedras y hervido en agua sin ningún aliño; durmiendo en precipicios altos a orillan del río Ottawa, al aire libre y bajo la luz de la luna; la incomodidad de viajar en una canoa atestada, sin poder cambiar de posición o estirar los músculos acalambrados; el silencio forzado por no conocer una palabra del lenguaje indigena; y las costumbres extrañas y bruscas de sus compañeros de viaje.
Había también los acarreos interminables alrededor de los rápidos y cascadas tan abundantes en el río de Ottawa. Y todavía, pese a todos los riesgos usuales del viaje, el grupo de Jogues hizo un tiempo excelente. Ellos tomaron sólo diecinueve días para cubrir una distancia que normalmente tomaba veinticinco a treinta. Jogues desembarcó de su canoa en Ihonatiria el 11 de septiembre.
Algunos años más tarde, retornando de Quebec a su misión fueron enboscados por los Iroquis, los más grandes enemigos de los Hurones, entre los pocos sobrevivientes se contaba Jogues quien terminó como prisionero.
Incluso entre los mártires Isaac Jogues es algo único, porque estubo bajo arresto algunos años de martirio antes de que le llegara la muerte con un tomahawh. En cierto sentido, nosotros podríamos decir que el martirio de Jogues duró de 1642 a 1646.
La verdadera grandeza de Jogues sólo surgió bajo la tensión de la captura y el sufrimiento increíble. Era como que si su conocidos nunca hubieran conocido la profundidad de su fe y amor hasta que fue probado en el fuego de tortura y cautiverio Iroqui. Eso ocurrió en 1642 cuando Jogues se fue tomado prisionero cerca de Sorel.
San Isaac Jogues fue canonizado el 26 de junio de 1930, conjuntamente con Juan de Brébeuf,
Natal Chabanel, René Goupil, Juan de La Lande, Antonio Daniel, Gabriel Lalement y Carlos Garnier. Um grupo de "amigos no Senhor", na terra e no céu.


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Natal (Nadal) Chabanel, Santo

Natal (Nadal) Chabanel, Santo

Presbítero e Mártir

Martirológio Romano: Na região de Ontário, no Canadá, paixão de São Nadal Chabanel, presbítero da Companhia de Jesus e mártir, o qual, havendo feito voto ante Deus de permanecer até à morte em sua querida missão do território Hurón, caminhando pelo bosque com um certo apóstata foi morto por ele em ódio da fé. Sua memória se celebra em dezanove de Outubro, junto com seus companheiros (1649).


