• Avito, Santo
Junho 17 - Abade
Avito, Santo
Abade
A longínqua história de Avito a conhece plenamente só Deus; os documentos que temos hoje mostram o núcleo histórico de sua existência santa, mas à falta de outros dados, os relatos posteriores falam dele com os adornos acrescidos pela fábula e a devoção popular menos exigente com a verdade histórica e mais condescendente com os eflúvios da piedade.
Se diz dele que nasceu na zona de Orleães, tendo por pais a uns cristãos pobres e que, quando era pequeno conheceu os monges da abadia de Micy que está próxima à cidade; levado da curiosidade própria das crianças, lhes perguntou, quem eram, que faziam, porque vigiam longe das pessoas e para que serviam. Essas perguntas, contestadas com simpatia e desembaraço por algum daqueles frades que tinha graça e estava cheio de sentido sobrenatural, ditas ao alcance de uma cabecita pequena deram fruto com a passagem dos anos. Um belo dia, aquela curiosidade se no mosteiro e que se não pode ser como monge, que o admita como criado. Está disposto a não deixar a porta do convento e a morrer de frio e de fome até conseguir o que pede.
Cuentan de él que la primera época de fraile la vivió tan amable, servicial y obediente que su sencillez y deseos de agradar a la comunidad a veces fue considerado por algunos como una actitud que rayaba con lo estúpido.
De todos modos, el abad experimentado descubre el regalo que les ha llegado del cielo; el abad le encomienda muy pronto el oficio de ecónomo y pasa a ser el responsable de preparar las cosas que atañen en el convento al alimento de los frailes; debe cuidar de que no les falte el alimento necesario, ha de disponer el orden de las comidas, cuidar del pobre almacén, reponer alimentos y reservar una parte para los pobres cosa en la que siempre se mostró lleno de generosidad. Que lo hiciera bien o mal en preparar la intendencia sólo Dios lo sabe, pero el resultado fue la continua crítica y murmuración que provocó en los compañeros de salmos.
La situación de aparente fracaso le llevó a replantearse con mayor seriedad sus deseos de soledad. Resuelve el asunto, después de haberlo rezado y pensando Dios le pedía un cambio; organiza una trama nocturna consistente en introducirse en la celda del abad, esperar a que lo rinda el sueño y meter bajo su almohada las llaves de ecónomo, simbolizando con ello su renuncia al cargo. Se marcha del monasterio. Ahora sí que podrá en el bosque cercano dedicarse a la oración y penitencia a sus anchas sin necesidad de escuchar las protestas de sus hermanos y dando cuenta al abad de su vida de vez en cuando. Intentará imitar a los ermitaños comiendo la yerba, raíces y frutas que encuentre por el campo.
Hizo falta el ruego de los frailes y la intervención del obispo de Orleáns para sacarlo del retiro de Solaña y conseguir que aceptara el gobierno de la abadía, en el año 520, después de la muerte de Maximiano. El nuevo abad hace más con humildad y ejemplo que con mandatos; pero por su medio se restablece la primera disciplina y se eleva el tono sobrenatural del monasterio. Las cosas marchan bien, pero a él le sigue hormigueando en el alma el run-run de la soledad.
Ahora será Percha, más distante y menos accesible el nuevo lugar donde plantará su residencia entre cuevas o chozas de ramas de árboles. Allí no será fácil que le encuentren los monjes en caso de que le busquen; ha llevado con él a otro fraile que también tenía las mismas ansias de soledad. Vivirán como en la primera época en la contemplación y penitencia, metidos en el alejamiento y el silencio. Sólo que no pudo ser por mucho tiempo porque lo descubrió el milagro de Avito: un porquero mudo desde niño, por mandato del santo ha comenzado a hablar, y ya es imposible hacerlo callar. Y la gente se entera ¡Adiós soledad! La noticia del hecho se transmite y la gente acude a ver y a tocar; él catequiza, enseña, reza y hace rezar. Vienen discípulos y, sin quererlo, no hay más remedio que fundar el monasterio que con el tiempo llevará su nombre.
Dicen que a ruegos de Avito, llegaron a soltar en Orleáns a los presos de la cárcel. Y además hablan del ciego curado milagrosamente; y el mismo Lubin, el obispo de Chartres, relata la resurrección de un monje. Y con el rey Clodomiro, el hijo de Clodoveo y Clotilde, tiene palabras de paz intercediendo por el preso rey de Borgoña, Segismundo y su familia.
Después de muerto, refieren de él muchos milagros y le atribuyen bastantes victorias guerreras logradas por su intercesión.
Avito terminó sus días el 17 de junio del año 530. Chateaudrum y Orleáns se distribuirán posteriormente sus preciosas reliquias.
• Joseph-Marie Cassant, Beato
Junho 17 - Monge Trapista
Joseph-Marie Cassant, Beato
Monge Trapista
Joseph-Marie Cassant nasceu em 6 de Março de 1878 em Casseneuil, no Lot-et-Garonne (diocese de Agen, França) numa família de agricultores que já contava com um filho varão de nove anos.
