sexta-feira, 28 de agosto de 2009

AGOSTINHO de Hipona, Santo

Santo Agostinho de Hipona

Santo Agostinho de Hipona

28 de agosto (354-430)

Aurélio Agostinho nasceu, no dia 13 de Novembro de 354, na cidade de Tagaste, hoje região da Argélia, na África. Era o primogénito de Patrício, um pequeno proprietário de terras, pagão. Sua mãe, ao contrário, era uma devota cristã, que agora celebramos, como santa Mónica, no dia 27 de agosto. Mónica procurou criar o filho no seguimento de Cristo. Não foi uma tarefa fácil. Aliás, ela até adiou o seu baptismo, receando que ele o profanasse. Mas a exemplo do provérbio que diz que "a luz não pode ficar oculta", ela entendeu que Agostinho era essa luz.
Aos dezasseis anos de idade, na exuberância da adolescência, foi estudar fora de casa. Na oportunidade, envolveu-se com a heresia maniqueísta e também passou a conviver com uma moça cartaginense, que lhe deu, em 372, um filho, Adeodato. Assim era Agostinho, um rapaz inquieto, sempre envolvido em paixões e atitudes contrárias aos ensinamentos da mãe e dos cristãos. Possuidor de uma inteligência rara, depois da fase de desmandos da juventude centrou-se nos estudos e formou-se, brilhantemente, em retórica. Excelente escritor, dedicava-se à poesia e à filosofia.
Procurando maior sucesso, Agostinho foi para Roma, onde abriu uma escola de retórica. Foi convidado para ser professor dessa matéria e de gramática em Milão. O motivo que o levou a aceitar o trabalho em Milão era poder estar perto do agora santo bispo Ambrósio, poeta e orador, por quem Agostinho tinha enorme admiração. Assim, passou a assistir aos seus sermões. Primeiro, seu interesse era só pelo conteúdo literário da pregação; depois, pelo conteúdo filosófico e doutrinário. Aos poucos, a pregação de Ambrósio tocou seu coração e ele se converteu, passando a combater a heresia maniqueísta e outras que surgiram. Foi baptizado, junto com o filho Adeodato, pelo próprio bispo Ambrósio, na Páscoa do ano de 387. Portanto, com trinta e três e quinze anos de idade, respectivamente.
Nessa época, Agostinho passou por uma grande provação: seu filho morreu. Era um menino muito inteligente, a quem dedicava muita atenção e afecto. Decidiu, pois, voltar com a mãe para sua terra natal, a África, mas Mónica também veio a falecer, no porto de Óstia, não muito distante de Roma. Depois do sepultamento da mãe, Agostinho prosseguiu a viagem, chegando a Tagaste em 388. Lá, decidiu-se pela vida religiosa e, ao lado de alguns amigos, fundou uma comunidade monástica, cujas Regras escritas por ele deram, depois, origem a várias Ordens, femininas e masculinas. Porém o então bispo de Hipona decidiu que "a luz não devia ficar oculta" e convidou Agostinho para acompanhá-lo em suas pregações, pois já estava velho e doente. Para tanto ele consagrou Agostinho sacerdote e, logo após a sua morte, em 397, Agostinho foi aclamado pelo povo como novo bispo de Hipona.
Por trinta e quatro anos Agostinho foi bispo daquela diocese, considerado o pai dos pobres, um homem de alta espiritualidade e um grande defensor da doutrina de Cristo. Na verdade, foi definido como o mais profundo e importante filósofo e teólogo do seu tempo. Sua obra iluminou quase todos os pensadores dos séculos seguintes. Escreveu livros importantíssimos, entre eles sua autobiografia, "Confissões", e "Cidade de Deus".
Depois de uma grave enfermidade, morreu amargurado, aos setenta e seis anos de idade, em 28 de agosto de 430, pois os bárbaros haviam invadido sua cidade episcopal. Em 725, o seu corpo foi transladado para Pavia, Itália, sendo guardado na igreja São Pedro do Céu de Ouro, próximo do local de sua conversão. Santo Agostinho recebeu o honroso título de doutor da Igreja e é celebrado no dia de sua morte.
Fonte: www.paulinas.org.br

quinta-feira, 27 de agosto de 2009

MÓNICA, Santa (e outros) – 27 de Agosto

Mónica, Santa
Mãe de Santo Agostinho, 27 de agosto

Mãe de Santo Agostinho

Martirológio Romano: Memória de santa Mónica, que, muito jovem todavia, foi dada em matrimónio a Patrício, de quem teve filhos, entre os quais se conta a Agostinho, por cuja conversão derramou abundantes lágrimas e orou muito a Deus. Ao tempo de partir para África, ardendo em desejos da vida celestial, morreu na cidade de Ostia do Tíber (387).
Etimologicamente: Mónica = Aquela que desfruta da solidão, é de origem grega.
Data de canonização: Foi canonizada antes da criação da Congregação para a causa dos Santos, pelo que seu culto foi aprovado por um bispo como consequência da devoção popular.

Hoje celebramos a Santa Mónica, que com seu testemunho logrou converter a seu marido, a sua sogra e a seu filho, Santo Agostinho, que também, é um grande santo da Igreja.
Santa Mónica foi uma mulher com uma grande fé e nos entregou um testemunho de fidelidade e confiança em Deus, pelo que alcançou a santidade cumprindo com sua vocação de esposa e mãe.

Um pouco de história
Mónica, la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332.


Formação
Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente ) pues les decía : "Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde esta el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño." Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le gritó ¡Borracha ! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada ( en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.


Seu esposo
Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron tres hijos : dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.

A fórmula para evitar discussões.
En aquella región del norte de Africa donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió : "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues....no peleamos".


Viúva, e com um filho rebelde
Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedicará de su tiempo a estos buenos oficios.y Quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.

Mónica, Santa

Mónica, Santa

O rapaz difícil
Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época, solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores pecados y errores.


Uma mãe com carácter
Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar alsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.

A visão esperançosa
Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, Se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijoÑ "tu hijo volverá contigo", y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió: "En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre". Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.

A célebre resposta de um Bispo
En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.


O filho foge, e a mãe vai atrás dele

A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las malas influencias pero Agustín al llegar al puerto de embarque, su hijo por medio de un engaño se embarca sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.


Um personagem influente
En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió sabios. Además de Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a las verdades de la fe católica.


A conversão tão esperada
En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.


Pode morrer tranquila
Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: " ¿Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano." Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.
A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables.
En algunas pituras, está vestida con traje de monja, ya que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas vanidosas. También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan deseado, la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia.


Oração

Santa Mónica, te pedimos en este día que nos ayudes a vivir nuestra vocación cerca de Dios, confiando siempre en que la oración constante y sencilla es un instrumento eficaz para transformar los corazones de quienes nos rodean.
Amén.
Escucha el Podcast de Mauricio I. Pérez
Santa Mónica

 

Cesário de Arlés, Santo
Bispo, 27 de agosto

Bispo

Martirológio Romano: Em Arlés, da Provenza, são Cesáreo, bispo, que, depois de haver levado vida monástica na ilha de Lérins, recebeu esse episcopado contra os seus desejos. Preparou e reuniu sermões apropriados para as festividades que os presbíteros deviam ler com objecto de instruir ao povo e escreveu também regras de vida, tanto para homens como para religiosas, para dirigir a vida monástica (542).
Data de canonização: Foi canonizado antes da criação da Congregação para a causa dos Santos, pelo que seu culto foi aprovado por um bispo como consequência da devoção popular.