San Natal Chabanel é o padroeiro de todas as Casas jesuítas onde seus missionários aprendem os idiomas de missão. É quase uma subtil ironia dos superiores da Companhia. A determinação se deve à extraordinária dificuldade que teve o santo em aprender a língua hurona. O voto de permanecer firme na missão é um bom desafio.
Essas Casas recebem o nome de Maison Chabanel para os jesuítas de língua francesa e de Chabanel House para os de idioma inglês.
Nascimento e formação jesuíta
Escassos dados existem da vida de Natal Chabanel. Sabemos que nasce na diocese de Mendé, França, em 2 de Fevereiro de 1613.
Em 9 de Fevereiro de 1630, aos 17 anos de idade, entra na Companhia de Jesus, no Noviciado de Toulouse.
Depois dos votos, faz os estudos de filosofia na mesma cidade de Toulouse, entre os anos 1632 a 1634. O magistério o exerce também em Toulouse, no Colégio, desde 1634 até 1637. Com êxito, ensina nas classes de retórica e filosofia.
Em Outubro de 1637, dá começo aos estudos de teologia. Sua ordenação sacerdotal tem lugar em Toulouse em 1640. Ao terminar a teologia é destinado a ensinar no Colégio de Rhodez.
A Terceira prova a cumpre desde o mês de Outubro de 1642 ao mês de Julho de 1643.
As notícias desde Nova França
Desde su ingreso al Noviciado y durante toda la formación jesuita, Natal ha devorado las Relaciones que los misioneros franceses escriben desde el lejano Canadá. Un deseo generoso nace en su alma. Dios lo está llamando.
Al finalizar la Tercera probación, pone fin a su discernimiento misionero. Él irá al Canadá y se ofrece. Quiere seguir las huellas de
Juan Brébeuf, Isaac Jogues y sus compañeros. No tiene dudas. No le asustan los peligros. Más bien le ayudan. Conoce ya el martirio de René Goupil en manos iroquesas. Sabe también que Isaac Jogues está prisionero, que ha sido torturado y vive como esclavo.
Na Missão do Canadá
Inmediatamente después de la Tercera probación, Natal es destinado al Canadá, pues se ha ofrecido con insistencia.
No sabemos nada de su partida. Tampoco del viaje, si fue duro o fácil. A Quebec llega el 15 de agosto de 1643. Después de un año en la ciudad, se embarca por fin para su meta tanto tiempo deseada, la Misión de Santa María, en el país de los hurones.
Na Missão dos hurones
Su primer destino es ser compañero del P.
Juan Brébeuf, quien ha regresado a la Misión hurona después de tres años de ausencia. La tarea principal es aprender el idioma. Y para ello tiene al mejor de los maestros. Brébeuf es el que ha iniciado a casi todos los misioneros.
Pero Natal sufre. Todo le parece muy difícil. No puede con el idioma. Siente una profunda repugnancia a todas las costumbres de los hurones. No soporta sus olores, sus comidas, ni siquiera sus tiendas llenas de humo. La desolación está en todas partes. El fracaso le parece insuperable. Lucha, pero no puede. ¿Quiere el Señor que él vuelva a Francia?
Juan Brébeuf lo acompaña en su tristeza. Lo anima y lo ayuda a discernir. Es un amigo que sufre.
Uma carta do Superior
El P. Pablo Raguenau es el Superior de los misioneros en Huronia. Con paz y cariño, sigue cada una de las etapas tristes de Natal. Queda una carta de él al Provincial de Francia:
"
Aquí Natal, después de tres y cuatro años dedicado al estudio de la lengua hurona, ha progresado muy poco. Ni siquiera puede darse a entender en las cosas más sencillas. No le falta memoria ni inteligencia y tiene el deseo de darse a la misión.
Su manera de ser está lejos de las costumbres de los hurones. No es capaz de aceptar de ellos casi nada. La presencia de los hurones no la soporta. No tolera sus conversaciones ni su modo de vivir. Hasta la habitación de los Padres, hecha a la manera hurona, le parece repugnante. No puede dormir en el suelo ni pasar, de la mañana hasta la tarde, en una tienda llena de humo. Le molesta la nieve que cubre todos los caminos. Los insectos son su mayor tormento, de día y de noche. No soporta la pobre comida de los indígenas. Con ansias, busca un espacio, un rincón donde refugiarse. Desea estudiar en paz, pero los niños entran y gritan. Sufre mucho. Parece que Dios le ha quitado toda consolación sensible. Es algo heroico.
Me ha hablado de su deseo de volver a Francia. Con lágrimas, me ha dicho: ¿No sería mejor regresar? Tal vez allí podría ser más útil. En Francia encontraré un modo de vivir más conforme a mi manera de ser. Tendré trabajos que podré desempeñar con éxito. Podría sentir las consolaciones que tuve en otro tiempo. Viviré como tantos jesuitas santos que han dado la vida por la perfección del prójimo
".
Uma decisão heróica
El 20 de junio de 1647, Natal decide permanecer en la misión hasta la muerte.
Su discernimiento, tan doloroso, termina con la gracia que viene de Dios. También lo mueven el ejemplo de sus amigos y el sacrificio de ellos por la misión. Isaac Jogues ha vuelto al Canadá. Él lo ha visto y abrazado. De sus labios y de los de
Juan Brébeuf, ha conocido los detalles de la muerte de René Goupil, la esclavitud y las torturas de Isaac, la huida a Francia, el recibimiento triunfal en la patria y ha admirado su regreso. También ha seguido los pasos de Jogues en la nueva misión de los iroqueses. Ha llorado su muerte y la de Juan de La Lande. Él, Natal, no puede ser cobarde.
Ese día 20 de junio, fiesta del Corpus Christi, sella su decisión con un voto solemne:
"Jesús, por tu disposición admirable, has querido llamarme para ser ayudante de tus apóstoles en este país de los hurones. No me he mostrado digno, pero tengo el deseo de responderte. Yo, Natal Chabanel, en presencia del Santísimo Sacramento, hago mi voto de perpetua permanencia en esta misión de los hurones, comprendiendo todo, tal como los Superiores de la Compañía lo dispongan. Te ruego aceptarme como esclavo perpetuo de esta misión y de hacerme digno de este sublime oficio".
Es heroico agradecer a Dios la cruz, y con un voto remachar los clavos para siempre.
A Missão dos petuns
Un año después, es destinado por el P. Pablo Raguenau a las misiones de los petuns, como compañero de San
Carlos Garnier. En este destino puede verse la mano cariñosa del Superior. Carlos es un misionero experimentado, su optimismo puede ser contagioso.
Poco antes de marcharse a la tierra de los petuns, Natal se abre a su confesor, el P. Pedro Chastellain:
"
Ignoro lo que me pasa, o lo que Dios quiere de mí. Me siento muy cambiado. Por naturaleza soy un cobarde. Pero ahora que voy a una misión mucho más peligrosa y en que la muerte no parece estar lejana, no tengo miedo. Esto no es mío. Que Dios me lleve totalmente a Él".
Con
Carlos Garnier, vive algunos meses. Es el único tiempo feliz de Natal. Dios parece haberlo aceptado y la consolación va entrando con fuerza en el corazón. Con su compañero, recorre las chozas y empieza a sentir la dicha del éxito.
A terrível guerra dos iroqueses
Entretanto, en la tierra de los hurones la guerra recrudece terriblemente. Los iroqueses se ensañan contra sus tradicionales enemigos. Y la muerte también llega a los misioneros.
El día 16 de marzo de 1649, en Santa María, el P. Pablo Raguenau observa el humo que se eleva desde los bosques. Es la misión de San Luis la que arde. Unas horas después llegan mujeres despavoridas y los niños de los hurones. Los iroqueses han atacado y
Juan Brébeuf y Gabriel Lalement han decidido quedarse con su pueblo.
El P. Raguenau siente que la sangre se hiela en sus venas. Ambos, sin duda, están en las manos de los iroqueses. El P. Raguenau organiza la defensa de Santa María. Si llegan los iroqueses, todo puede perecer.
Al día siguiente, llegan a Santa María 300 hurones desde la nación del Oso. Ellos anuncian que otros también vienen en ayuda. De inmediato entonces, sigilosamente, salen los hurones hacia San Luis y San Ignacio. Primero tienen un revés; después, con los socorros, viene la victoria. Santa María parece estar a salvo.
El 19 de marzo, llegan los hurones que, con el desastre iroqués, se han liberado. El jefe Esteban Annaotaha narra a los horrorizados jesuitas los detalles del martirio de
Juan Brébeuf y de Gabriel Lalement. En las aldeas, dicen, sólo hay cenizas.
El día 20, los jesuitas y la mitad de los guerreros viajan a San Luis y a San Ignacio. Sólo encuentran ruinas, silencio y muerte. Sollozando, recogen el cuerpo ennegrecido de
Juan Brébeuf y el cadáver del torturado Gabriel Lalement. Los envuelven en sábanas y mantas y con veneración los llevan a Santa María.
O abandono da Missão hurona
Los sachems se reúnen. Deciden abandonar todas las aldeas. No es posible luchar, con flechas, contra los iroqueses armados con mosquetes. En una semana, comienza el gran éxodo. Algunos buscan refugio en la nación de los neutrales. Otros se dirigen al norte, hacia los algonquines. Centenares parten hacia la tierra de los petuns. La nación hurona está deshecha.
Los jesuitas deciden entonces acompañarlos. Determinan dejar la Misión de Santa María y reconstruirla en otro sitio. Con doce hurones cristianos, celebran consejo. Es necesario trasladarse a la isla Ahoendoe.
El P. Raguenau organiza los trabajos para la partida. Los hurones construyen una barcaza de 16 metros y una balsa de troncos. Con prisa empaquetan y enfardan todo: ropa, maíz, provisiones, semillas y pescado ahumado. Con especial cuidado, envuelven los vasos sagrados, ornamentos, imágenes y libros. Las reliquias de sus mártires las ponen en una caja, con fuertes cerraduras.
El 14 de junio de 1649, después de asegurarse de que no hay iroqueses en la cercanía, se embarcan todos, aun los animales. Los hurones los siguen en sus canoas entonando tristes canciones de muerte. Santa María es destruida a fuego.
Desembarcan en Ahoendoe y aprisa comienzan las construcciones. Es el verano y es necesario estar preparados para un invierno que puede ser muy crudo. Los hurones, hambrientos, empiezan a llegar desde todas partes. Los problemas de alimentación son la mayor de las preocupaciones de los misioneros.
A guerra ameaça os petuns
En noviembre, algunos hurones regresan desde la tierra de los petuns. Traen la peor de las noticias. Los iroqueses han levantado también sus hachas de guerra contra la tribu del Tabaco.
El P. Raguenau queda aterrado. En Etarita viven los PP.
Carlos Garnier y Natal Chabanel y, a 15 kilómetros más lejos, los PP. Adrián Grélon y Leonardo Garreau.
Con la mayor de las angustias, el P. Pablo escribe al superior de los cuatro,
Carlos Garnier, una larga carta. Él desea, y así lo ordena por obediencia, que él y los otros tres se dirijan a la nueva Santa María de Ahoendoe, de inmediato. Garnier debe discernir y sólo una poderosa razón puede hacerlos obrar en contrario.
O discernimento
En Etarita, a principios de diciembre, Carlos y Natal Chabanel reciben la carta. La leen silenciosamente y con tristeza se miran ambos. Sí, el peligro existe. Pero ése no puede ser un motivo para abandonar a los cristianos.
Conversan, discuten, rezan y disciernen. Al fin y al cabo el P. Raguenau ha dejado a ellos la última decisión.
Carlos Garnier toma la decisión del heroísmo. Partirá Natal Chabanel y él se quedará con los petuns. En carta que escribe al P. Pablo Raguenau, explica:
"No tengo temor alguno por mi vida. Lo que más sentiría sería abandonar a mis cristianos. Ellos me necesitan en su hambre, miseria y en el terror de la guerra. Dejaría de utilizar la oportunidad que Dios me da, de morir por Él. Pero en todo momento estoy dispuesto a dejarlo todo y morir en la obediencia". 
O martírio
Bajo el doble mandato de la obediencia, Natal Chabanel sale de Etarita el 5 de diciembre de 1649. El sendero pasa por la aldea de San Matías. Ahí debe pasar la noche. Con sus amigos, se confiesa y celebra la Misa, la última de su vida.
Al día siguiente, cuando se despide, le dice al P. Leonardo:
"Voy a donde me llama la obediencia. No sé si voy a llegar. Si llego, rogaré al Superior que me devuelva a la misión. Siento necesidad de servir a Dios hasta la muerte".
En la madrugada del día 7 de diciembre, emprende su viaje. Es un sendero difícil. Son seis leguas que deben ser recorridas a través del bosque y de la nieve. Hace mucho frío. Al anochecer, los ocho hurones cristianos que lo acompañan se duermen junto al fuego. Natal permanece en vigilia y empieza a rezar.
A medianoche oye el alarido y los cantos de los iroqueses que pasan. Son los que regresan de la aldea de San Juan y que han dado muerte a
Carlos Garnier. Los hurones huyen de inmediato, aterrorizados. Ninguno socorre a Natal. Este también huye. Pretende seguir a sus cristianos. No le es posible alcanzarlos. Agotado cae y de rodillas dice su oración:
"No importa que yo muera. Esta vida vale muy poco. La gloria del cielo no pueden quitármela los iroqueses".
Esto narraron, en San Matías, los hurones que lograron huir.
Uma busca incessante
Los jesuitas deciden buscar a Natal. Se niegan a aceptar su muerte. Con los hurones, recorren todos los sitios imaginables. Si está muerto, quieren llevarse sus restos. Si está vivo, ansían socorrerlo. Pero no encuentran ni la menor huella.
Un mes más tarde, tropiezan con un hurón apóstata de nombre Homareenhaket que lleva el sombrero y la manta de Natal. Interrogado, responde que él ha encontrado al Padre en el bosque, desmayado, encima de su bolso de libros. Él había querido ayudarlo y transportarlo en su canoa, pero no fue posible. No dijo más. La sospecha de la traición quedó clavada en el corazón de los jesuitas.
Dos años después supieron la verdad. El hurón apóstata confesó su crimen. Él lo había encontrado junto a la orilla. Con su hacha le había dado muerte. Lo había despojado y echado el cuerpo al río. El hurón dijo que lo había matado por odio a la fe. Desde que su familia se había hecho cristiana, los suyos no habían experimentado sino desdichas y calamidades.
Ese día fue el 8 de diciembre de 1649, la fiesta de la Inmaculada.
A glorificação
San Natal Chabanel foi canonizado em 26 de Junho de 1930, conjuntamente com
Juan Brébeuf, Isaac Jogues, René Goupil, Juan de La Lande, Antonio Daniel, Gabriel Lalement y Carlos Garnier. Um grupo de "amigos no Senhor", na terra e no céu.