Estudou no internato dos irmãos de São Juan Bautista de la Salle de Casseneuil, onde teve dificuldades devido a sua falta de memória. Tanto em sua casa como no internato recebeu uma sólida formação cristã e, pouco a pouco, cresceu nele o desejo profundo de ser sacerdote.
Seu pároco, D. Filhol, o apreciava muito e o ajudou em seus estudos por meio de um vigário, mas sua pouca memória seguiu sendo um obstáculo para seu ingresso no seminário menor. Entretanto, o adolescente foi-se introduzindo no silêncio, o recolhimento e a oração. O pároco Filhol lhe sugeriu que se dirigisse à Trapa: o jovem de 16 anos aceitou sem duvidar. Após um tempo de prova na casa paroquial, Joseph entrou na abadia cisterciense de Santa María del Desierto (diocese de Toulouse, França) em 5 de Dezembro de 1894.
En ese momento el maestro de novicios era el Padre André Malet. Él sabia captar las necesidades de las almas y responder a ellas con humanidad. Desde el primer encuentro manifestó su benevolencia: «!Confía! yo te ayudaré a amar a Jesús». Los hermanos del monasterio no tardaron en mostrar aprecio por el recién llegado: Joseph no era ni discutidor ni gruñón, sino que siempre estaba contento y sonriente.
Contemplando frecuentemente a Jesús en su pasión y en la cruz, el joven monje se impregnó del amor a Cristo. El «camino del Corazón de Jesús», que le enseñó el Padre André, es una llamada incesante a vivir el instante presente con paciencia, esperanza y amor. El Hermano Joseph-Marie es consciente de sus lagunas y su debilidad. Pero se fía cada vez más de Jesús que es su fuerza. No le gustan las medias tintas. Quiere darse totalmente a Cristo. Su divisa lo atestigua: «Todo por Jesús, todo por María». Fue admitido a pronunciar sus votos definitivos el 24 de mayo del 1900, en la fiesta de la Ascensión.
A partir de entonces comenzó su preparación al sacerdocio. El Hermano Joseph-Marie lo deseaba sobre todo en función de la Eucaristía. Ésta es para él la realidad presente y viviente de Jesús: el Salvador entregado totalmente a los hombres, cuyo corazón traspasado en la cruz, acoge con ternura a los que acuden a Él con confianza. Los cursos de teología que le dio un hermano poco comprensivo causaron afrentas muy dolorosas en la viva sensibilidad del joven monje. En todas las contradicciones él se apoya en Cristo presente en la Eucaristía, «la única felicidad en la tierra», y confía su sufrimiento al Padre André que lo ilumina y reconforta. Finalmente, habiendo aprobado los exámenes, tiene la inmensa alegría de recibir la ordenación sacerdotal el 12 de octubre de 1902.
Pronto constatan que está afectado de tuberculosis. El mal está muy avanzado. El joven sacerdote no revela sus sufrimientos hasta el momento en que no puede ocultarlos más: por qué quejarse cuando se medita frecuentemente el Vía Crucis del Salvador? A pesar de su estancia de siete semanas con su familia, a petición del Padre Abad, sus fuerzas declinan cada vez más. A su regreso al monasterio, lo mandan a la enfermería donde tuvo una nueva ocasión de ofrecer, por Cristo y la Iglesia, sus sufrimientos físicos cada vez más intolerables, agravados por las negligencias de su enfermero. Más que nunca, el Padre André le escucha, le aconseja y le sostiene. Joseph-Marie dijo: «Cuando no pueda celebrar más la Misa, Jesús podrá retirarme de este mundo». El 17 de Junio de 1903, por la mañana, tras comulgar, el Padre Joseph-Marie alcanzó para siempre a Cristo Jesús.
El 9 de junio de 1984, el Santo Padre Juan Pablo II reconoció la heroicidad de sus virtudes, beatificándolo el 3 de octubre de 2004 en la Plaza de San Pedro en Roma.
A veces se ha subrayado la banalidad de esta corta existencia: dieciséis años discretos pasados en Casseneuil y nueve años en la clausura de un monasterio, haciendo cosas simples: oración, estudios, trabajo. Cosas simples, sí, pero supo vivirlas de forma extraordinaria; pequeñas acciones, pero realizadas con una generosidad sin límites. Cristo puso en su espíritu, limpio como agua de manantial, la convicción de que sólo Dios es la suprema felicidad, que su Reino es semejante a un tesoro escondido y a una perla preciosa.