San Cesáreo nació el año 470, cerca de Chalon-sur-Saone. Pertenecía a una familia galo-romana. A los dieciocho años, cuando ya había adquirido un respetable cúmulo de ciencia, determinó abrazar la carrera sacerdotal. Dos años más tarde se retiró a la abadía de Lérins, que había dado ya a la Iglesia muchos varones santos y sabios. El abad le nombró bodeguero. Pero, como las pasiones humanas alcanzan aún los sitios más alejados de los incentivos del vicio, algunos monjes tomaron a mal la administración escrupulosa de Cesáreo, y el abad se vio obligado a relevarle del oficio. Cesáreo quedó encantado de poder disponer de más tiempo para la contemplación y la penitencia; pero, como su salud se empezaba a resentir, fue enviado a reponerse a Arlés. El santo era pariente de Enoo, el obispo del lugar, a quién llamó la atención el cuidado con que el monje les evitaba la lectura de los autores paganos a los jóvenes que se preparaban al sacerdocio, y lo quiere para cumplir funciones en su Diócesis. Así pues, escribió al abad de Cesáreo suplicándole que le cediese al religioso. Una vez que Cesáreo recibió la ordenación sacerdotal, Enoo le puso al frente de un monasterio en el que la disciplina estaba muy relajada. El santo redactó una regla, gobernó el monasterio durante tres años y consiguió convertirlo en un modelo, a pesar de su propia juventud e inexperiencia. En su lecho de muerte, el obispo de Arlés propuso que le sucediese Cesáreo. Este huyó a ocultarse en el cementerio, pero fue descubierto, y el pueblo y el clero le obligaron a aceptar la elección.
Contaba solamente treinta años, e iba a gobernar la diócesis durante cuarenta más. San Cesáreo no tenía el hábito de suntuosidad y el espíritu de orden que movían a tantos obispos de la época a exagerar la importancia de su cargo para asegurar su la estabilidad. Pero poseía en cambio un profundo espíritu religioso, que hizo de él el principal prelado de las Galias. Una de sus primeras empresas fue regularizar el canto del oficio divino. Hasta entonces, en Arlés, sólo se cantaba en público los sábados, los domingos y los días de fiesta, pero San Cesáreo lo impuso diariamente, como se acostumbraba en otros sitios y no tuvo reparos en modificarlo para conseguir que las cristianas acudiesen más regularmente. Por otra parte, enseñó a su grey a orar de verdad, a elevar a Dios los deseos de su corazón y no simplemente a mover los labios en vano y aún con riesgo de cometer sacrilegio, ya que la verdadera oración consiste en levantar el corazón hasta Dios. Solía decir: "El hombre adora aquello en lo que tiene puesta la mente cuando reza. El que al orar piensa en los asuntos políticos o en la construcción de sus casa, no adora a Dios sino a su casa o a los asuntos políticos". San Cesáreo predicaba siempre los domingos y días de fiesta, mañana y tarde y, con frecuencia, lo hacía también entre semana. Si por alguna razón se hallaba impedido, hacía que los sacerdotes y diáconos leyesen al pueblo alguna homilía de los Padres.
También mandó que se leyesen esas homilías después de los maitines y vísperas para que el pueblo nunca saliese de la iglesia sin haber aprendido algo. El estilo del santo, que detestaba los disgustos complicados, era sencillo, natural, y agradable. Solía descender a detalles y clamaba contra los vicios más extendidos, en particular, contra la costumbre de dejar el arrepentimiento para el día de mañana. Con frecuencia, hablaba de las penas, del purgatorio por los pecados veniales y de la necesidad de repararlos con las frecuentes penitencias. Sobre todo, predicaba acerca de la oración, el ayuno, la limosna, el perdón de las injurias, la castidad y la práctica de las buenas obras. En resumen, fue el primer predicador "popular" cuyos sermones han llegado hasta nosotros; están llenos de comparaciones familiares y rara vez duran más de un cuarto de hora. Al mismo tiempo, el santo inculcaba a sus oyentes el valor de la oración litúrgica, que tanto se esforzó por popularizar. "Que vuestras acciones correspondan a vuestras palabras -repetía-. Que vuestras almas sean tan puras como lo exige el texto: Beati inmmaculati in via".
Uno de sus primeros biógrafos llama a San Cesáreo "otro Noe que construyó un arca para proteger a sus hijos contra los peligros de su tiempo". Se trata de una alusión al monasterio que abrió como refugio para las doncellas y viudas del sur de las Galias que querían consagrarse a Dios. El monasterio se hallaba, al principio, en Aliscamps, entre las tumbas romanas; más tarde, fue trasladado al interior de las murallas de la ciudad. Su primer nombre fue San Juan; después tomó el nombre de San Cesáreo. Este confió al gobierno del convento a su hermana Santa Cesária, redactó personalmente la regla y siempre consideró aquella obra como una de las principales empresas de su vida. En sus reglas, insistía en la inviolabilidad absoluta de la clausura. Reglamenta las normas del claustro y de la vida en el monasterio También redactó otras parecidas para los monasterios masculinos y la impuso a todos los de su diócesis. La costumbre de la clausura que fue extendiéndose, poco a poco, a otras regiones, tras haber defendido con éxito su extensa jurisdicción, sede de Arlés, que tenía como sufragáneas a varias diócesis.
En calidad de primado, el santo presidió varios sínodos, de los que el más importante fue el de Orange en el año 529. Comienza a echar por tierra argumentos equivocados. Dicho sínodo se pronunció contra los que afirmaban que Dios predestina a ciertas almas a la condenación; también declaró que a la gracia de Dios, debemos el primer movimiento hacia Él de nuestras almas, de suerte que Dios es el autor de toda conversión, contra lo que sostenían los semipelagianos.
Junto con esta actividad eclesiástica, San Cesáreo participó también en los principales acontecimientos sociales y políticos de su tiempo. La ciudad de Arlés estaba entonces bajo el dominio del rey visigodo Alarico II. Las malas lenguas dijeron al monarca que San Cesáreo, que había nacido en Borgoña, estaba tratando de anexar el territorio de Arlés a los dominios del rey de Borgoña. La acusación era falsa; pero Alarico desterró al santo a Burdeos en el año 505. Cuando el monarca se dio cuenta de la injusticia que había cometido, llamó a San Cesáreo del destierro y condenó a su calumniador a morir apedreado, aunque acabó por perdonarle, a ruegos del santo.
Después de la muerte del monarca visigodo, el ostrogodo Teodorico, rey de Italia, se apoderó de los dominios del Lenguedoc . Habiendo concebido ciertas sospechas contra San Cesáreo, mandó arrestarle y conducirle a Ravena. Al llegar a la presencia de Teodorico, el santo lo saludó, y el rey, al ver el aspecto venerable e intrépido del anciano, se levantó y le saludó también. En seguida hablaron ambos amigablemente acerca del Estado de Arlés. Después de despedir al santo, Teodorico dijo a los presentes: "Quiera Dios castigar a los que son responsables de que este santo haya tenido que hacer un viaje tan largo e inútil. Cuando quedó en mi presencia, me estremecí al ver su rostro de ángel. No puedo creer que un hombre así sea capaz de cometer los crímenes de los que se le acusan". El rey envió a San Cesáreo una bandeja de plata con trescientas monedas de oro y un mensaje que decía: "Aceptad este regalo del rey, tu hijo, como una prueba de mi amistad". El santo vendió la bandeja y empleó el dinero en rescatar cautivos. Después continuó el viaje hacia Roma, donde el Papa San Símaco confirmó los derechos primaciales de la sede de Arlés, nombró a San Cesáreo delegado apostólico en las Galias y le confirió el palio. Según se dice, San Cesáreo fue el primer obispo de Europa occidental que recibió el palio.
En el año 514, retornó a Arlés, y siguió en el gobierno y la instrucción de su grey durante muchos años. Cuando los francos tomaron la ciudad, el año 536, se retiró un tanto de la vida pública al convento de San Juan. A los setenta y tres años, sintiendo que la muerte se acercaba, hizo su testamento a favor de las religiosas del convento y empezó a prepararse para la muerte. Poco antes de la fiesta de San Agustín, preguntó si la fecha estaba aún lejana, y añadió: "espero que para entonces ya habré muerto, pues bien sabéis la predilección que he tenido siempre por la doctrina tan católica de este santo".
Haciéndose transportar en una silla de brazos al monasterio que había fundado, exhortó a las religiosas a soportar con paciencia la pena que iba a causarles su muerte. La superiora del monasterio, que había sucedido a la hermana del santo, se llamaba también Cesaria, y había más de doscientas religiosas. San Cesáreo, "verdadero maestro de la Galia franca", murió en la víspera de la fiesta de San Agustín, el año 543.