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Carlos Garnier, Santo

Carlos Garnier, Santo

Este santo é muito querido na Companhia de Jesus. Desde muito jovem se entregou com grande generosidade ao chamado de Deus. Sempre foi um homem feliz. Em sua vida não parece haver uma sombra de tristeza. A consolação espiritual o acompanha em todas as etapas.
Nascimento e pátria
Carlos Garnier nace el 25 de mayo de 1606, en la ciudad de París. Sus padres tienen grandes medios económicos. Son católicos fervorosos y se preocupan por la buena formación de los hijos. La prudencia del padre y la devoción de la madre fueron su mejor escuela.
De esa familia, tan religiosa, salieron cuatro hombres consagrados: Carlos para la Compañía, Enrique para los Carmelitas, José para los Capuchinos y Antonio para el clero diocesano.
No Colégio dos jesuítas
Cuando llega la edad de empezar los estudios secundarios, Carlos es matriculado en el Colegio de Clermont de la Compañía de Jesús, el más importante de Francia. Es bien acogido. Se siente a gusto y pronto se distingue en todo. Tiene facilidad para los estudios, y con agrado ingresa a la Congregación Mariana de los alumnos mayores (hoy, Comunidades de Vida cristiana, CVX).
Su padre es generoso con el dinero. Carlos recibe siempre una buena cantidad para sus gastos personales. Pero el muchacho gasta solamente lo indispensable. El resto, todos los meses, va a parar a la alcancía que los jesuitas han destinado para la ayuda de los presos de la cárcel.
Un día pasea por el Puente Nuevo. En los escaparates hay algunos libros inconvenientes. Los compra todos y los destruye. Cuando le preguntan, dice con natural simpatía: "Alguno podría comprarlos y al leerlos podría, tal vez, ofender a Dios".
O ingresso na Companhia
Sin dudar, como algo muy natural, decide a los 18 años ingresar a la Compañía de Jesús.
Su padre siente tristeza cuando el buen hijo decide partir. Sufre en silencio. Se sobrepone y, con entereza, lo acompaña hasta el Noviciado, el 5 de septiembre de 1624.
Las palabras del señor Garnier al Superior le muestran a Carlos el temple de su padre: "
Estoy tranquilo. Si yo no quisiera a la Compañía no daría a mi hijo. Desde que nació jamás ha desobedecido, jamás ha dado la menor molestia".
En el Noviciado, Carlos se entrega como él sabe hacerlo, como es su costumbre. No parece sentir la menor molestia. La vida religiosa le es agradable. Con suavidad, se acomoda a todo hasta en los pequeños detalles.
Sus compañeros de noviciado pasan a ser, ahora, sus mejores amigos. A algunos los conoce desde el Colegio. Pedro Chastellain es su compañero de ingreso, desde el primer día. La amistad va a continuar en las misiones del Canadá. Francisco José Le Mercier será también su compañero en la misión. En una carta a su hermano Enrique, el carmelita, le escribe: "Cuando ruegues por mí, ruega también por Pedro, mi mejor amigo".
A formação tradicional
Carlos con alegría y paz, sin sobresaltos, continúa la formación que dan los jesuitas a los ingresados para el sacerdocio.
Los votos de pobreza, castidad y obediencia los hace el 6 de septiembre de 1626, en la casa del Noviciado. Para él es un día de plena felicidad.
De inmediato, es destinado al Colegio de Clermont para hacer los estudios de filosofía. ¿Qué pasa? Todo parece resultarle fácil. Ni siquiera se imagina que puedan venir dificultades.
En octubre de 1629, está en el Colegio de Eu, en la Normandía francesa. Es la experiencia del magisterio. Debe enseñar literatura. Las dificultades tampoco se presentan en esta etapa. Tiene cualidades y mucho ánimo. Con gusto se entrega a sus alumnos. Él siente que el Señor le allana los caminos.
O primeiro contacto com Juan de Brébeuf
En el Colegio de Eu se encuentra con un gigante. Es el P. Juan de Brébeuf, el fundador de la misión de los hurones, quien ha debido volver a Francia al ser expulsado por los ingleses después de la caída de Quebec.
Las conversaciones con Brébeuf son interminables. Con él sigue las peripecias por el gran río San Lorenzo. Parece ir por los bosques y las nieves sin fin. Conoce las costumbres, las supersticiones y las guerras de las tribus. Comparte con Juan el anhelo de convertir a esos pueblos tan abandonados. El deseo por la misión empieza a anidar en el corazón de Carlos.
A ordenação sacerdotal
Los estudios de teología los hace también en el Colegio de Clermont. El caminar en la Compañía lo hace dichoso. Ahí madura su vocación a las misiones del Canadá. La preparación al sacerdocio y a la misión, para él, corren paralelas.
La ordenación sacerdotal la recibe en París, al terminar su tercer año de teología. Es una gracia que Carlos recibe con honda gratitud. Considera como un regalo de Dios el poder asistir al año siguiente, en ese mismo altar, a la ordenación del P. Isaac Jogues, otro de sus amigos que quiere ser misionero como él.
Carlos Garnier es destinado al Canadá al terminar la teología. Él lo ha pedido con insistencia. Los Superiores lo conocen bien. Saben que la misión es dura, pero él tiene el corazón firme y una virtud muy bien probada. Le ponen, eso sí, una condición: hablar con su padre y obtener su aprobación y bendición.
A Missão do Canadá
Al señor Garnier le resulta muy difícil bendecir, por esta separación, al hijo tan querido. Ha sido muy dura la separación cuando se hizo jesuita, pero esta segunda es extremadamente dolorosa.
Carlos respeta, siente el cariño del padre. Pero ante Dios insiste con mucha fuerza. Un año dura el combate. Al fin obtiene lo que quiere.
El 8 de abril de 1636 sale la flota desde el puerto de Dieppe. Él va feliz. Su amigo, el P. Isaac Jogues, viaja en la misma nave. Juntos comienzan la conquista del nuevo mundo.
La travesía resulta fácil, sin tormentas. Con Isaac tiene el consuelo de decir la misa casi diariamente. Fueron dos meses. Una carta a su padre encierra sus sentimientos:
"El viaje podría haber sido duro, pero el capitán lo hizo fácil. En estos dos meses, solamente, doce días no pudimos celebrar Misa. Nuestra capilla era la cabina del capitán. Una parte de la tripulación asistía a la primera misa, la otra a la segunda. A la elevación se disparaban los mosquetes. En los domingos truena la artillería. El capitán y muchos otros comulgan. Enseñamos catecismo y leímos a todos las vidas de los santos".
Su corazón va lleno de alegría. El agradecimiento a Dios es grande. No sólo porque él va en viaje a la misión, sino también porque sabe que en otra de las ocho naves de la flota va también su amigo el
P. Pedro Chastellain.
A Missão dos hurones