El mensaje del Padre Joseph-Marie es muy actual: en un mundo de desconfianza, a menudo víctima de la desesperación, pero sediento de amor y de ternura, su vida puede ser una respuesta, sobre todo para los jóvenes que buscan un sentido a la propia vida. Joseph-Marie fue un adolescente sin relieve ni valor a los ojos de los hombres. Debe el acierto de su vida al encuentro impresionante con Jesús. Supo seguirle en una comunidad de hermanos, con el apoyo de un Padre espiritual que fue al mismo tiempo testimonio de Cristo y capaz de acoger y comprender.
Él es para los pequeños y humildes un magnífico modelo. Les enseña cómo vivir, día tras día, para Cristo, con amor, energía y fidelidad, aceptando ser ayudados por un hermano o una hermana experimentados, capaces de conducirlos tras las huellas de Jesús.
Reproducido con autorización de Vatican.va
• Alberto Adamo Chmielowski, Santo
Junho 17 - Fundador
Alberto Adamo Chmielowski, Santo
Fundador
Martirológio Romano: Em Cracóvia, na Polónia, santo Alberto (Adão) Chmielowski, religioso, célebre pintor, o qual se entregou aos pobres procurando ser bom com todos, e fundou as Congregações de Irmãos e irmãs da Terceira Ordem de São Francisco, servos dos pobres (1916).
Alberto Chmielowski nasceu em Igolomia, perto de Cracóvia (Polónia), em 20 de Agosto de 1845, de pais nobres. Cresceu num clima de ideais patrióticos, de uma profunda fé em Deus e de amor cristão para com os pobres. Ficou órfão muito cedo e seus familiares se encarregaram dele e dos demais irmãos. Aos 18 anos se matriculou no Instituto Politécnico de Pulawy. Tomou parte na insurreição de Polónia em 1863. Caiu prisioneiro e foi-lhe amputada uma perna por causa de uma ferida. Ao fracassar a insurreição, se mudou para o estrangeiro, fugindo da represália czarista.
En Gante (Bélgica) inició estudios de ingeniería. Dotado de buenas cualidades artísticas, decidió estudiar pintura en París y en Munich. En 1874, maduro ya como artista, regresó a Polonia, decidido a dedicar “el arte, el talento y sus aspiraciones a la gloria de Dios”. Uno de los mejores cuadros, el “Ecce Homo”, fue el resultado de una experiencia profunda del amor misericordioso de Cristo hacia el hombre, experiencia que llevó a Chmielowski a su transformación espiritual.
En 1880 entró en la Compañía de Jesús como hermano lego. Después de seis meses tuvo que dejar el noviciado por su mala salud. Acercándose a la miseria material y moral de quienes carecen de techo y a los desheredados en los dormitorios públicos de Cracovia, descubrió en la dignidad menospreciada de aquellos pobrecillos el rostro humillado de Cristo, y decidió por amor del Señor renunciar al arte y vivir al lado de los marginados una vida pobre, dedicándoles toda su persona.
El 25 de agosto de 1887 vistió el sayal gris y tomó el nombre de hermano Alberto. Pasado un año, pronunció los votos religiosos, iniciando la congregación de los Hermanos de la Orden Tercera de San Francisco, denominados Siervos de los Pobres o Albertinos. En 1891 fundó la rama femenina de la misma congregación (Albertinas) con la finalidad de socorrer a las mujeres necesitadas y a los niños. El hermano Alberto organizó asilos para pobres, casas para mutilados e incurables, envió a las hermanas a trabajar en hospitales militares y lazaretos, fundó comedores públicos para pobres, orfanatorios para niños y jóvenes sin techo. Todos contaban con su ayuda, sin distinción de religión o nacionalidad.
Para su acción caritativa tomaba fuerza del misterio de la Eucaristía y de la Cruz. A pesar de su invalidez, viajaba mucho para fundar nuevos asilos en otras ciudades de Polonia y para visitar las casas religiosas. Gracias a su espíritu emprendedor, cuando murió dejó fundadas 21 casas religiosas en las cuales prestaban su trabajo 40 hermanos y 120 religiosos. Murió pobre entre los pobres, de cáncer de estómago, el día de Navidad de 1916 en Cracovia, en el asilo que él mismo fundó. Antes de su muerte dijo a los hermanos y hermanas, señalando a la Virgen de Czestochowa: “Esta Virgen es vuestra fundadora, recordadlo”. Y “Ante todo, observad la pobreza”. Enseñó a todos con el ejemplo de su vida que “es necesario ser buenos como el pan, que está en la mesa, y que cada cual puede tomar para satisfacer el hambre”.
Alberto Adamo Chmielowski, Santo
Es considerado entre sus hermanos el San Francisco polaco del siglo XX.
El hermano Alberto fue beatificado en Cracovia el 22 de junio de 1983 por el Papa Juan Pablo II, quien también lo canonizó el 12 de noviembre de 1989 en Roma.