David Lewis, Santo
Presbítero e Mártir, 27 de agosto

Presbítero e Mártir

 

Martirologio Romano: En la ciudad de Usk, en Gales, san David Lewis, presbítero de la Compañía de Jesús y mártir, que, ordenado sacerdote en Roma, celebró ocultamente los sacramentos en su patria durante más de treinta años y prestó ayuda a los pobres, hasta que en el reinado de Carlos II fue ahorcado por ser sacerdote (1679).
Fecha de canonización: Fue beatificado en 1929, por el papa Pío XI. Pablo VI lo canonizó, solemnemente en Roma, el 25 de octubre de 1970, conjuntamente con otros
39 mártires de Inglaterra y Gales.

David nace en Monmouthshire de Gales, en la ciudad de Abergavenny, pero en el año 1616.
Su padre, Morgan Lewis, es protestante o más bien un papista de Iglesia, es decir, católico que frecuenta el culto de la nueva fe. Morgan es el director de Escuela real de la ciudad. Poco antes de morir, se reconcilia con la Iglesia católica.
Su madre, Margaret Prichard, es una católica fervorosa. Los nueve hijos del matrimonio son educados en la antigua fe. Solamente David, el menor de todos, es obligado por su padre a aceptar la nueva religión.
La juventud de David transcurre, casi toda ella, en la pequeña ciudad de Abergavenny. La primera educación la recibe en la Escuela que dirige su padre. Este consigue para David una beca para que pueda continuar los estudios de derecho, en Court Inn, en Londres.
A los diecinueve años, viaja al extranjero en compañía del hijo del conde Savage. En París, permanece tres meses. Allí, el sacerdote jesuita John Talbot lo reconcilia con la antigua Iglesia católica. Poco después, las guerras que azotan a Francia lo hacen regresar a Londres y a su tierra natal.
Dos años después de su regreso a Gales, sus dos padres mueren a causa de la peste de 1638. En el lecho de muerte, Morgan Lewis se reconcilia con la Iglesia católica. David, deseoso de dedicar su vida al estudio y al servicio de Dios, se determina por ingresar al Colegio Inglés de Roma. En este discernimiento lo ayuda su tío jesuita el P. John Prichard, quien es solamente seis años mayor que él y se cuenta en el grupo de sus más íntimos amigos.
El 22 de agosto de 1638 deja, nuevamente, su patria. Parte a Roma con la ayuda económica otorgada por el padre jesuita Charles Gwyne. Se presenta en el Colegio Inglés al día siguiente de su llegada a la ciudad eterna, el día 6 de noviembre. Tiene veintiún años. En el Venerable Colegio Inglés, dirigido por la Compañía de Jesús, David estudia, en los siete años siguientes, los cursos de filosofía y teología, necesarios para su ordenación sacerdotal.
En la Compañía de Jesús
David es ordenado en Roma, en julio de 1642, como sacerdote diocesano. Terminados sus estudios, vuelve a hacer un discernimiento vocacional con los jesuitas, que lo han calificado en los anales del Colegio como "un joven prudente y virtuoso." Es también un buen predicador. Se conserva, en los archivos de la Compañía, un buen sermón en latín que David pronunció en presencia del papa Urbano VIII, en el día del martirio de San Esteban. Ingresa a la Compañía de Jesús sin dificultad. Hace el noviciado en San Andrés del Quirinal. En la misma casa santificada por San Estanislao de Kostka y San Luis Gonzaga.
Después de los votos simples de pobreza, castidad y obediencia, es destinado a la Misión inglesa para una breve experiencia. En Londres, se siente muy realizado y su trabajo es también apreciado por sus compañeros de la Misión. Sin embargo, el P. General lo hace volver a Roma y le señala como misión el ser Padre espiritual en el Colegio Inglés. Esta misión dura solamente un año. David, formalmente, suplica ser destinado a la Misión de Gales. Por lo demás, también los jesuitas de Inglaterra presentan al P. General la conveniencia de que David regrese a Gran Bretaña.
David tiene 32 años cuando llega, en 1648, a su tierra natal de Monmouthshire. Y, ciertamente, no es fácil esa época para un sacerdote misionero. La guerra civil inglesa ha repercutido, desastrosamente, en la situación tan débil de los católicos. Pero David, ignorando los riesgos, desde el casi desconocido Colegio de Cwm comienza a visitar las casas católicas. Viaja de noche, casi siempre a pie, por los pobres caminos y bajo todos los climas. Lo acompaña el sufrimiento de sus dientes, que ha sido su cruz durante años. Su generosidad, para con los más necesitados, le gana el nombre de Tad y Tlodion, es decir: Padre de los pobres. Una de las casas que visita regularmente es la de Thomas Gunter en Abergavenny.
Durante varios años, David vive en Llantarman Abbey, una antigua abadía cisterciense, propiedad de la familia Morgan. Sir Edward Morgan, el teniente gobernador y juez de paz, se las ha arreglado para conservar su fe católica y alojar sacerdotes en su casa. La capilla está bien provista y, con frecuencia, varios centenares de fieles acuden a los servicios religiosos de David. En los informes, que David envía regularmente a los superiores de la Compañía, figuran también otros sitios donde ejerce el ministerio: Monmouth, Usk.
Superior en Cwm
Dos veces, en los treinta años de ministerio en Gales, el P. David Lewis desempeña el cargo de Superior de los jesuitas de Cwm, en el llamado Colegio San Francisco Javier. Desde allí organiza el ministerio de los jesuitas que atienden 33 puestos de misión. En el primer gobierno de David, los jesuitas de Cwm son diecinueve. La existencia de la casa jesuita es conocida por las autoridades y es m s bien tolerada. La presencia del carro, que compra las provisiones, todos los sábados, en el mercado de Monmouth, es por cierto conocida y muy esperada por los vendedores.
En el segundo gobierno de David tiene lugar el complot fraguado por Titus Oates. Las noticias de lo que sucede en Londres, llegan muy pronto a Gales. La detención y el juicio de siete jesuitas ingleses lo obligan a actuar sin demora. Por el consejo de sus jesuitas, y el parecer de los católicos, David decide, con prudencia, dispersar a sus sacerdotes.
El complot fraguado por Oates
Este Titus Oates era hijo de un ministro bautista. Pastor él mismo, se había visto privado de su beneficio por acusación de perjurio y de inmoralidad. Fingió entonces convertirse al catolicismo. Enviado a España al Colegio inglés de Valladolid, había sido expulsado. Ingresó después al Colegio de Saint Omer, en Flandes. Un día los jesuitas, al conocerlo mejor, decidieron que Titus Oates debía abandonar el Seminario.