El 1 de julio de 1636, recibe el encargo de dirigirse a Trois Rivières. Desde allí deberá salir hacia los hurones. Su compañero de misión es el P. Pedro Chastellain, su gran amigo. Ambos tienen la misma edad, 29 años. Juntos han ingresado a la Compañía de Jesús y juntos van a la misión que tanto han deseado. Carlos se siente como un preferido de Dios.
El viaje resulta también sin mayores tropiezos. Los hurones se muestran buenos y los tratan con cariño. Pedro y Carlos parecen encantados. Cada uno va en canoa distinta. A Carlos los hurones lo empiezan a llamar Uracha.
Escribe Carlos, el 8 de agosto: "Dios sea bendito. Ayer llegamos a Nipissirinien, sanos y salvos. El Señor se portó bien conmigo. No he remado en demasía. No he cargado sino mi propio equipaje. Solamente, por dos o tres días, debí cargar el equipaje de un hurón enfermo. A la isla llegamos en la vigilia de San Ignacio. Compramos grano. No encontramos enemigos, ni peligros".
El 13 de agosto, llega a Ihonatiria. El P. Chastellain está ahí desde el día anterior. El Superior es su amigo el P. Juan de Brébeuf, el más cariñoso de los padres. En la capilla de troncos agradece al Señor. Después, en la cabaña de paja comparte con los amigos. Todos cantan, y comen la pobre comida de los indios hurones.
As terríveis epidemias
La alegría no puede ser eterna. Unos días después de la llegada del P. Isaac Jogues, la peste irrumpe en la misión. Los jesuitas también caen. Carlos interrumpe los Ejercicios espirituales, que ha comenzado, y se entrega al cuidado de sus hermanos. Acompaña al gigante Brébeuf, pero pronto también lo derriba la fiebre. Fue duro el recibimiento de la misión tanto tiempo apetecida.
Os primeiros apostolados
Una vez restablecido, el P. Juan de Brébeuf lo destina a hacer los primeros recorridos por las aldeas huronas. El 4 de diciembre, Carlos está en Ossossané, el 14 en Anenatea, para ayudar a una muchacha moribunda. Este viaje lo hace con su amigo el P. Francisco José Le Mercier.
Asiste a la fiesta que dan los hurones por su niña enferma, después a la danza de la muerte. Con los hurones canta y danza golpeando las ramas. Contempla con pena cómo colocan cenizas ardientes en las manos de la enferma. Terminada la fiesta, Carlos bautiza a la niña.
Un tiempo después, es destinado a iniciar la misión de Ossossané. Su trabajo es visitar, enseñar catecismo y practicar la amistad. No le parece difícil. Con agrado nota que el idioma de los hurones empieza pronto a perder sus secretos. Cada día lo habla con más soltura.
A Uracha los hurones no le tienen miedo. Lo dejan entrar a sus cabañas y bendecir a los niños. Uracha es incansable, cariñoso y un buen amigo.
Cuando los hurones abandonan a sus parientes moribundos, incapaces de soportar ellos mismos el hedor de la peste y el terrible temor a la muerte, ahí está Uracha. Con caridad, Carlos logra acercarse. Los lava, los acaricia, los alimenta y a los que van a partir los bautiza. Después llora con sus amigos los hurones.
En una carta a su padre, de 1637, manifiesta su temple:
"
Estamos en las manos de Dios. El cuida de nosotros. Por supuesto, tenemos dificultades, pero somos felices. Te cuento, en Ossossané tenemos una fortaleza mejor que la Bastilla. Aquí, no hay cañones españoles que puedan asustar como en París. Estamos en paz. Nuestra defensa es de madera, palos de diez y doce pies. Tenemos una torre en un ángulo de la empalizada y estamos construyendo otras dos para asegurar los caminos de acceso.
¿Te acuerdas de mi fastidio por los estudios de medicina? Ahora ésta es una de mis principales ocupaciones. Preparo cataplasmas y suministro polvos. No te preocupes por mi salud. Nunca me he sentido mejor. Si tus amigos en Francia vivieran como yo, sé que estarían libres de muchas enfermedades.
Respecto al idioma, hago progresos. Anoto todas las palabras que escucho. Es cierto, no tengo mucho tiempo para escribir porque dedico casi todo el tiempo, desde la mañana hasta la noche, a predicar, a visitar a los enfermos, a recibir a los hurones en mi tienda
".
Sobre los gustos artísticos de los pieles rojas escribe en una carta a su hermano Enrique, el carmelita:
"
Necesito una pintura de Jesucristo, pero que no tenga barba. Si no es posible, que tenga muy poca, como si tuviera dieciocho años. La figura sobre la cruz debe ser muy clara, sin nadie al lado, para no distraer la atención. Sobre la cabeza de la Virgen María, haz poner una corona y un cetro en las manos, que el Niño esté en las rodillas. Esto ayuda a la imaginación de los hurones. No debes poner ninguna aureola, cámbiala por un sombrero. Los rayos pueden prestarse a equívocos, las cabezas deben estar siempre cubiertas.
Mándame un cuadro sobre la resurrección del último día, pero haz que las almas de los bienaventurados aparezcan extraordinariamente felices. Cuando representes el Juicio final, preocúpate de no confundir. Los muertos resucitados deben estar fuera de sus tumbas y, si se puede, iluminados. Las caras no deben pintarse de perfil, sino de frente y con los ojos muy grandes. Los cuerpos no deben estar completamente vestidos, por lo menos una parte debe estar desnuda. Los cabellos no deben ser rizados. Ninguna cabeza puede ser calva. Nadie debe usar barba. Nuestro Señor y Nuestra Señora deben ser muy blancos. Sus vestidos deben tener colores vivos: rosado, azul, escarlata; nunca verde ni café. Los santos que descienden del cielo deben ser blancos, como la nieve, con ornamentos relucientes, con una cara llena de risa y felicidad. Los condenados deben estar pintados de color negro y asados al fuego. Pon algunas llamas encima y dentro de la cabeza. Los ojos deben ser como brasas. La boca que esté abierta y de ella debe salir fuego, también de la nariz y de las orejas. Toda la cara debe aparecer atormentada, llena de arrugas. Las manos, los pies y los costados deben tener cadenas de fierro. Pon un terrible dragón, que se retuerza alrededor de las víctimas, y les muerda las orejas. Recuerda que las escamas de la bestia deben ser horribles, jamás de color azul. A cada lado de un condenado, pon dos demonios que lo torturen con arpones de fierro y un tercero que lo tire de los cabellos
".
A Missão entre os petuns
Después de establecer la Residencia central de Santa María para la misión de los hurones, el nuevo Superior, el P. Pablo Raguenau, destinó a los Padres Isaac Jogues y Carlos Garnier a la región habitada por los petuns o tribu del Tabaco. Ambos deben iniciar allí un nuevo campo de evangelización.
El territorio de la nueva misión dista, hacia el occidente, a unas doce a quince leguas de la región de los hurones. El nombre de la tribu se debe a las grandes plantaciones de tabaco.
Los dos misioneros parten en noviembre de 1639. Para Carlos es un desafío que lo llena de alegría. El camino es duro en el invierno, tanto que ningún hurón acepta acompañarlos.
Se pierden en el bosque, los senderos han sido borrados por la nieve. Con hambre llegan a la primera aldea. Ellos la bautizan con el nombre de los Apóstoles Pedro y Pablo.
El recibimiento es muy duro. Nadie se atreve a darles hospitalidad. Las mujeres huyen espantadas a esconderse en las tiendas. Los muchachos siguen a sus madres dando gritos. Todos piensan que los carapálidas traen enfermedad y hambre. ¿Qué otra cosa pueden pensar al verlos arrodillados? Sin duda están preparando los maleficios.
Cada dos días deben seguir a otra aldea. Nadie desea tenerlos más tiempo. Isaac y Carlos no desmayan. Como les permiten vivir, ellos pueden continuar recorriendo los pueblos. No se quejan. Sólo están agradecidos.
Fueron tres meses muy duros. Al fin, regresan a Santa María con la cara llena de risa. No han logrado casi nada, pero están contentos porque piensan en el futuro.
O missionário insistente
Ocho meses después, Carlos Garnier regresa a la tribu de los hombres del tabaco. Esta vez, él es el Superior. Su compañero es el P. Pijart. Sabe que será mal recibido, pero tiene la decisión de quedarse entre ellos.
Al llegar a la aldea de los Apóstoles Pedro y Pablo, convoca a los jefes. Les habla con dulzura, distribuye regalos y solicita quedarse. Es escuchado sin interrupción. Cuando termina, uno de los sachems le responde:
"No queremos tus regalos. Deja pronto nuestro país si no quieres sufrir las consecuencias".
Pero Carlos, a pesar de la amenaza, decide quedarse.
Son otros meses de trabajo difícil y peligroso. Carlos sabe lo que busca y no desmaya. En dos ocasiones está a punto de morir, pero Dios parece liberarlo. "Nosotros te arrancaremos de la tierra, raíz venenosa".
A profissão solene
En 1642, Carlos queda encargado de la misión de San José, en la aldea hurona de Teanaustayé. Esta es la época de la cosecha para Carlos Garnier. Domina el idioma, quiere profundamente a los hurones, sabe su oficio. A los pocos meses recoge a manos llenas.
"En un mes o dos han progresado en el conocimiento y en el amor de Dios, más de lo que yo hubiera esperado con un trabajo de uno o dos años".
La alegría de Carlos se interrumpe con la noticia terrible de la prisión de sus amigos Isaac Jogues y René Goupil en manos de los iroqueses. El martirio de René lo llora junto a sus hermanos. La oración, entonces, la dirige por la preservación de Isaac.
El día 30 de agosto de 1643, en la capilla de la misión de Santa María, Carlos hace su profesión solemne de cuatro votos en manos del Superior del Canadá, el P. Jerónimo Lalement. Carlos agradece a Dios la incorporación definitiva a esa Compañía de Jesús que tanto ama.
O sofrimento de um grande amigo
En el mes de agosto de 1644, Carlos Garnier recibe las más increíbles noticias de sus hermanos jesuitas. Isaac Jogues, su entrañable amigo, ha regresado al Canadá. Sano y salvo. Ha sido torturado por los iroqueses. Ha podido huir gracias a la ayuda de los holandeses. Estuvo en Francia y ha regresado. ¡Cómo quisiera volar a su lado para abrazarlo! Con muchas lágrimas de consuelo, agradece a Dios por la vida del amigo. Pero la obediencia y los trabajos lo obligan a permanecer en Teanaustayé.
Los detalles de la odisea de Isaac los va sabiendo, uno tras otro. Ya conocía el hecho de la prisión, en manos iroquesas, el triste día del 30 de junio de 1642. Por la narración entregada por Isaac, ahora se impone del terrible viaje al interior del país de los mohaws. Una a una le cuentan las torturas. También los detalles del martirio de San René Goupil. En su interior, Carlos envidia al joven cirujano.
Isaac Jogues no ha querido decir mucho sobre su tiempo de esclavitud entre los iroqueses. Algo más ha contado sobre los holandeses del fuerte de Rensselaerswyck y de New Amsterdam. Han sido palabras agradecidas hacia esos amigos hugonotes. Ha narrado la huida, el viaje en velero, la llegada a Francia.
Carlos cree merecida la acogida triunfal en la corte francesa. Se alegra con la dispensa del Papa y goza con su regreso. Y ahora, admira el temple de su amigo que ha decidido partir nuevamente al país de los iroqueses.
De novo na tribo dos petuns
En octubre de 1646, la misión de Teanaustayé es encargada al P. Antonio Daniel. Carlos Garnier y el P. Leonardo Garreau deben partir a la siempre deseada misión en la tribu del Tabaco. Esta vez, Carlos ha sido llamado por los sachems. Eso lo llena de alegría. La aldea Etharita del Clan de los Lobos y la aldea Ekarenniondi del Clan de los Ciervos solicitan que Uracha sea quien los lleve a la verdadera fe.
En ese terreno, que bien puede ser considerado virgen, Carlos siente que ha encontrado el campo y la perla tanto tiempo pesquisados. Es duro, pero también el consuelo es grande. Muy pronto establece firmemente dos misiones: la de San Juan y la de San Matías.
Lleva dos meses en su nuevo puesto. Una carta le trae pronto las noticias del martirio de sus amigos Isaac Jogues y Juan de La Lande en el país de los iroqueses. Carlos y Leonardo lloran, pero se consuelan en la fe. Saben que ambos son ahora sus mejores intercesores.
Una carta escrita al P. General, d el 25 de abril de 1647, dice casi todo de su trabajo entre los petuns:
"El buen P. Garreau y yo estamos casi siempre separados, porque él vive en una aldea distante de la mía, unos diez o doce días de camino. Él viene a mí y yo a él de tanto en tanto. Y después de permanecer unos días juntos él regresa al poblado donde yo estaba y yo al de él. Así vivimos".
A guerra dos iroqueses
Pero la cruz del aislamiento no es la más pesada. Las incursiones de los iroqueses son su mayor preocupación. Carlos sabe que la guerra hace estragos entre los hurones. No se hace ilusiones. Un día la violencia llegará también a sus dos misiones de la tribu del Tabaco.
En julio de 1648, con pena conoce la destrucción de su querida misión de Teanaustayé y la muerte violenta del P. Antonio Daniel, su sucesor entre los hurones. El Superior, en su carta, les pide discernir. Carlos y Leonardo deciden quedarse con sus pueblos.
Poco después, el Superior, al conocer la decisión, determina enviarles compañeros. El P.
Natal Chabanel será el compañero de Carlos en San Juan, y el P. Adrián Grélon acompañará a Leonardo, en San Matías.
En el mes de marzo de 1649, la amenaza de los iroqueses parece acercarse cada vez más. Hasta el país de los petuns, con la rapidez del rayo, ha llegado la noticia del martirio de los PP. Juan de Brébeuf y Gabriel Lalement. Después del incendio, nada queda de las aldeas huronas. 
A morte da Missão hurona
Ese día del 16 de marzo de 1649, en Santa María de los hurones, el P. Pablo Raguenau observa la espiral de humo que se eleva por encima de los bosques. Parece venir desde la vecina misión de San Luis.
Poco después, llegan las mujeres llorando y los niños hurones espantados. Con aullidos anuncian el ataque de los iroqueses. Los PP. Juan de Brébeuf y Gabriel Lalement habían decidido quedarse con los hurones.
La sangre del P. Raguenau se hiela en las venas. Sin duda, a estas horas ambos pueden estar en poder de los iroqueses. De inmediato, el P. Raguenau organiza la defensa de Santa María. Si llegan los iroqueses, todos pueden perecer.
Al día siguiente, llegan trescientos hurones de la nación del Oso. Ellos anuncian la llegada de otros doscientos de sus guerreros. Sigilosamente salen los hurones hacia San Luis y San Ignacio. Primeramente son vencidos; después, con los socorros, viene la victoria.
El 19 de marzo llegan a Santa María los hurones que, con el desastre iroqués, se han liberado. El sachem Esteban Annaotaha cuenta a los horrorizados jesuitas los detalles del martirio de Juan de Brébeuf y de Gabriel Lalement. Todos lloran.
Al amanecer del día veinte, los jesuitas con algunos guerreros viajan a San Luis y a San Ignacio. Sólo encuentran ruinas, silencio y muerte. Sollozando, recogen el cuerpo ennegrecido de Juan y el cadáver del atormentado Gabriel. Con veneración los llevan a Santa María.
En una semana, los hurones abandonan quince aldeas. Algunos buscan refugio en la nación de los neutrales. Otros se dirigen al norte, hacia los algonquines. Centenares parten hacia la tierra de los petuns. La nación hurona parece morir.
Los jesuitas deciden, entonces, acompañarlos. Determinan abandonar la Misión de Santa María y reconstruirla en otro sitio. Con doce hurones mayores celebran consejo, y deciden trasladarse a la isla Ahoendoe.
De inmediato, el P. Raguenau organiza los trabajos. Con sus hurones, construye una barcaza de 16 metros de longitud y una balsa de troncos de 25 metros. Empaquetan y enfardan todo: ropa, maíz, provisiones, semillas y pescado ahumado. Con especial cuidado envuelven los vasos sagrados, ornamentos, imágenes y los libros. Las reliquias de los mártires las ponen en una caja, con fuertes cerraduras.
El 14 de junio de 1649, después de asegurarse de que no hay iroqueses en la cercanía, se embarcan todos, aun los animales. Los hurones los siguen en sus canoas. Santa María es destruida a fuego.
Desembarcan en Ahoendoe, y febrilmente comienzan a levantar las construcciones. Los hurones, hambrientos, llegan de todas partes. Los problemas de alimentación son extremadamente duros y ésta es la primera preocupación del Superior. 
A guerra no país dos petuns
En noviembre, algunos hurones, que regresan de la tierra de los petuns, comunican la aterradora noticia de que los iroqueses han levantado también el hacha de guerra contra la tribu del Tabaco.
El P. Pablo Raguenau queda aterrado, pues ahora cuatro de sus misioneros viven en los poblados de los petuns. En Etarita, están los PP. Carlos Garnier y
Natal Chabanel y, a 15 kilómetros más lejos, los PP. Adrián Grélon y Leonardo Garreau.
De inmediato, el P. Raguenau escribe a Carlos Garnier, ordenándole a él y a los otros tres dirigirse a la nueva Santa María de Ahoendoe, cuanto antes, a menos que alguna poderosa razón lo impida.
Outro discernimento heróico
En Etarita, a principios de diciembre, los PP. Carlos Garnier y
Natal Chabanel reciben la orden del P. Raguenau. Silenciosamente y con tristeza se miran ambos. Cada uno da sus razones. Sí, el peligro de los iroqueses existe. Pero ése no puede ser un motivo para abandonar a los cristianos. Conversan, discuten, rezan y disciernen, como tal vez jamás lo han hecho en sus vidas.
Al fin, Carlos Garnier, el superior de los dos, toma la decisión. Partirá el P.
Natal Chabanel y él se quedará con los petuns. En carta al P. Pablo Raguenau, explica:
"No tengo temor alguno por mi vida. Lo que más sentiría sería abandonar a mis cristianos. Ellos me necesitan en su hambre, miseria y en el terror de la guerra. Dejaría de utilizar la oportunidad que Dios me da, de morir por Él. Pero en todo momento estoy dispuesto a dejarlo todo y a morir en la obediencia".
Bajo el doble mandato de la obediencia, el P.
Natal Chabanel sale de Etarita el 5 de diciembre de 1649.
O ansiado martírio
El martes 7 de diciembre, a las tres de la tarde, mientras Carlos hace su acostumbrada visita apostólica, oye el grito aterrorizado de sus cristianos: ¡Los iroqueses! ¡Los iroqueses!.
De inmediato corre. Ve a los iroqueses, con sus pinturas de guerra, entrando al poblado y derribando todo. Corre a la Capilla. Grita a los petuns para que huyan sin tardanza. Bendice a los cristianos.
"¡Uracha, sálvate! ¡Huye con nosotros! Él hace un gesto, negándose. De pronto, siente en su pecho la herida de una bala de mosquete. Después, otra bala le perfora el estómago. Pierde entonces el conocimiento.
Al recobrarlo, se encuentra totalmente desnudo, con la sangre manando de las heridas. Musita el acto de contrición. A poca distancia ve a un petun que se retuerce en agonía.
Carlos entonces se levanta, penosamente, y se desploma. Haciendo un esfuerzo, intenta taponar la sangre y se arrastra hacia el moribundo. Entonces, un iroqués se precipita sobre él, le corta el cuero cabelludo y le clava el hacha en la cabeza.
A glorificação
Los restos de Carlos fueron recogidos por los PP. Adrián Grélon y Leonardo Garreau, dos días después.
Sentados en tierra permanecieron todo el día, como estatuas de bronce, la cabeza inclinada y los ojos fijos en el suelo. No debían llorar, porque eso era indigno de un valiente. Lo enterraron en lo que había sido su Capilla.
San Carlos Garnier fue canonizado el 26 de junio de 1930, conjuntamente con Juan de Brébeuf,
Isaac Jogues, René Goupil, Juan de La Lande, Antonio Daniel, Gabriel Lalement y Natal Chabanel.