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ACI PRENSA
La vida del Santo que inspiró la vocación del
Papa Juan Pablo II
Alberto, en su juventud, luchó por la libertad de su patria; luego se dedicó al estudio y al ejercicio de su vocación artística en el campo de la pintura; pero pronto centró su vida en el seguimiento de Cristo que atiende a los más pobres y necesitados; los "Albertinos" y "Albertinas", por él fundados en el seno de la Orden Tercera de San Francisco, han seguido y ampliado su obra y su estilo humilde y fraterno.
Alberto Chmielowski, en el siglo Adán, nació en Igolomia, cerca de Cracovia (Polonia), el 20 de agosto de 1845, de padres nobles: Adalberto y Josefina Borzyslawska. Creció en un clima de ideales patrióticos, de una profunda fe en Dios y de amor cristiano hacia los pobres. Quedó huérfano muy pronto y sus familiares se hicieron cargo de él y de los demás hermanos, ocupándose de su formación.
A los 18 años se matriculó en el Instituto Politécnico de Pulawy. Tomó parte en la insurrección de Polonia en 1863. Cayó prisionero y se le amputó una pierna a causa de una herida. Al fracasar la insurrección, se trasladó al extranjero, huyendo de la represalia zarista. En Gante (Bélgica) inició estudios de ingeniería. Dotado de buenas cualidades artísticas, decidió estudiar pintura en París y en Munich. En 1874, maduro ya como artista, regresó a Polonia, decidido a dedicar «el arte, el talento y sus aspiraciones a la gloria de Dios». Comenzaron así a predominar en sus actividades artísticas los temas religiosos. Uno de los mejores cuadros, el «Ecce Homo», fue el resultado de una experiencia profunda del amor misericordioso de Cristo hacia el hombre, experiencia que llevó a Chmielowski a su transformación espiritual.
En 1880 entró en la Compañía de Jesús como hermano lego. Después de seis meses tuvo que dejar el noviciado por su mala salud. Superada una profunda crisis espiritual, comenzó una nueva vida, dedicada totalmente a Dios y a los hermanos. Acercándose a la miseria material y moral de quienes carecen de techo y a los desheredados en los dormitorios públicos de Cracovia, descubrió en la dignidad menospreciada de aquellos pobrecillos el rostro humillado de Cristo, y decidió por amor del Señor renunciar al arte y vivir al lado de los marginados una vida pobre, dedicándoles toda su persona.
El 25 de agosto de 1887 vistió el sayal gris y tomó el nombre de hermano Alberto. Pasado un año, pronunció los votos religiosos, iniciando la congregación de los Hermanos de la Orden Tercera de San Francisco, denominados Siervos de los Pobres o Albertinos. En 1891 fundó la rama femenina de la misma congregación (Albertinas) con la finalidad de socorrer a las mujeres necesitadas y a los niños. El hermano Alberto organizó asilos para pobres, casas para mutilados e incurables, envió a las hermanas a trabajar en hospitales militares y lazaretos, fundó comedores públicos para pobres, y asilos y orfanotrofios para niños y jóvenes sin techo. En los asilos para los pobres, los hambrientos recibían pan; los sin techo, alojamiento; los desnudos, vestidos; y los desocupados eran orientados a un trabajo. Todos contaban con su ayuda, sin distinción de religión o nacionalidad. En la medida en que satisfacía las necesidades elementales de los pobres, el hermano Alberto se ocupaba también paternalmente de sus almas, tratando de reavivar en ellos la dignidad humana, ayudándoles a reconciliarse con Dios.
Tomaba fuerza del misterio de la Eucaristía y de la Cruz para su acción caritativa. A pesar de su invalidez, viajaba mucho para fundar nuevos asilos en otras ciudades de Polonia y para visitar las casas religiosas. Gracias a su espíritu emprendedor, cuando murió dejó fundadas 21 casas religiosas en las cuales prestaban su trabajo 40 hermanos y 120 religiosos.
Murió, de cáncer de estómago, el día de Navidad de 1916 en Cracovia, en el asilo por él fundado, pobre entre los pobres.
Antes de su muerte dijo a los hermanos y hermanas, señalando a la Virgen de Czestochowa: «Esta Virgen es vuestra fundadora, recordadlo». Y: «Ante todo, observad la pobreza». Su entera dedicación a Dios mediante el servicio a los más necesitados, su pobreza evangélica a imitación de San Francisco de Asís, su filial confianza en la divina Providencia, su espíritu de oración y su unión con Dios en el trabajo de cada día son la herencia que ha dejado el hermano Alberto a sus hijos e hijas espirituales. Enseñó a todos con el ejemplo de su vida que «es necesario ser buenos como el pan, que está en la mesa, y que cada cual puede tomar para satisfacer el hambre».
La herencia espiritual del hermano Alberto pervive en sus congregaciones, que extienden su acción misionera por tierras de Polonia, Italia, Estados Unidos y Argentina. Convencidos de la santidad del hermano Alberto, sus contemporáneos lo definieron como «el hombre más grande de su generación». Considerado el San Francisco polaco del siglo XX, el hermano Alberto fue beatificado en Cracovia el 22 de junio de 1983 por el Papa Juan Pablo II, quien también lo canonizó el 12 de noviembre de 1989 en Roma.