Titus Oates regresa a Londres a comienzos de julio de 1678. Inmediatamente, trama una acusación contra los jesuitas de Inglaterra. Con juramento, depone ante Sir Edmundbury Godfrey, el magistrado del Consejo privado del reino. Afirma que él ha sido enviado por la Compañía de Jesús, desde Valladolid a Madrid, a solicitar la ayuda del rey católico para la rebelión de los católicos ingleses, el asesinato del rey Carlos II y la restauración, por la fuerza, de la antigua fe. Con estas falsedades, consigue que se arreste al Provincial de Inglaterra, el P. Thomas Whitbread y a otros dos jesuitas.
Poco después, el cadáver del magistrado Godfrey aparece en un foso en Primrose Hill. Las sospechas caen sobre los católicos y se reinicia entonces una dura persecución con arrestos de jesuitas, sacerdotes y seglares.
La búsqueda y prisión
Antes de Navidad, las autoridades galesas llegan con poderes a la vieja casa de campo de los jesuitas de Cwm. La encuentran vacía, a excepción del mayordomo y de algunos sirvientes. La comunidad se ha alejado. Algunos están en casa de católicos amigos. Otros han partido, en ministerio, hacia las montañas y los bosques. Casi todos los moradores de la zona de Cwm tienen casas espaciosas, con varios accesos y lugares secretos, donde pueden ocultarse. En la casa jesuita de Cwm, el juez de paz John Arnold ordena un registro muy prolijo. Descubre un buen número de libros y papeles, también ropa, ornamentos, hostias, campana, crucifijos y reliquias. Encuentra también instrucciones del P. General de la Compañía y catecismos católicos.
La recompensa en dinero, ofrecida por John Arnold, convence a William James para traicionar a David Lewis. El mismo James hace de guía al piquete armado de la justicia. En la madrugada del día domingo 17 de noviembre de 1678, en una casa de Llantarnam, David está casi listo para empezar la misa. Con violencia es detenido y, como pruebas, se llevan también los vasos sagrados y ornamentos. La comitiva sale en dirección a Monmouth. A media jornada, se detiene, en Llanfoist, donde espera el juez de paz. A las dos de la tarde, montado en un caballo y custodiado por doce hombres armados, es conducido a Abergavenny. Por ser domingo, las calles de su ciudad natal están llenas de gente que lo ve pasar.
En Abergavenny, ante John Arnold, el juez de paz, David es acusado de ser sacerdote. El traidor William James jura que él lo ha visto celebrar misa más de veinte veces. Cuando el juez le pregunta por su participación en el complot de Titus Oates, David niega, con juramento, su conexión. Pero John Arnold, molesto, anota que a un católico no se le pueden creer los juramentos.
En la prisión de Monmouth, David permanece dos meses. Le dan una celda amplia, por la cual un amigo cancela catorce libras por semana. Tiene fuego, sábanas y velas. También puede recibir visitantes. Se conserva una carta de David: "Me tuvieron prisionero con estrictez, encerrado de noche y vigilado en el día, aunque algunos amigos pudieron visitarme acompañados por un guardia". En el mes de enero de 1679, se decide el traslado a la prisión de Usk. El día 13, un día extremadamente frío, la comitiva viaja a caballo.
En la prisión de Usk, llamada la Casa de la Corrección, está concentrado el mayor número de católicos galeses que han rechazado prestar los juramentos de Supremacía y de Fidelidad. La primera tarea de David es atender a esos hombres y mujeres que están siendo testigos de su fe. Todos están a la espera del inicio del próximo período judicial que decidirá sus vidas.
El juicio
La Judicatura de primavera se inicia en Usk el 28 de marzo de 1679, presidida por los jueces: Sir Robert Atkins, John Arnold y Henry Probert. Esa tarde, el P. David Lewis es acusado por el cargo de ser sacerdote. No se hace mención alguna de la complicidad en el complot de Titus Oates. Al día siguiente, en la sesión de las diez de la mañana, el P. Lewis aboga por un veredicto de no culpable. Se convoca a un jurado, ante cuyos miembros el acusado puede presentar razones. El sheriff James Herbert ha seleccionado a hombres honestos y no parece probable que ellos estén inclinados en favor de Lewis. Sin embargo, John Arnold objeta a un número considerable de ellos, por considerarlos sospechosos de ser católicos o amigos del acusado.
El sheriff, indignado, reclama, pues se quiere nombrar a personas no imparciales. Ese desahogo del sheriff ocasiona una reprimenda de Sir Atkins. Al fin el jurado queda conformado por hombres nombrados por John Arnold. El primer testigo convocado es William Price, quien había sido católico durante dieciocho años y ahora es protestante. Él afirma haber recibido los sacramentos de manos de David Lewis, durante diecinueve meses. El siguiente testigo es Dorothy James, la esposa de William James. Ella afirma que no solamente lo ha visto celebrar misa, sino también administrar los sacramentos de la Eucaristía y Penitencia, bendecir matrimonios, bautizar y ungir con óleo. Agrega que Lewis la engañó, pidiéndole ocho libras para rescatar del Purgatorio el alma de su padre.
Después de escucharla, David Lewis contesta, con vehemencia, que él jamás ha recibido un penique, ni de ella ni de su marido. La risa de Dorothy James, al ser preguntada si tiene algo que agregar, molesta a Atkins. El testimonio de William James es más breve. Solamente señala que el acusado ha dicho misa y ha administrado muchas veces los sacramentos. El testigo Myane Trott dice las mismas cosas.
Sir Robert Atkins, queriendo mostrar imparcialidad, convoca a otros testigos. Roger Seyes, quien estuvo presente en el arresto de Lewis, afirma que él jamás lo ha visto celebrar misa. El testigo John James contesta con evasivas. Sir Robert le habla con dureza: "¿Qué pasa, está Ud. acaso muerto o tiene miedo de ser azotado? Míreme y hable". Por fin, la única información que entrega John James es que el P. Lewis celebró misa en el día de su matrimonio.