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Mártires de Canadá
Mártires do Canadá, Outubro 19

Mártires de Canadá

Mártires de Canadá

Os Mártires de Canadá

Martirológio Romano: Santos mártires Juan de Brébeuf e Isaac Jogues, presbíteros, e companheiros da Companhia de Jesus, no dia em que são Juan de la Lande, religioso, foi assassinado pelos pagãos no lugar chamado Ossernenon, então em território do Canadá (hoje Auriesville, estado de Nova York), o mesmo lugar onde alguns anos antes havia conseguido a coroa do martírio san Renato Goupil. São venerados conjuntamente seus santos companheiros Gabriel Lalemant, Antonio Daniel, Carlos Garnier y Natal Chabanel, que na região canadense, em dias distintos, depois de fatigar na missão do povo dos hurones para anunciar o evangelho de Cristo àqueles povos, terminaram morrendo mártires (1642-1649).


Oito foram os santos mártires de Canadá, que a começos do século XVII deram suas vidas pela evangelização das povoações indígenas que habitavam as regiões onde hoje se encontram as cidades de Quebec e Montreal.
Os primeiros em chegar foram missionários franciscanos, mas em 1623 chegaram ao Canadá os jesuítas, que se dedicaram com entusiasmo à missão entre os índios hurones e à fundação dos povoados de São José, Santo Ignácio, São Luis e Santa María.
Em 1642, estas missões foram atacadas pelos temíveis iroqueses, que viviam ao sul dos lagos São Lorenzo e de Ontário e se desencadeou uma guerra implacável durante a qual foram feitos prisioneiros o Padre Isaac Jogues, e o irmão Renato Goupil, que foi morto por um índio, enfurecido por vê-lo pregar aos verdugos. O padre Jogues, depois de treze meses de cativeiro foi barbaramente mutilado e perdeu a vida no martírio junto com outro sacerdote jesuíta, o Padre Juan LaLande.
Depois de um período de paz, os iroqueses ocuparam novamente o país hurón e arrasaram a missão de São José, dando morte ao Padre António Daniel. Mais tarde desbastaram Santo Ignácio, São Luis e Santa María, dando morte em martírio aos Padres
Juan Brébeuf e Daniel Lalemant.
Depois foi desbastada a missão de São João Baptista, matando ao
Padre Carlos Garnier. Também morreu o Padre Natal Chabanel, que pouco antes havia dito: "Esta vida vale pouco; em troca, a felicidade do céu não a poderão arrebatar-me os iroqueses".


A lista de estes 8 santos é a seguinte:

Natal Chabanel;
Juan Brébeuf;
Isaac Jogues;
Renato o René Goupil;
Juan de La Lande:
Antonio Daniel;
Gabriel Lalement e

Carlos Garnier.