• Rainiero (ou Rainério) de Pisa, Santo
Junho 17 Trovador
Rainiero de Pisa, Santo
Trovador
Rainério, natural de Pisa, era tocador de lira. Encontrou um dia Alberto da Córsega; era este pessoa de grande santidade, que tudo abandonara para seguir a Cristo; visitara como peregrino os Lugares Santos e iria morrer perto de Paris, no reinado de Luís VII. Rainério pediu ao homem de Deus que rogasse por ele. Obteve converter-se. Rainério confessou os pecados e chorou-os tão amargamente que os seus julgaram que estava doido e não fizeram caso dele. Viveu como solitário. Durante algum tempo esteve cego. Os pais, vindo a saber isto, voltaram consternados a encontrar-se com ele. Foi o amor filial que o levou a pedir e obter a própria cura. Por ordem de Deus, embarcou para a Terra Santa, como mercador. Só comia duas vezes por semana, e durante quatro anos não restabeleceu as forças senão aos domingos, embora se entregasse a trabalhos pesados. vestiu o hábito de peregrino que ardentemente desejava.Visitou os Lugares Santos com grande fervor, vivendo apenas de esmolas; jejuou 40 dias no mesmo lugar em que Jesus disso exactamente deu exemplo, no monte da Quarentena. Gostava de rezar os salmos pelos defuntos. Muitas vezes lhe foi revelado o sentido profundo de passagens dos mesmos. Na peregrinação à Terra Santa, foi favorecido por Deus com numerosas visões. Por inspiração secreta, o Senhor chamou-o para voltar a Pisa. Esteve primeiro com os cónegos regulares, depois no mosteiro de S. Guido. Veio a ser, digamos assim, o director espiritual dos seus concidadãos e tornou-se notável pelos milagres; revelava segredos dos corações e expulsava demónios. Predisse a sua própria morte. Pouco antes de abandonar este mundo, formulou uma prece de bênção para o pão e a água. A água e o pão, assim benzidos por Rainério ou por outro mas com a sua fórmula, serenaram tempestades, curaram numerosos doentes e libertaram possessos e prisioneiros. Rainério morreu santamente em Pisa, na sexta-feira, 17 de Junho de 1160. Foi depositado no túmulo pelos cônsules desta cidade. Depois da morte, actua ainda ele com milagres, realizados sobretudo por meio da água que tenha sido benzida com a sua oração ou tenha estado no seu túmulo. Em 1591, ossadas suas foram colocadas com grande solenidade numa nave nova da catedral de Pisa; outras relíquias, devido à fama dos milagres, foram pedidas e obtidas pela rainha Joana de Aragão, em 1372. www.jesuitas.pt Ver também http://es.catholic.net/santoral
• Ismael, Manuel e Jabel, Santos
Junho 17 - Mártires
Ismael, Manuel e Jabel, Santos
Mártires
Nasceram na Pérsia, de mãe cristã, que os mandou educar religiosamente por Eunóico, varão muito culto na fé. Sendo enviados os três por Alamundaro, rei da Pérsia, ao imperador Julião, o Apóstata, para terminarem as pazes que entre os ditos príncipes estavam entabuladas, Julião levou-os consigo para Calcedónia e Bitínia, com muita honra. Mas, negando-se os três irmãos a assistir aos sacrifícios ordenados pelo imperador, foram, primeiro encarcerados e depois atormentados de vários modos. Foram, por fim, degolados, a 17 de Junho de 362. Neste dia louva-os o martirológio romano. www.jesuitas.pt Ver também http://es.catholic.net/santoral
Comentários ao P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com
• Teresa de Portugal, Santa
Junio 17 Cisterciense
Teresa de Portugal, Santa
Santa Teresa, filha do rei Sancho I de Portugal e de D. Dulce de Aragão, casou-se com seu primo, o rei Afonso IX de Leão. Após vários anos de feliz vida marital (e várias filhas), o matrimónio foi declarado nulo pelo parentesco demasiado estreito entre ela e Afonso e não haver recebido as dispensas apropriadas. Afonso casou-se com D. Berenguela, a mãe de Fernando III o Santo.
Teresa voltou ao mosteiro cisterciense de São Bento de Lorvão, próximo a Coimbra. Ali se entregou à prática de todas as virtudes até sua morte, em grande ancianidade, em 17 de Junho de 1250.
Foi enterrada em seu mesmo mosteiro, junto à tumba que ela havia disposto vinte anos antes para sua santa irmã Sancha, virgem clarissa, fundadora do convento de Santa Maria das Celas.
Teresa podia facilmente ter guardado rancor, mas não o fez. Com sua ajuda se alcançou um acordo pacífico.
Guardar rancor é como montar em bicicleta com uma pedra no sapato. Às vezes se vai para um lado, mas a maioria das vezes faz que cada pedalada seja miserável.