Catherine Thomas, al ser interrogada, se niega a dar respuesta: "No dirá nada, hagan de mí lo que quieran". John Arnold insiste en que un hombre llamado Cornelio sea traído a la corte, pues éste ha sido seminarista y conoce bien a Lewis. Al interrogarlo, Cornelio dice que él es un hombre ignorante, apenas un criado del P. Lewis, que no sabe qué es la misa, aunque confiesa ser católico.
Terminados los testimonios, David, con notable calma y habilidad, inicia su propia defensa. Basa su argumento en que ninguno de los testigos ha podido probar el cargo que se le imputa, es decir, que haya sido ordenado sacerdote católico en el continente. "Si no hay ordenación, no soy sacerdote, y sin sacerdocio, no puedo decir misa". Sir Robert Atkins se exaspera, con las palabras de Lewis: "¿Qué es lo que Ud. pretende? ¿Quiere, acaso, que nosotros vayamos a buscar en los registros romanos, o que convoquemos a personas que hubieran estado presente en el día de su ordenación?. El que celebra Misa, comete traición".
Atkins determina que la evidencia presentada es más que suficiente para asegurar un veredicto de culpabilidad. Lewis arguye que, a pesar de lo que hayan dicho los testigos, primero se debe probar su ordenación sacerdotal. Si no consta que sea sacerdote, de ninguna manera él puede decir misas válidas. El que digan que lo han visto celebrar misas no es prueba de su ordenación. Además, él declara que jamás ha visto al señor William Price. Respecto a Mayne Trott, dice conocerlo porque su mujer es su pariente, que vive de la caridad, y que es probable que haya sido inducido a dar un falso testimonio.
David afirma, también, que los testimonios de la familia James son abiertamente sectarios. Dorothy James ha jurado que ella no va a descansar hasta "lavar sus manos en su sangre y hacer porridge con su cabeza". Aunque estas palabras son confirmadas por cuatro testigos, el Juez decide no considerarlas.
La condena
El jurado se reúne y emite, casi de inmediato, el veredicto de culpabilidad. David es obligado a escuchar los detalles enumerados y a inclinar la cabeza ante la sentencia de condenación a muerte. "Ud. será conducido desde este sitio a la cárcel de donde vino. Será colocado en una carreta y llevado al lugar de ejecución. Será ahorcado. Se le bajará antes de morir. Su cuerpo será desgarrado y se sacarán las entrañas. Se le cortarán las manos y los pies y se quemarán ante sus ojos. Dios tenga misericordia de su alma". Varios otros prisioneros católicos son juzgados, juntamente con David, en el mismo juicio. Casi todos son encontrados culpables, pero en la sentencia son exonerados. Solamente David es condenado.
En el mes de abril, David es enviado a Londres, con otros sacerdotes, para nuevos interrogatorios. El día 9 de mayo, fecha del martirio del benedictino Thomas Pickering, David pasa por Tyburn, el lugar de ejecución, en su camino a Newgate, su nueva prisión. De las tres cárceles de Londres, Newgate es sin duda la más odiosa. Est considerada como la antesala de la muerte en Tyburn. Allí encuentra a sus amigos jesuitas, ya condenados, que esperan el cumplimiento de sus condenas a muerte. Ellos son los futuros Beatos: Thomas Whitbread, el provincial, John Fenwisk, John Gavan, William Harcourt y Anthony Turner.
En Newgate, a David Lewis se le ofrece un trato: la vida y dinero, si acepta la nueva fe y declara los detalles acerca del complot de Oates. "Dar detalles del complot me es imposible, porque no sé nada de él. Aceptar la nueva fe es ir contra mi conciencia".
El 9 de junio, es llevado nuevamente a Usk. Con audacia, los amigos dan innumerables pasos para postergar la ejecución de la sentencia. El mismo sheriff, James Herbert, la dilata tres meses, con la esperanza de que el rey, que no cree en el "complot papista", ordene el indulto. En un momento hasta el mismo David llega a pensar que va a ser puesto en libertad.
Las visitas de los amigos y de católicos van creciendo con los días. Varios reciben, de David Lewis, los sacramentos. John Arnold acusa de negligencia a los carceleros. El sheriff es reprendido por descuidar su deber. David dedica, esos tres últimos meses de su vida, a confirmar a sus amigos, a los católicos, y a llamar a muchos a que regresen a la fe.
Por fin, el 27 de agosto de 1679, se ejecuta la condena de muerte. Nadie, en Usk, es conseguido como verdugo. El día anterior, todos los carpinteros de la ciudad han salido, misteriosamente, con sus herramientas. Después de mucho buscar, un herrero convicto se presta a ser verdugo, a cambio de su libertad y por doce coronas. El prisionero es conducido desde la prisión de Bridge Street, en una carreta, hasta la plaza de Usk. Como esa ejecución no es aceptada por la mayoría, una gran multitud se congrega en el lugar. El P. David Lewis, jesuita de 63 años, es demasiado conocido y, por su larga vida sacerdotal, respetado por todos. Sus parientes est n en todas partes y, por cierto, asisten conmovidos. Su proverbial caridad es recordada, con respeto, aun por los no católicos.
La última prédica
David ha tenido largo tiempo para preparar el último sermón. "Aquí hay una gran multitud. Quiera el Señor salvar el alma de todos. Yo creo que Uds. están aquí para asistir a la muerte de este compatriota, pero también para oír sus últimas palabras. Mi religión es la católica romana, en ella he vivido más de cuarenta años. En ella, hoy, muero y lo hago con firmeza. Aunque me ofrecieran todas las cosas del mundo, no renunciaría a ella. Nadie podría remover de mi fe católica romana una brizna de mi cabello. Yo soy un católico romano.
Soy un sacerdote. Soy un sacerdote católico romano perteneciente a la Compañía de Jesús. Bendigo a Dios, porque me ha llamado a esta vocación. He sido condenado por decir Misas, por oír confesiones y administrar los sacramentos. Decir la Misa es la más antigua y alabada liturgia de la santa Iglesia. Todo lo que he hecho est relacionado con mi religión. Yo muero, por lo tanto, por mi religión católica".
Poco después, David se dirige a los católicos: "Queridos amigos, entréguense a Dios, honren al rey, permanezcan firmes en la fe, confiesen los pecados, frecuenten los sacramentos de la santa Iglesia, sufran con paciencia las aflicciones y las persecuciones, perdonen a los enemigos".
Después, exhorta a todos a unirse en oración y, con unción y mucha fuerza, los católicos van repitiendo sus palabras:

"Soberano Señor,
Padre eterno que estás en el cielo,
Creador de todo,
Conservador de todo,
único Autor de la gracia y la gloria,
yo me postro ante Ti y te adoro.
Hijo de Dios encarnado,
Dios verdadero,
Tú fundaste la Iglesia en esta tierra con tu Sangre y la hiciste
Una, Santa, Católica y Apostólica
hasta el final de los tiempos.
Todo lo que la Iglesia sostiene de Ti, es revelación tuya.
Lo que ella enseña y manda creer, yo lo creo enteramente.
Santo Espíritu de Dios,
que haces que el sol brille sobre buenos y malos,
que la lluvia caiga sobre justos y pecadores,
yo te alabo y agradezco las innumerables gracias que me has otorgado,
a mí tu indigno siervo, en los años que he vivido en la tierra.
Oh santa Trinidad, tres Personas y un solo Dios,
desde lo más íntimo de mi corazón,
me arrepiento de haberte ofendido.
Ten misericordia de mí.
Por los méritos de mi Redentor espero la salvación.
La gracia de Nuestro Señor Jesucristo,
el amor de Dios
y la comunión del Espíritu Santo,
estén con todos Uds.
Amén.

La paz de Dios, que va más allá de todo entendimiento, guarde el corazón y la inteligencia de Uds. en el conocimiento del amor de Dios y de su Hijo Nuestro Señor. Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, est‚ con todos Uds. y permanezca para siempre. Amén. Dulce Jesús, recibe mi alma"
Cuando termina su oración, David dice que est listo para morir. En el foso excavado han puesto un piso alto. David sube, con la cuerda en el cuello. El piso es removido y David queda suspendido en la horca. Antes de que terminen los estertores, es bajado. Le sacan las entrañas, pero no es descuartizado, por orden del sheriff, que no desea exasperar a los presentes.
Un año después, John Giles, la principal autoridad de Usk, obtiene la revisión del juicio condenatorio de David. Se condena a John Arnold por haber sido injusto.
El cuerpo de David es sepultado con honores en el patio de la parroquia. El sheriff no asiste pero envía a un subalterno. Los católicos acuden de todo Gales.
En la tumba se pone un epitafio: "Aquí yace David Lewis, condenado por ser jesuita y sacerdote. Fue ejecutado el 27 de agosto de 1679".
¡Felicidades a quien lleve este nombre!

María del Pilar Izquierdo Albero, Beata
Fundadora, 27 de agosto

Fundadora da Obra Missionária de Jesús e María

Martirologio Romano: En San Sebastián, en España, beata María del Pilar Izquierdo Albero, virgen, que muy probada por la pobreza y por graves enfermedades, sirvió a Dios mostrado una caridad singular en favor de los pobres y afligidos, para cuyo servicio fundó la Obra Misionera de Jesús y María (1945).
Fecha de beatificación: 4 de noviembre de 2001 por S.S. Juan Pablo II.

María Pilar Izquierdo Albero, tercera de cinco hermanos, nació en Zaragoza (España) el 27 de julio de 1906. Sus padres, un matrimonio humilde y pobre de bienes materiales, pero rico en virtudes, inculcaron a la niña el espíritu de piedad, el amor a los pobres y una tierna devoción a la Virgen del Pilar. El 5 de agosto, fiesta de Santa María de las Nieves, llevaron a la pila del bautismo a María Pilar. Más tarde diría ella que ese era el día más grande de su vida, porque en él se hizo hija de la Iglesia.
Desde muy niña brilló en ella un amor exquisito a Dios y a los pobres. Se privaba a veces de su merienda y de sus cosas para ayudar a quien consideraba más necesitado que ella. Como nunca fue a la escuela, no sabía escribir ni casi leer, por eso se consideraría «una tontica» que no sabía más que «sufrir y amar, amar y sufrir».
Pronto provó en propia carne las punzadas del dolor y comprendió el valor redentor del sufrimiento. A la edad de 12 años fue víctima de una enfermedad misteriosa, que ningún médico supo diagnosticar. Después de cuatro años vividos por motivos de salud en Alfamén (Zaragoza), regresó a Zaragoza, donde comenzó a trabajar en una fábrica de calzado, siendo muy querida de todos, por su sencillez, su natural simpatía, su bondad y laboriosidad. Pero, el Señor quería llevarla por otros derroteros y la fue adentrando en el misterio de la Cruz. Y tanto amó María Pilar el sufrimiento que solía decir: «Encuentro en este sufrir un amor tan grande hacia nuestro Jesús, que muero y no muero... porque ese amor es el que me hace vivir».
En 1926, mientras volvía del trabajo, se fracturó la pelvis al caer del tranvía y, en 1929, quedó parapléjica y ciega a causa de multitud de quistes, teniendo que recorrer una vía dolorosa de más de doce años entre los hospitales de Zaragoza y la pobre buhardilla de la calle Cerdán, 24. Esta buhardilla se convirtió, no obstante, en una escuela de espiritualidad y en un remanso de luz, de paz y alegría para cuantos la visitaban, especialmente durante los tres años de la guerra civil española. Allí se oraba, se fomentaba la amistad evangélica y las almas discernían la vocación a la que Dios las llamaba.
En 1936 comienza Mª Pilar a hablar de la «Obra de Jesús» que habría de aparecer en la Iglesia y que tendría como finalidad «Reproducir la vida activa del Señor en la tierra mediante las obras de misericordia». El 8 de diciembre de 1939, fiesta de la Inmaculada, de la cual era devotísima, María Pilar se curó milagrosamente de su parálisis que la había tenido prostrada durante más de 10 años en el lecho. Desaparecieron también los quistes y recobró instantáneamente la vista. Inmediatamente puso en marcha la Obra, trasladándose, junto con varias jóvenes, a Madrid, donde ya había sido aprobada la Fundación con el nombre de «Misioneras de Jesús y María». Pronto se interpusieron los juicios humanos a los planes de Dios y le prohibieron ejercer cualquier apostolado, hasta que en 1942 el Sr. Obispo de Madrid erigió canónicamente la Obra como «Pía Unión de Misioneras de Jesús, María y José».
Pasados dos años de fecundo apostolado entre los pobres, niños y enfermos de los suburbios, Dios la quiso llevar de nuevo por el camino de la Cruz. Se le reprodujeron los quistes del vientre y, a la enfermedad, se unieron los sufrimientos morales con los que Dios suele purificar a las almas que quiere llevar hasta la cima de la perfección. Calumnias, intrigas, incomprensiones desacreditaron su Obra y alejaron de la misma a varias jóvenes que le habían sido siempre fieles. Llegaron hasta tal punto las cosas que María Pilar, aconsejada por el confesor, en noviembre de 1944 tuvo que retirarse de su propia Obra. La siguieron nueve de sus Hijas.
El 9 de diciembre viajó a San Sebastián, último tramo de la subida al Calvario. Durante el viaje, en una noche gélida y por caminos cubiertos de nieve, se fracturó una pierna en un accidente de coche. Un tumor maligno que se manifestó casi contemporáneamente, la hirió de muerte, pero no logró apagar la luz de su fe ni su firme convicción de que la Obra volvería a resurgir. Postrada en el lecho del dolor, abandonada de las criaturas, pudo saborear mejor el cáliz, mientras alentaba a sus Hijas diciéndoles: «Siento dejaros porque os amo mucho, pero desde el cielo os seré más útil. Volveré a la tierra para estar con los que sufren, con los pobres, los enfermos. Cuando más solas estéis más cerca estaré de vosotras».
Murió en San Sebastián, a los 39 años, el 27 de agosto de 1945, ofreciendo su vida por las Hijas que se le habían separado, a quienes recordaba con dolor y con cariño: «Las amo tanto, -decía- que no las puedo olvidar; aunque me pegaran y me arrastraran, quisiera tenerlas aquí. No quiero acordarme del mal que me hacen sino del bien que me hicieron. Bien sabe nuestro amado Jesús que más, mucho más de lo que me hacen sufrir quiero que les dé de cielo».
Sus Hijas, confiadas en las palabras de la Madre, permanecieron unidas bajo la dirección del Padre Daniel Díez García, que la había ayudado y asistido durante los últimos años de su vida. En 1947 llegaron a Logroño y, en mayo de 1948, el Sr. Obispo D. Fidel García Martínez las aprobó canónicamente como Pía Unión bajo el nombre de «Obra Misionera de Jesús y María». En 1961 fueron aprobadas como Congregación de Derecho Diocesano y, en 1981, fueron declaradas de Derecho Pontificio. La Congregación cuenta en la actualidad con 220 religiosas, repartidas en 22 casas por diversos puntos de España, Colombia, Ecuador, Venezuela, Italia y Mozambique.
La fama de santidad de la Venerable Mª Pilar Izquierdo se acrecentó de tal forma que, el Sr. Obispo de Calahorra, La Calzada-Logroño, Mons. Francisco Álvarez Martínez, vio oportuno iniciar la Causa de Beatificación y Canonización. El Proceso diocesano se realizó de 1983 a 1988.
El 18 de diciembre del 2000, S. S. el Papa Juan Pablo II declaró la heroicidad de las virtudes y el 7 de julio del 2001 aprobó el milagro atribuido a su intercesión, lo que culminó con su beatificación realizada el 4 de noviembre de 2001 por S.S. Juan Pablo II.
Reproducido con autorización de
Vatican.va