Felipe Howard, Santo
Biografia, 19 de Outubro

Felipe Howard, Santo

Felipe Howard, Santo

Octubre 19

Etimologicamente significa “amante dos cavalos”. Vem da língua grega.
Os Padres da Igreja captaram perfeitamente bem todo a engrenagem interior das primeiras comunidades cristãs. Onde estava a Igreja, também estava o Espírito de Deus, e ali onde está o Espírito de Deus, também está a Igreja e toda a graça.
Não importa muito a categoria social deste jovem e seus enlaces com reis e rainhas.
O que importa mais é sua dimensão de crente.
Nasceu em 1557 e morreu em 1595. Os 38 anos que viveu o constituíram num dos quarenta mártires da Igreja de Inglaterra e de Gales.
O baptizaram como católico e o educaram como protestante. Durante alguns anos foi indiferente à fé.
Com a idade de 12 ou 14 anos o casaram com Ana Dacre. Estudou num de seus favoritos.
Levou uma vida dissipadora e frívola na corte.
Anos depois, se deu conta de que necessitava reformar seus costumes. Quando a rainha se inteirou, pôs sob prisão a sua mulher Ana Dacre e a Felipe o enviou para a prisão da Torre de Londres.
Após esta dura experiência, voltou com muito fervor para a Igreja católica.
Em 1585 tentou fugir de Inglaterra pelo Canal da Mancha até Flandres com sua família, amigos e muitos católicos.
O capitão do barco o atraiçoou e foi direito à Torre de Londres de novo. Morreu seis meses mais tarde envenenado.
¡Felicidades a quem leve este nome!

Laura de Córdoba, Santa
Mártir, 19 Outubro

Laura de Córdoba, Santa

Laura de Córdoba, Santa

Mártir
Outubro 19

Do latim Lurus = Laurel. significando também "triunfo"
No latim imperial se encontra como nome masculino "Lurus" sendo seus femininos "Laurea" e "Laurilla".
Pertencia a uma nobre família e além disso estava casada com um importante funcionário do emirato independente cordobés.
Mas ficou viúva e entra no mosteiro de Santa María de Córdoba, chegando inclusive a ser abadessa. Proclamou em público sua fé cristã e o emir Muhammad I a mandou prender e açoitar, já que nesses tempos Espanha estava invadida pelos muçulmanos.
Ao ver que não renegava do cristianismo, foi levada aos mais duros castigos de varas antes de ser submersa numa caldeira de chumbo fervendo, e ainda assim em plena agonia seguia com seus cânticos e louvores dia e noite que haviam feito as delicias de suas companheiras de mosteiro, sua morte foi em 19 de Outubro do ano 864.

Inês de Jesus de Langeac, Beata
Religiosa Dominicana, 19 Outubro

Inés de Jesús de Langeac, Beata

Inês de Jesus de Langeac, Beata

Hoje se está celebrando a festa da Beata Inês de Jesus Galand, monja do Mosteiro de Langeac, França.
Inés de Jesus Galand nasceu em 1602 e viveu uma vida curta, faleceu em 1634. Entrou no mosteiro em Langeac que ainda existe até ao dia de hoje. Em 1627 Inês foi eleita para servir a sua comunidade como Prioresa.
Em 1631, Jesus e Maria interiormente convidam a Inês a interceder e orar por um sacerdote a quem ela não conhecia. Três anos depois, no parlatório do mosteiro ela se encontrou com Jean-Jacques Olier, fundador do Seminário Maior de S. Sulpice e ela compreendeu que ele era o sacerdote por quem ela estava oferecendo sua vida de oração e sacrifício. Ela morreu um ano depois e deixa a suas irmãs sua vocação particular de orar pelos sacerdotes.
Nosso Santo Padre, João Paulo II beatificou a Inês de Jesus em 20 de Novembro de 1994.
Queridíssima Beata Inês de Jesus, hoje mais que nunca, nós lhe pedimos que sigas intercedendo por nossos sacerdotes, que eles podem ser homens cheios do fogo de Deus, cheios de amor para servir ao rebanho de Cristo.

http://es.catholic.net/santoral

Recolha, transcrição e tradução incompleta de António Fonseca

domingo, 18 de outubro de 2009

LUCAS, Santo (e outros) – 18 de Outubro

Lucas, Santo
Evangelista, 18 de Outubro

Lucas, Santo

Lucas, Santo

Evangelista
Outubro 18

Breves notas nas Cartas de São Paulo são as únicas notícias que a Sagrada Escritura nos apresenta sobre São Lucas, o solícito investigador da boa nova e autor do terceiro Evangelho e dos Actos dos Apóstolos. Por seus apontamentos de viagem, quer dizer, pelas páginas dos Actos nos que São Lucas fala na primeira pessoa, podemos reconstruir parte de sua actividade missionária. Foi companheiro e discípulo dos apóstolos. O historiador Eusébio sublinhava: “... teve relações com todos os apóstolos, e foi muito solícito”. Desta sensibilidade e disponibilidade suas com o próximo nos dá testemunho o próprio São Paulo, unido a ele por grande amizade. Na carta aos Colossenses lemos: “Vos saúda Lucas, médico amado...”.
A profissão médica nos faz supor que ele se dedicou muito tempo ao estudo. Sua formação cultural se nota também pelo estilo de seus livros: seu Evangelho está escrito em grego simples, limpo e belo, rico em termos que os outros três evangelistas não têm. Há que fazer outra consideração sobre seu Evangelho, além do facto estilístico e historiográfico: Lucas é o evangelista que melhor que os outros nos pintou a humana fisionomia do Redentor, sua mansidão, suas atenções para com os pobres e os marginais, as mulheres e os pecadores arrependidos. É o biógrafo da Virgem e da infância de Jesus. É o evangelista do Natal. Os Actos dos Apóstolos e o terceiro Evangelho nos fazem ver o temperamento de São Lucas, homem conciliador, discreto, dono de si mesmo; suaviza ou cala expressões que houvesse podido ferir a algum reitor, com tal que isto não vá em prejuízo da verdade histórica.
Ao revelar-nos os íntimos segredos da Anunciação, da Visitação, do Natal, ele nos faz entender que conheceu pessoalmente a Virgem. Algum exegeta avança la hipótese de que foi a própria Virgem Maria que lhe transcreveu o hino de “Magnificat”, que ela elevou a Deus num momento de exultação no encontro com a prima Isabel. Com efeito, Lucas nos adverte que fez muitas investigações e buscou informações a respeito da vida de Jesus com os que foram testemunhas oculares.
Um escrito do século II, o Prólogo anti-marcionista do Evangelho de Lucas, sintetiza o perfil biográfico do modo seguinte: “Lucas, um sírio de Antioquia, de profissão médico, discípulo dos apóstolos, mais tarde seguiu a São Paulo até sua confissão (martírio). Serviu incondicionalmente ao Senhor, não se casou nem teve filhos. Morreu com a idade de 84 anos em Beocia, cheio de Espírito Santo”. Recentes estudos concordam com esta versão.
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ciência confirma a autenticidade das relíquias de são Lucas

Pedro de Alcântara, Santo
Penitente, Outubro 18

Pedro de Alcántara, Santo

Pedro de Alcântara, Santo

Penitente

Martirológio Romano: Na vila de Arenas, na região espanhola de Castela, são Pedro de Alcântara, presbítero da Ordem dos Irmãos Menores, que adornado com o dom de conselho e de vida penitente e austera, reformou a disciplina regular nos conventos da Ordem em Espanha, sendo conselheiro de santa Teresa de Jesús em sua obra reformadora da Ordem dos Carmelitas (1562).