O pior dos rancores é a amargura que creiam em nossa alma. A miúdo a pessoa a que guardamos rancor nem sequer sabe que estamos molestados e enfurecidos com ela. Acabamos por gastar extraordinárias quantidades de tempo lavrando e planeando nossa vingança, para acabar descobrindo que a vingança nunca é tão doce como cremos que o vai ser. Se manténs rancor contra alguém o contra algo, agora é o momento de tirar a pedra do sapato. Tens a garantia de que te sentirás melhor e caminharás melhor.
Em 20 de Maio de 1705 o Papa Clemente XI confirmou seu culto.
• Pablo Burali, Beato
Junho 17 - Cardeal
Pablo Burali, Beato
Cardeal Bispo de Nápoles
Na povoação de Itri, situada perto da costa meridional de Itália, entre Fondi e Gaeta, nascia em 1511 o segundo dos quatro filhos que concedeu o céu aos nobres esposos Pablo Burali de Arezzo e Victoria Olivers, sendo-lhe imposto no baptismo o nome de Escipión.
A antiga família dos Burali procedia da cidade toscana de Arezzo e se havia distinguido pelos meritórios serviços prestados à monarquia no reino de Nápoles. O pai de Escipión era gentil-homem do rei católico de Espanha e diplomático ao serviço de Clemente VII. Sua mãe, Victoria Olivers, pertencia à alta nobreza de Barcelona.
A infância do gentil rebento dos Burali se caracterizou por precoces manifestações de uma inteligência despejada, ardentes mostras de amor a Deus e generosos sentimentos de compaixão e afecto para com os pobres e desgraçados. No ano 1524, em que Cayetano de Thiene fundava em Roma sua Ordem de clérigos regulares, a antiga universidade de Salerno abria suas portas ao jovem Escipión, que na flor de seus treze anos empreendia a rota de seus estudos literários para ser mais tarde glória fulgente da mesma Ordem.
Pocos años después fue Bolonia, la milenaria y docta ciudad de las cien torres, la que con el prestigio de su rancio abolengo cultural atrajo las miradas y el corazón del joven D´Arezzo. En su célebre Universidad, que resplandecía como "antorcha del derecho", completó su formación intelectual y cursó con brillantez los estudios de derecho civil y canónico, desentrañando ágilmente los áridos latines del Digesto, del Decreto de Graciano y de las decretales de los pontífices, que eran los textos vigentes en aquel tiempo. En la grave teoría de sus togados profesores emerge la relevante figura de Hugo Buoncompagni, el futuro Papa reformador del calendario, del cual será Burali, al correr de los años, colega en el Sacro Colegio Cardenalicio. En una época en que no existía una clara línea divisoria entre las disciplinas sacras y profanas, el novel jurisconsulto fue investido a los veinticinco años con la birreta doctoral en ambos derechos, avalando su ciencia jurídica con una profunda formación en teología dogmática y moral.
El foro napolitano fue la palestra donde, por espacio de doce años, ejerció el flamante jurista su carrera de abogado. Sus excepcionales dotes de prudencia y sinceridad, su insobornable lealtad y su acrisolado amor a los pobres, le granjearon bien pronto las generales simpatías de los napolitanos, los cuales rindieron homenaje a su sabiduría y a su virtud al designarle con este mote asaz honorable y expresivo: "el doctor de la verdad".
En 1550 una fuerte crisis religiosa, acompañada de lacerantes escrúpulos, le obligó a dejar las ocupaciones del foro para retirarse a su amada soledad de Itri y buscar en el silencio y trato íntimo con Dios la ruta definitiva que diera paz y consuelo a su espíritu, A los dos años el virrey de Felipe II, don Pedro de Toledo, le llamó otra vez a Nápoles y le nombró consejero regio y juez de lo criminal. Con repugnancia, y sólo por consejo de su director espiritual, aceptó Burali estos importantes cargos, que procuró servir con toda fidelidad y diligencia.
Cinco años antes, en 1547, había fallecido santamente, en la casa teatina de San Pablo el Mayor, Cayetano de Thiene. La bella Parténope, que había recibido con gozo el apostolado multiforme del fundador de los teatinos, postrada ahora ante su sepulcro, se nutría de su enjundiosa espiritualidad e imploraba su celestial protección. El padre Juan Marinonio, compañero e íntimo amigo de Cayetano, había recogido su herencia y presidía la Casa de San Pablo con la madurez de un magisterio lúcido en la dirección de los espíritus.