Fernando Gonzáles Añón, Beato
Presbítero e Mártir, 27 de agosto

 

Presbítero e Mártir

Martirologio Romano: En la localidad de Picasent, en la región de Valencia, en España, beato Fernando González Añón, presbítero y mártir, que, en tiempo de persecución, mereció pasar a la bienaventuranza eterna (1936).
Fecha de beatificación: Fue solemnemente Beatificado, el 11 de marzo de 2001, por el Papa Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro como parte de un total de
233 mártires por su fe.

Nació el 17 de febrero de 1886 en la ciudad de Turís, provincia de Valencia, diócesis de Valencia (España). Sus padres Fernando González Pons, labrador, e Isabel Añón Navarro quienes formaron un hogar cristiano. Ya desde muy niño era muy piadoso mostrando su vocación sacerdotal en sus juegos y hasta en las pláticas que dirigía a sus vecinos y a los niños de la escuela. Ingresó al Seminario Conciliar Central, donde se distinguió por su piedad, aplicación y jovialidad, que le merecieron la estima de superiores, compañeros y amigos; fue un seminarista ejemplar.
Recibió la tonsura, las órdenes menores y el subdiaconado los días 22 y 23 de diciembre de 1911. Tras haber recibido el presbiterado, celebró por vez primera la Misa en la Parroquia de su pueblo natal el 6 de marzo de 1913.
Los primeros frutos de su ministerio pastoral los recogió en el pueblo de Alcácer, donde fue coadjutor en 1913. En 1915 pasó a Santa Catalina de Alcira, también como coadjutor. Ejerció después en Macastre, como cura ecónomo, y más tarde, como Capellán de la Hidroeléctrica, en Cortes de Pallás. Fue cura regente de Anna en 1924 y coadjutor de San Juan de la Ribera en 1925. En todas estas Parroquias se distinguió como apóstol de los obreros, a quienes socorrió siempre en sus necesidades. El 24 de junio de 1931 tomó posesión del curato de Turís. Ya con los suyos, se multiplicó su actividad pastoral, desviviéndose por el culto y la devoción al Santísimo Sacramento. Fundó las Cuarenta Horas y promovió la festividad de Cristo Rey y la fiesta de la Virgen de los Dolores.
Se dedicaba a la atención pastoral de los enfermos y necesitados, sin olvidar la catequesis. Apóstol y propagandista de la buena prensa. No hubo petición de pobres que no atendiera, y su influencia ante personalidades estuvo cultivada con miras a hacer el bien.
El beato Fernando era consciente, en los días previos a la revolución, de la situación que estaba por afrontar: persecución religiosa y probable martirio.
La revolución en Turís comenzó con el incendio de las iglesias, la quema de imágenes y objetos religiosos y el encarcelamiento de los católicos. Al estallar la revolución de 1936, el beato reaccionó como un sacerdote católico auténtico. Mantuvo su ánimo sereno y se confió en la Divina Providencia. Fue detenido el 27 de agosto de 1936 en la casa abadía. Al día siguiente fue asesinado no sin antes perdonar a sus ejecutores y pronunciar ¡Viva Cristo Rey!.

... ... (e outros)

http://es.catholic.net/santoral

 

Recolha, transcrição e tradução incompleta,

por serem muito longas as biografias apresentadas,

por António Fonseca

quarta-feira, 26 de agosto de 2009

A IGREJA E OS SACRAMENTOS

Este texto está publicado in: www.paróquias,org e, porque o acho de sumo interesse para todos nós, católicos, optei por o transcrever para o meu blogue, para o dar o meu pequeno contributo a todos aqueles que porventura venham a consultar esta página

 

A IGREJA E OS SACRAMENTOS

15. Viver em Cristo: os sacramentos

"Eu estou convosco para sempre até ao fim do mundo": assim prometeu o Ressuscitado aos seus discípulos. No dia de Pentecostes, apercebem-se do modo como Jesus cumpre a sua promessa. Entusiasmados, descem a rua e proclamam: Que todos o saibam! Jesus de Nazaré, que foi suspenso numa cruz e morreu, é o Senhor, o Messias. Ressuscitou! Deus exaltou-O e deu-Lhe o lugar de honra à sua direita. E voltará na sua glória. Acreditai n'Ele e tende confiança no Evangelho que nós vos anunciamos.

Assim vai crescendo a comunidade dos fiéis em toda a parte onde o Evangelho é proclamado como Boa Nova. Constituem-se comunidades. Um novo povo de Deus: a Igreja de Jesus Cristo. Está unida ao seu Senhor como os membros ao corpo, como o ramo à videira. Ele age através dela e nela.

O Senhor destinou a sua Igreja para dar testemunho - através da sua presença em favor dos homens e do culto celebrado com eles - de que Deus é bom para com todos e quer oferecer-lhes a salvação. A Igreja, em si, é sinal do amor e da proximidade do Deus escondido. É o sacramento inaugural sobre o qual se fundam todos os sacramentos que ela oferece aos que proclamam e vivem a fé tal como a Igreja a transmite desde a época dos apóstolos.

A Igreja, em Cristo, é como que o sacramento ou sinal, e o instrumento da íntima união com Deus e da unidade de todo o género humano.

CONCÍLIO VATICANO II, LUMEN GENTIUM 1

15.1 Sete sacramentos

A Igreja celebra - como legado sagrado do seu Senhor - sete sacramentos. Estes são ordenados à vida e à fé de cada pessoa. Neles e através deles, Jesus oferece-Se aos homens. Por este dom gratuito, o homem pode estar seguro da sua fé e da sua esperança, do seu acto de amar e ser amado.

Administrar os sacramentos não é unicamente falar da pertença a Deus e da redenção. Os sacramentos são disso sinais efectivos e transmitem verdadeiramente essa pertença a Deus e essa redenção.

Sim, da sua plenitude todos nós recebemos, graça sobre graça.

EVANGELHO SEGUNDO SÃO JOÃO 1,16

Sacramentos: Sinais da salvação que Jesus instituiu na sua igreja. Penhor da sua existência na e com a Igreja. O Baptismo é o fundamento da nossa entrada na Igreja de Jesus Cristo no começo da vida. Pela Confirmação, os jovens são fortalecidos e santificados pelo dom do Espírito. A Eucaristia concede aos fiéis a participação na vida do seu Senhor e faz deles uma comunidade. O sacramento da Penitência oferece ao pecador reconciliação e perdão. O doente recebe da unção esperança e consolação. No sacramento da Ordem, confere-se aos diáconos, sacerdotes e bispos, um serviço particular na Igreja. No sacramento do Matrimónio, os esposos prometem mutuamente amor e fidelidade; a comunidade que eles formam é imagem da comunhão dos crentes instituída por Deus. Os sacramentos são os sinais visíveis da realidade invisível da salvação. Porque são dom de Deus realizam o que significam.