Era o ano do Senhor de 1494 [ou melhor: 1499] quando na Estremadura Alta, na vila de Alcântara, nascia do governador dom Pedro Garabito e da nobre senhora dona Maria Villela de Sanabria um varão cuja vida havia de ser um contínuo milagre e uma mensagem espiritual de Deus aos homens, porque não ia a ser outra coisa mas sim uma potente encarnação do espírito enquanto ele o sofre a humana natureza. Ocorreu quando Espanha inteira vibrava até às entranhas pela força do movimento contra-reformista. Era o tempo dos grandes reis, dos grandes teólogos, dos grandes santos. No céu da Igreja espanhola e universal fulgiam com luz própria Ignácio, Teresa, Francisco de Borja, Juan de la Cruz, Francisco Solano, Javier... Entre eles o Santo de Alcântara havia de brilhar com potentíssima e indiscutível luz.
Había de ser santo franciscano. La liturgia de los franciscanos, en su fiesta, nos dice que, si bien «el Seráfico Padre estaba ya muerto, parecía como si en realidad estuviese vivo, por cuanto nos dejó copia de sí en Pedro, al cual constituyó defensor de su casa y caminó por todas las vías de su padre, sin declinar a la derecha ni hacia la izquierda». Todo el que haya sentido alguna vez curiosidad por la historia de la Orden de San Francisco, se encontrará con un fenómeno digno de ponderación, que apenas halla par en la historia de la Iglesia: iluminado por Dios, se apoderó el Santo de Asís del espíritu del Evangelio y lo plasmó en una altísima regla de vida que, en consecuencia, se convierte en heroísmo. Este evangelio puro, a la letra, es la cumbre de la espiritualidad cristiana y hace de los hombres otros tantos Cristos, otros tantos estigmatizados interiores; pero choca también con la realidad de la concupiscencia y pone al hombre en un constante estado de tensión, donde las tendencias hacia el amor que se crucifica y hacia la carne que reclama su imperio luchan en toda su desnuda crudeza. Por eso ya en la vida de San Francisco se observa que su ideal, de extraordinaria potencia de atracción de almas sedientas de santidad, choca con las debilidades humanas de quienes lo abrazan. Y las almas, a veces, ceden en puntos de perfección, masivamente, en grandes grupos, y parece, sin embargo, como si el espíritu del fundador hubiese dejado en ellas una simiente de perpetuo descontento, una tremenda ansia de superación, y constantemente, apenas la llama del espíritu ha comenzado a flaquear, se levanta el espíritu hecho llama en otro hombre y comienza un movimiento de reforma. Nuestro Santo fue, de todos esos hombres, el más audaz, el más potente y el más avanzado. Su significación es, por tanto, doble: es reformador de la Orden y, a través de ella, de la Iglesia universal.
San Francisco entendió la santidad como una identificación perfecta con Cristo crucificado y trazó un camino para ir a Él. El itinerario comienza por una intuición del Verbo encarnado que muere en cruz por amor nuestro, moviendo al hombre a penitencia de sus culpas y arrastrándole a una estrecha imitación. Así introduce al alma en una total pobreza y renuncia de este mundo, en el que vivirá sin apego a criatura alguna, como extranjera y peregrina; de aquí la llevará a desear el oprobio y menosprecio de los hombres, será humilde; de aquí, despojada ya de todo obstáculo, a una entrega total al prójimo, en purísima caridad fraterna. Ya en este punto el hombre encuentra realizada una triple muerte a sí mismo: en el deseo de la posesión y del goce, en la propia estima, en el propio amor. Entonces ha logrado la perfecta identificación con el Cristo de la cruz. Esto, en San Francisco, floreció en llagas, impresas por divinas manos en el monte de la Verna. Y, cuando el hombre se ha configurado así con el Redentor, su vida adquiere una plenitud insospechada de carácter redentivo, completando en sí los padecimientos de Cristo por su Iglesia; se hace alma víctima y corredentora por su perfecta inmolación. Cuando el alma se ha unido así con Cristo ha encontrado la paz interior consumada en el amor y sus ojos purificados contemplan la hermosura de Dios en lo creado; queda internamente edificada en sencilla simplicidad; vive una perpetua y perfecta alegría, que es sonrisa de cruz. Es franciscana.
Por estos caminos, sin declinar, iba a correr nuestro Santo de Alcántara. Nos encontramos frente a una destacadísima personalidad religiosa, en la que no sabemos si admirar más los valores humanos fundamentales o los sobrenaturales añadidos por la gracia. San Pedro fue hombre de mediana estatura, bien parecido y proporcionado en todos sus miembros, varonilmente gracioso en el rostro, afable y cortés en la conversación, nunca demasiada; de exquisito trato social. Su memoria fue extraordinaria, llegando a dominar toda la Biblia; ingenio agudo; inteligencia despejadísima y una voluntad férrea ante la cual no existían los imposibles y que hermanaba perfectamente con una extrema sensibilidad y ternura hacia los dolores del prójimo. Es de considerar cómo, a pesar de su extrema dureza, atraía de manera irresistible a las almas y las empujaba por donde quería, sin que nadie pudiese escapar a su influencia. Cuando la penitencia le hubo consumido hasta secarle las carnes, en forma de parecer –según testimonio de quienes le trataron– un esqueleto recién salido del sepulcro; cuando la mortificación le impedía mirar a nadie cara a cara, emanaba de él, no obstante, una dulzura, una fuerza interior tal, que inmediatamente se imponía a quien le trataba, subyugándole y conduciéndole a placer.
Sus padres cuidaron esmeradamente de su formación intelectual. Estudió gramática en Alcántara y debía de tener once o doce años cuando marchó a Salamanca. Allí cursó la filosofía y comenzó el derecho. A los quince años había ya hecho el primero de leyes. Tornó a su villa natal en vacaciones, y entonces coincidieron las dudas sobre la elección de estado con un período de tentaciones intensas. Un día el joven vio pasar ante su puerta unos franciscanos descalzos y marchó tras ellos, escapándose de casa apenas si cumplidos los dieciséis años y tomando el hábito en el convento de los Majarretes, junto a Valencia de Alcántara, en la raya portuguesa, año de 1515.
Fray Juan de Guadalupe había fundado en 1494 una reforma de la Orden conocida comúnmente con el nombre de la de los descalzos. Esta reforma pasó tiempos angustiosos, combatida por todas partes, autorizada y suprimida varias veces por los Papas, hasta que logró estabilizarse en 1515 con el nombre de Custodia de Extremadura y más tarde provincia descalza de San Gabriel. Exactamente el año en que San Pedro tomó el santo hábito.
La vida franciscana de éste fue precedida por larga preparación. Desde luego que nos enfrentamos con un individuo extraordinario. De él puede decirse con exactitud que Dios le poseyó desde el principio de sus vías. A los siete años de edad era ya su oración continua y extática; su modestia, sin par. En Salamanca daba su comida de limosna, servía a los enfermos, y era tal la modestia de su continente que, cuando los estudiantes resbalaban en conversaciones no limpias y le veían llegar, se decían: «El de Alcántara viene, mudemos de plática».
Claro está que solamente la entrada en religión, y precisamente en los descalzos, podía permitir que la acción del espíritu se explayase en su alma. Cuando San Pedro, después de haber pasado milagrosamente el río Tiétar, llamó a la puerta del convento de los Majarretes, encontró allí hombres verdaderamente santos, probados en mil tribulaciones por la observancia de su ideal altísimo, pero pronto les superó a todos. En él estaba manifiestamente el dedo de Dios.
Apenas entrado en el noviciado se entregó absolutamente a la acción de la divina gracia. Fue nuestro Santo ardiente amador y su vida se polarizó en torno a Dios, con exclusión de cualquier cosa que pudiese estorbarlo. El misterio de la Santísima Trinidad, donde Dios se revela viviente y fecundo; la encarnación del Verbo y la pasión de Cristo; la Virgen concebida sin mancha de pecado original, eran misterios que atraían con fuerza irresistible sus impulsos interiores. Ya desde el principio más bien pareció ángel que hombre, pues vivía en continua oración. Dios le arrebataba de tal forma que muchas veces durante toda su vida se le vio elevarse en el aire sobre los más altos árboles, permanecer sin sentido, atravesar los ríos andando sin darse cuenta por encima de sus aguas, absorto en el ininterrumpido coloquio interior. Como consecuencia que parece natural, ya desde el principio se manifestó hombre totalmente muerto al mundo y al uso de los sentidos. Nunca miró a nadie a la cara. Sólo conocía a los que le trataban por la voz; ignoraba los techos de las casas donde vivía, la situación de las habitaciones, los árboles del huerto. A veces caminaba muchas horas con los ojos completamente cerrados y tomaba a tientas la pobre refacción.
Gustaba tener huertecillos en los conventos donde poder salir en las noches a contemplar el cielo estrellado, y la contemplación de las criaturas fue siempre para su alma escala conductora a Dios.
Como es lógico, esta invasión divina respondía a la generosidad con que San Pedro se abrazara a la pobreza real y a la cruz de una increíble mortificación. Esta fue tanta que ha pasado a calificarle como portento, y de los más raros, en la Iglesia de Cristo. Ciertamente parece de carácter milagroso y no se explica sin una especial intervención divina.
Si en la mortificación de la vista había llegado, cual declaró a Santa Teresa, al extremo de que igual le diera ver que no ver, tener los ojos cerrados que abiertos, es casi increíble el que durante cuarenta años sólo durmiera hora y media cada día, y eso sentado en el suelo, acurrucado en la pequeña celda donde no cabía estirado ni de pie, y apoyada la cabeza en un madero. Comía, de tres en tres días solamente, pan negro y duro, hierbas amargas y rara vez legumbres nauseabundas, de rodillas; en ocasiones pasaba seis u ocho días sin probar alimento, sin que nadie pudiese evitarlo, pues, si querían regalarle de forma que no lo pudiese huir, eran luego sus penitencias tan duras que preferían no dar ocasión a ellas y le dejaban en paz.
Llevó muchísimos años un cilicio de hoja de lata a modo de armadura con puntas vueltas hacia la carne. El aspecto de su cuerpo, para quienes le vieron desnudo, era fantástico: tenía piel y huesos solamente; el cilicio descubría en algunas partes el hueso y lo restante de la piel era azotado sin piedad dos veces por día, hasta sangrar y supurar en úlceras horrendas que no había modo de curar, cayéndole muchas veces la sangre hasta los pies. Se cubría con el sayal más remendado que encontraba; llevaba unos paños menores que, con el sayal, constituían asperísimo cilicio. El hábito era estrecho y en invierno le acompañaba un manto que no llegaba a cubrir las rodillas. Como solamente tenía uno, veíase obligado a desnudarse para lavarlo, a escondidas, y tornaba a ponérselo, muchas veces helado, apenas lo terminaba de lavar y se había escurrido un tanto. Cuando no podía estar en la celda por el rigor del frío solía calentarse poniéndose desnudo en la corriente helada que iba de la puerta a la ventana abiertas; luego las cerraba poco a poco, y, finalmente, se ponía el hábito y amonestaba al hermano asno para que no se quejase con tanto regalo y no le impidiese la oración.
Su aspecto exterior era impresionante, de forma que predicaba solamente con él: la cara esquelética; los ojos de fulgor intensísimo, capaces de descubrir los secretos más íntimos del corazón, siempre bajos y cerrados; la cabeza quemada por el sol y el hielo, llena de ampollas y de golpes que se daba por no mirar cuando pasaba por puertas bajas, de forma que a menudo le iba escurriendo la sangre por la faz; los pies siempre descalzos, partidos y llagados por no ver dónde los asentaba y no cuidarse de las zarzas y piedras de los caminos.
San Pedro era víctima del amor de Dios más ardiente y su cuerpo no había florecido en cinco llagas como San Francisco, sino que se había convertido en una sola, pura, inmensa. Su vida entera fue una continua crucifixión, llenando en esta inmolación de amor por las almas las exigencias más entrañables del ideal franciscano.
No es de extrañar, claro está, que su vista no repeliese. Juntaba al durísimo aspecto externo una suavidad tal, un profundo sentido de humana ternura y comprensión hacia el prójimo, una afabilidad, cortesía de modales y un tal ardor de caridad fraterna, que atraía irresistiblemente a los demás, de cualquier clase y condición que fuesen. Es que el Santo era todo fuerza de amor y potencia de espíritu. Aborrecía los cumplimientos, pero era cuidadoso de las formas sociales y cultivaba intensamente la amistad. Tuvo íntima relación con los grandes santos de su época: San Francisco de Borja, quien llamaba «su paraíso» al convento de El Pedroso donde el Santo comenzó su reforma; el beato Juan de Ribera, Santa Teresa de Jesús, a quien ayudó eficazmente en la reforma carmelitana y a cuyo espíritu dio aprobación definitiva. Acudieron a él reyes, obispos y grandes. Carlos V y su hija Juana le solicitaron como confesor, negándose a ello por humildad y por desagradarle el género de vida consiguiente. Los reyes de Portugal fueron muy devotos suyos y le ayudaron muchas veces en sus trabajos. A todos imponía su espíritu noble y ardiente, su conocimiento del mundo y de las almas, su caridad no fingida.
Secuela de todo esto fue la eficacia de su intenso apostolado. San Pedro de Alcántara es un auténtico santo franciscano y su vida lo menos parecido posible a la de un cenobita. Como vivía para Dios completamente no le hacía el menor daño el contacto con el mundo. A pesar de ello le asaltaron con frecuencia graves tentaciones de impureza, que remediaba en forma simple y eficaz: azotarse hasta derramar sangre, sumergirse en estanques de agua helada, revolcarse entre zarzas y espinas. Desde los veinticinco años, en que por obediencia le hacen superior, estuvo constantemente en viajes apostólicos. Su predicación era sencilla, evangélica, más de ejemplo que de palabra. En el confesonario pasaba horas incontables y poseía el don de mover los corazones más empedernidos. Fue extraordinario como director espiritual, ya que penetraba el interior de las almas con seguro tino y prudencia exquisita: así fue solicitado en consejo por toda clase de hombres y mujeres, lo mismo gente sencilla de pueblo que nobles y reyes; igual teólogos y predicadores que monjas simples y vulgo ignorante. Amó a los niños y era amado por ellos, llegando a instalar en El Pedroso una escuelita donde enseñarles. Predicó constantemente la paz y la procuró eficazmente entre los hombres.
Dios confirmó todo esto con abundancia de milagros: innúmeras veces pasó los ríos a pie enjuto; dio de comer prodigiosamente a los religiosos necesitados; curó enfermos; profetizó; plantó su báculo en tierra y se desarrolló en una higuera que aún hoy se conserva; atravesó tempestades sin que la lluvia calara sus vestidos, y en una de nieve ésta le respetó hasta el punto de formar a su alrededor una especie de tienda blanca. Y sobre todas estas cosas el auténtico milagro de su penitencia.
Aún, sin embargo, nos falta conocer el aspecto más original del Santo: su espíritu reformador. No solamente ayuda mucho a Santa Teresa para implantar la reforma carmelitana; no se contenta con ayudar a un religioso a la fundación de una provincia franciscana reformada en Portugal, sino que él mismo funda con licencia pontificia la provincia de San José, que produjo a la Iglesia mártires, beatos y santos de primera talla. Si bien él mismo había tomado el hábito en una provincia franciscana austerísima, la de San Gabriel, quiso elevar la pobreza y austeridad a una mayor perfección, mediante leyes a propósito y, sobre todo, deseó extender por todo el mundo el genuino espíritu franciscano que llevaba en las venas, cosa que, por azares históricos, estaba prohibido a la dicha provincia de San Gabriel, que sólo podía mantener un limitado número de conventos. Con muchas contradicciones dio comienzo a su obra en 1556, en el convento de El Pedroso, y pronto la vio extendida a Galicia, Castilla, Valencia; más tarde China, Filipinas, América. Los alcantarinos eran proverbio de santidad entre el pueblo y los doctos por su vida maravillosamente penitentes. Dice un biógrafo que vivían en sus conventos –diminutos, desprovistos de toda comodidad– una vida que más bien tenía visos de muerte. Cocinaban una vez por semana, y aquel potaje se hacía insufrible al mejor estómago. Sus celdas parecían sepulcros. La oración era sin límites, igual que las penitencias corporales. Y si bien es cierto que las constituciones dadas por el Santo son muy moderadas en cuanto a esto, sin exigir mucho más allá que las demás reformas franciscanas conocidas, no se puede dudar que su poderosísimo espíritu dejó en sus seguidores una imborrable huella y un deseo extremo de imitación. Y es sorprendente el genuino espíritu franciscano que les comunicó, ya que tal penitencia no les distanciaba del pueblo, antes los unía más a él. Construían los conventos junto a pueblos y ciudades, mezclándose con la gente a través del desempeño del ministerio sacerdotal, en la ayuda a los párrocos, enseñanza a los niños; siempre afables y corteses, penitentes y profundamente humanos.
El 18 de octubre de 1562 murió en el convento de Arenas.
La Santa de Avila vio volar su alma al cielo y la oyó gozarse de la gloria ganada con su excelsa penitencia. El Santo moría en paz. Dejaba una obra hecha: una escuela de santos, un colegio de almas intercesoras y víctimas por las culpas del mundo. Sus penitencias llegaron a parecer a algunos «locuras y temeridades de hombre desesperado»; las gentes le tuvieron muchas veces por loco al ver los extremos a que le llevaba su vida de contemplación. Sólo que, como muy gentilmente aclaró a sus monjas Santa Teresa, aquellas locuras del bendito fray Pedro eran precisamente locuras de amor. Cuando Cristo ama intensamente a un alma no descansa hasta clavarla consigo en la cruz. Cuando un alma ama a Cristo no desea sino compartir con Él los mismos dolores, oprobios y menosprecios. La vocación franciscana es, recordémoslo, una vocación de amor crucificado y San Pedro supo vivirla con plenitud. Su penitencia venía condicionada por su papel corredentivo en la Iglesia de Dios y, si no a todos es dado imitarla materialmente, sí es exigido amar como él amó y desprenderse por amor, y al menos en espíritu, de las cosas temporales, abrazándose a la cruz.