El jurisconsulto Burali frecuentaba la Casa de San Pablo y era hijo espiritual de Marinonio, lo mismo que otro abogado famoso, Andrés Avelino, que era ya sacerdote. Conquistados ambos por la espiritualidad teatina, suplicaron a su director y prepósito de la Casa su ingreso en la Orden, haciendo juntos el noviciado bajo la sabia dirección del mismo Marinonio. Exquisita amistad de tres almas excelsas, que se compenetraron tan intensamente hasta escalar las tres cumbres de la santidad y ser venerados en los altares. Más tarde un discípulo de Avelino, el padre Lorenzo Escúpoli, acuñará en uno de los más famosos libros de ascética, El combate espiritual, esa recia espiritualidad teatina que provocó el clima de la reforma católica y troqueló tan egregias figuras de santidad.
Al ingresar Burali, en 1557, en la Orden de clérigos regulares cambió su nombre de Escipión por el de Pablo, cuyo amor a Cristo deseaba imitar. La humildad y el desprecio absoluto de los bienes terrenos son notas básicas de la espiritualidad teatina. Por ello, al solicitar a sus cuarenta y seis años su entrada en la Orden, pidió ser admitido en calidad de hermano coadjutor, porque se reputaba indigno del ministerio sacerdotal. Marinonio no sólo no accedió a sus deseos, sino que, antes de terminar el noviciado, le mandó recibir las órdenes menores y el subdiaconado. En la festividad de la Purificación de María de 1558 emitió el antiguo consejero regio su profesión religiosa, y pocos meses después fue ordenado diácono y presbítero, celebrando su primera misa el domingo de Pascua de Resurrección.
Entonces comenzó la lucha entre la humildad del padre Burali, que desplegaba toda su sagacidad para esquivar honores y dignidades, y la providencia del Señor, que se complacía en elevarlo a los más altos cargos para que fuera uno de los mejores adalides de la reforma católica, Venció el brazo de Dios, que quiso hacer cosas grandes en su siervo. Pero éste exclamará humildemente a lo largo de su vida, con los ojos arrasados en lágrimas: “Dios le perdone al padre Juan, que quiso que yo me ordenase sacerdote".
El capítulo general le nombró en 1560 prepósito de la Casa de San Pablo, y poco después Felipe II le ofreció el obispado de Cortona y el arzobispado de Brindis. El padre Burali los rehusó muy de corazón, no sin haber recibido un aviso del Papa Pío IV, que le decía: "Te ruego aceptes estos cargos, que podrán ser gravosos para ti, pero serán provechosos para las almas".
En 1565, temerosos los napolitanos de que Felipe II implantara en el reino la Inquisición española, decidieron enviar a Madrid una embajada prestigiosa que disuadiera al monarca de tal propósito. La ciudad escogió al padre Burali para llevar a término tan delicada misión diplomática. La elección fue vista con muy buenos ojos por el virrey don Perafán de Ribera, duque de Alcalá, y por la misma Santa Sede. Burali se resistía con todas sus fuerzas. Carlos Borromeo, secretario de Estado de Pío IV, tuvo que escribirle varias cartas en nombre del Papa y, por fin, un mandato formal para que aceptara la embajada.
El padre Burali fue acogido en Madrid con singulares muestras de consideración y de afecto. Felipe II le recibió con toda deferencia, escuchó atento el mensaje de la ciudad y prometió estudiarlo con cariño, queriendo que el embajador napolitano celebrara la misa en su presencia en la capilla del real alcázar. Con motivo de las fiestas de Navidad se ausentó el monarca de la capital, esquivando dar en un asunto tan vidrioso como el de la Inquisición una respuesta categórica. Burali se mantuvo impertérrito en la corte, fiel a su legacía. Después de varios meses de ausencia regresó Felipe II a Madrid y accedió, en parte, a los deseos de los napolitanos, a los cuales prometió en breve una visita. Conmovida la ciudad, tributó a su embajador un recibimiento triunfal, que revistió caracteres de fervoroso plebiscito.
Nombrado en abril de 1567 prepósito de la Casa de San Silvestre, de Roma, el padre Burali pasó a residir en la Ciudad Eterna. El Papa San Pío V desplegaba una enérgica actividad apostólica para convertir en sustancia y vida de la Iglesia los decretos reformadores del concilio de Trento. San Carlos Borromeo, cardenal arzobispo de Milán, implantaba en su sede la reforma con celo enardecido. La vecina diócesis de Plasencia vegetaba en franca decadencia religiosa. El padre Burali fue preconizado obispo de la misma en el consistorio de julio de 1568. Esta vez su humildad no pudo hallar escapatoria, Obligado por el Papa, recibió la consagración episcopal el 1 de agosto siguiente en la propia iglesia de San Silvestre, de manos del cardenal de Pisa, monseñor Escipión Rebiba, haciendo su entrada solemne en la diócesis el 29 de septiembre.