Pedro de Tsetinia, Santo
Bispo, 18 de Outubro

Pedro de Tsetinia, Santo

Pedro de Tsetinia, Santo

Outubro 18

Etimologicamente significa “rocha”. Vem da língua hebraica.
Há pessoas que marcam toda uma época e estilo de vida, inclusive quando são reis de um povo.
Sentem a necessidade de estar cheios de Deus e vazios de muitas tonterias que se nos acumulam na vida. Balduíno, rei de Bélgica, disse um dia estas palavras:"O Senhor nos concedeu uma graça ao fazer-nos sentir um vazio ante tudo o que não é ele".
Este jovem era originário de Niegouch, Montenegro. Devia ser um rapaz muito bem dotado nos valores que dão consistência à pessoa.
A los 12 años entró ya de monje. Tenía firmemente arraigada la fe. Y como consecuente con ella, dedicó toda su vida a defender a su pueblo para que nunca la perdiera.
Supo llevar muy bien tanto el gobierno de su pequeño reino del que era el soberano, como la pastoral y la dirección espiritual del mismo, ya que era el metropolita.
En su tiempo había luchas entre clanes rivales. Con sus dotes de gobierno y la santidad de su propia vida logró que todos se entendieran e hiciesen las paces.
Cuando el peligro provenía del exterior, también tuvo arranque y valor para combatir – como soberano – contra los ejércitos del mismo Napoleón I.
Consiguió dominarlo en la batalla de Boka. Esto contribuyó a que su fama corriera por Europa como la espuma.
En el trato con los otros demostraba su recia personalidad, su bondad e indulgencia para con los demás, pero era muy exigente consigo mismo.
Aunque fue el príncipe y obispo de Montenegro, llevó una vida personal parecida más bien a la de asceta o monje.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!

Justo de Auxerre, Santo
Mártir, 18 de Outubro

Justo de Auxerre, Santo

Justo de Auxerre, Santo

Mártir
Outubro 18

Etimologicamente significa “ prudente, recto”. Vem da língua latina.
Jesús dijo:”No son los sanos los que tienen necesidad de médico sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Nació este mártir de la Iglesia en la ciudad de Auxerre, en la Borgoña.
Sus padres eran profundamente cristianos. Aunque era todavía un niño, sin embargo, gracia a su educación, parecía más maduro de lo que aparentaba.
A los ocho años sostenía controversias contra los paganos, que invadían la región, sobre temas religiosos.
Tenía una inteligencia poco común. No llegó a conocer a su hermano Justiniano.
Se lo robaron a sus padres para venderlo a unos mercaderes de Beauvais.
Dios le reveló a Justo en dónde estaba. Llegados a la casa del comerciante, éste reunió a los doce esclavos. Le devolvió a su hijo con la única condición de que salieran en seguida de la ciudad.
Pero el gobernador mandó que los cogieran. Quería vengarse de su condición cristiana. No podía, influido por los paganos pudientes, ver a un seguidor de Jesucristo.
Una vez que tuvo ante su presencial al bueno de Justo, lo envió a una hoguera. No se sabe qué hizo con su padre y su madre.
Su cabeza se venera hoy en Beauvais.
Era el año 306.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!

http://es.catholic.net/santoral

 

Recolha, transcrição e tradução incompleta de António Fonseca

Igreja da Comunidade de São Paulo do Viso

Nº 5 801 - SÉRIE DE 2024 - Nº (277) - SANTOS DE CADA DIA - 2 DE OUTUBRO DE 2024

   Caros Amigos 17º ano com início na edição  Nº 5 469  OBSERVAÇÃO: Hoje inicia-se nova numeração anual Este é, portanto, o 277º  Número da ...