El celo pastoral del prelado, unido al talento y sentido humano del antiguo jurista, transformaron en plazo breve la diócesis placentina, promulgando en ella la legislación del Tridentino. Animado por el espíritu litúrgico de la Orden, restauró la catedral y veló por el esplendor del culto divino, asistiendo cada domingo a la misa mayor y a las vísperas. Llamó a los teatinos, capuchinos y somascos para que fundaran en la diócesis. Pero centró toda su actividad apostólica en tres empresas importantísimas, pilares básicos de la reforma católica: la visita pastoral, que realizó meticulosamente varias veces; el sínodo diocesano, que celebró dos veces, y la fundación del seminario, uno de los primeros de Italia, y cuyo primer director espiritual fue San Andrés Avelino, el cual se multiplicaba para complacer a sus dos amigos Burali y Borromeo.
En el consistorio del 27 de mayo de 1570, San Pío V creó al obispo de Plasencia cardenal presbítero del título de Santa Pudenciana. Otra gran "tribulación" para el obispo teatino -así calificaba él a los honores-, al cual no quedó más remedio que ir a Roma para recibir el capelo de manos de Su Santidad. Al retornar a su diócesis, toda Plasencia saltó de júbilo y dispensó al que llamaba "el obispo santo" un recibimiento apoteósico.
Mas los cantos de alegría se trocaron en lágrimas de dolor al ser promovido en 1576 a la sede arzobispal de Nápoles. Durante ocho años había laborado incansable en la diócesis placentina, en amigable colaboración con San Carlos Borromeo, asistiendo al III concilio provincial de Milán que éste convocó. Reunido en 1572 el cónclave que debía dar sucesor a San Pío V, los votos de los purpurados se polarizaron en torno a dos grandes figuras del Sacro Colegio: Hugo Buoncompagni y Pablo Burali. Elevado aquél al solio de San Pedro con el nombre de Gregorio XIII, quiso recompensar el celo reformador de su antiguo alumno de Bolonia enviándole a la sede de San Jenaro.
En Nápoles desplegó el cardenal Burali el mismo celo apostólico y renovador. Pero a los dos años escasos, macerado por las mortificaciones y agobiado por los achaques, la fractura de una pierna le llevó al sepulcro. Devotísimo siempre de la Santísima Virgen, había hecho edificar un templo en su honor y visitaba con fervor sus imágenes más veneradas. Con frecuencia se le veía con el rosario en la mano y cada noche lo rezaba con sus familiares. Postrado ahora en el lecho del dolor, recibidos con ejemplar piedad los Santos Sacramentos, hizo colocar junto a su cama una imagen de María y, fijando en ella su mirada de hijo amantísimo, expiró santamente en el ósculo del Señor el día 16 de junio de 1578, a los sesenta y siete años de edad.
El Papa Clemente XIV, el día 18 de junio de 1772, procedió a la beatificación de este hijo insigne de San Cayetano, que por su extraordinario celo en favor de la reforma católica mereció el título de "obispo ideal del renacimiento tridentino".
SANTA EMÍLIA DE VIALAR
Fundadora (1797-1856)
Veio ao mundo, numa nobre família de barões, em Gaillac (França), a 12 de Setembro de 1797. Sendo menina, foi para Paris com a progenitora, a fim de receber uma melhor formação literária e religiosa. Infelizmente, aos 13 anos perdeu a mãe, que a educara com sentimentos de caridade e oração. O pai entendia pouco destas coisas. Contudo, ela aos 18 anos consagrou-se secretamente a Deus, mas devia esperar ainda muito tempo para descobrir o que o Senhor queria a seu respeito. Entretanto, ocupou-se com os afazeres da casa, com a educação de um irmão mais novo, sem descuidar a vida de oração e a prática da caridade. Por fim, na noite de Natal de 1832, assistida pelo pároco, fundou em Gaillac uma congregação que tinha por objectivo socorrer os pobres, ajudar as obras nas missões, cuidar dos doentes e da educação sob todas as formas. A espiritualidade recorda de modo particular S. José, que foi o primeiro homem a conhecer o mistério da Encarnação. por isso o Instituto leva o nome de Irmãs de S. José da Aparição. Acedendo ao convite do irmão, Agostinho de Vialar, que era conselheiro municipal em Argel, a fundadora enviou imediatamente algumas Irmãs para a Argélia. seguiram-se outras fundações. No entanto, nem tudo foram, rosas. Houve contratempos dolorosos, mas também triunfos consoladores, como a obtenção do decreto de louvor por parte da Santa Sé, no dia 6 de Maio de 1842, e o reconhecimento legal do governo francês, a 17 de Outubro de 1855. À morte da fundadora, em 1856, a congregação contava 42 casas distribuídas por França, Itália, Grécia, Malta, Turquia, Palestina, Líbano, Chipre, Birmânia e Austrália. Foi beatificada a 18 de Junho de 1939 e canonizada a 24 do mesmo mês de 1951. AAS 45 (1953); 113-23; DIP 3, 1128-9; 8, 515-16. www.jesuitas.pt. Ver também http://es.catholic.net/santoral
http://es.catholic.net/santoral e www.jesuitas.pt
Recolha, transcrição e tradução incompleta por António Fonseca