Sacramentais: "A santa mãe Igreja instituiu também os sacramentais. Estes são, à imitação dos sacramentos, sinais sagrados que significam realidades, sobretudo de ordem espiritual, e se obtêm pela oração da Igreja. Por meio deles dispõem-se os homens para a recepção do principal efeito dos sacramentos e santificam as várias circunstâncias da vida" (Concílio Vaticano li, Sacrosanctum Concilium 60). A Igreja institui os sacramentais para santificar certos ministérios, certas circunstâncias da vida cristã, assim como o uso de certos objectos. Para isso pronuncia-se uma oração, frequentemente acompanhada dum sinal particular (por exemplo: a imposição das mãos, o sinal da cruz, a aspersão de água benta. Dizemos "consagração" quando se trata de uma pessoa (por exemplo, a abadessa dum mosteiro) ou quando um objecto (altar, igreja, sino) é destinado exclusivamente ao uso litúrgico. Diz-se "bênção" quando os homens (crianças, viajantes, peregrinos) ou coisas (casas, alimentos, automóvel, animais) são confiados à protecção de Deus.

15.2 O Baptismo

A pregação de São Pedro em Jerusalém, no dia de Pentecostes, chega ao coração de muitos ouvintes. Perguntaram a Pedro e aos outros apóstolos: "Que devemos fazer?" E São Pedro responde: "Arrependei-vos e cada um de vós seja baptizado em nome de Jesus Cristo, para o perdão dos pecados; depois recebereis do Pai o dom do Espírito Santo" (Act 2,37-38). Mas a nova comunidade de Deus, a Igreja, não cresce apenas entre os judeus.

Nos Actos dos Apóstolos (8,26-40), São Lucas narra a história de Filipe, um dos sete diáconos. Inspirado por Deus, vai pela estrada que conduz a Gaza, encontra um homem importante vindo da Etiópia, que regressa a casa depois de ter ido rezar ao templo de Jerusalém. Nesse momento lê a profecia de Isaías. Filipe ouve o que este estrangeiro lê e pergunta-lhe: "Compreendes o que estás a ler? - "E como poderei eu compreender, diz ele, se ninguém mo explica?" Filipe explica-lhe, então, como a palavra do profeta se realiza em Jesus Cristo: Ele quis reconciliar os homens com Deus, mas foi rejeitado. Aceitou o sofrimento; não Se defendeu contra a morte na cruz. Foi morto como um cordeiro levado ao sacrifício. Mas Deus ressuscitou-O. Ele está vivo e nós somos testemunhas. Ele é o Salvador e Redentor. Aquele que acredita que Jesus é o Messias, o Senhor, e se faz baptizar, torna-se um homem novo, um cristão.

Mais adiante chegam a um lugar onde havia uma fonte de água. O etíope pergunta: "Aqui há água. Que é que impede que eu seja baptizado?" Descem os dois à água e Filipe baptiza-o: "Em nome do Pai e do Filho e do Espírito Santo". Este homem foi o primeiro cristão de África.

  • O Baptismo é o sacramento comum a todos os cristãos. A Igreja administra-o segundo a missão que o Senhor lhe confiou: "De todos os povos fazei discípulos, baptizando-os em nome do Pai e do Filho e do Espírito Santo." (Mt 28,19).
  • O Baptismo estabelece uma relação pessoal com Jesus. Significa também a inserção na comunidade dos fiéis, a Igreja. Realiza o perdão dos pecados e marca o início duma nova vida como irmão ou irmã de Jesus Cristo, filho ou filha de Deus. Os baptizados rezam: "Pai nosso que estais nos céus".
  • O Baptismo é um começo, primícias de Deus que é preciso fazer frutificar ao longo de toda a vida: "Sepultados com Cristo no Baptismo, estais também ressuscitados com Ele, porque acreditastes na força de Deus que O ressuscitou dos mortos" (Cl 2,12).

Qualquer pessoa pode receber o Baptismo e pode administrá-lo - ainda que ela própria não esteja baptizada -, desde que o faça com a intenção da Igreja. O Baptismo é válido para sempre. Não é possível anulá-lo. Nenhum pecado suprime a aliança selada pelo Baptismo.

As pessoas que se fazem baptizarem idade adulta passam por uma fase de aprendizagem da fé. Incorporam-se na Igreja de forma orgânica. Quando os pais e padrinhos trazem uma criança junto à água do Baptismo, querem transmitir-lhe não apenas a vida mas também a fé, e prometem conduzir e acompanhar essa criança no caminho da fé. Durante a Vigília Pascal, os fiéis - adultos e crianças -renovam as promessas baptismais.

Durante a Vigília Pascal, a água baptismal é consagrada:
Olhai agora, Senhor, para a vossa Igreja
e dignai-Vos abrir para ela a fonte do Baptismo.
Receba esta água, pelo Espírito Santo,
a graça do vosso Filho Unigénito,
para que o homem, criado à vossa imagem,
no sacramento do Baptismo seja purificado das velhas impurezas
e ressuscite homem novo pela água e pelo Espírito Santo.

Baptismo: Significa "mergulhar na água", elemento da vida.
Quando uma pessoa não baptizada dá a sua vida por Jesus Cristo (martírio), recebe o "baptismo de sangue". Falamos também de "baptismo de desejo" quando os não baptizados que praticam o bem, se comprometem pelo próximo e deste modo - às vezes sem o saberem - seguem a Cristo.
Quanto às crianças que morrem sem Baptismo, acreditamos que a misericórdia de Deus as acolhe.
O Baptismo administra-se do seguinte modo: o celebrante derrama água três vezes sobre a cabeça do baptizando enquanto diz: "Eu te baptizo em nome do Pai e do Filho e do Espírito Santo".

15.3 A Confirmação

O sacramento da Confirmação é administrado nos nossos dias ainda um pouco como no tempo dos apóstolos. O bispo - ou o seu representante autorizado -estende as mãos sobre o confirmando e invoca para ele o dom do Espírito Santo. Depois impõe a cada um as mãos, chama-o pelo seu nome e diz: "Recebe por este sinal o dom do Espírito Santo." Ao mesmo tempo unge a fronte do confirmando com o santo crisma, marcando-o assim com o sinal do Espírito Santo, a fim de que se conheça a quem pertence, do mesmo modo como se conheciam os escravos com a marca do seu amo. Os confirmandos renovam as suas promessas baptismais e recitam a profissão de fé da Igreja.

Na Igreja ocidental, a Confirmação é administrada aos jovens como "sacramento da maturidade cristã", dado que, ao serem baptizados em crianças, foram os pais e padrinhos que pronunciaram a profissão de fé. Agora que começam a viver e a agir de forma independente, pronunciam eles próprios o seu "sim" à comunidade de fé que os integrou pelo Baptismo.

  • Dizem sim a Cristo e proclamam a sua disponibilidade para com Ele, assim como a vontade de não negar a sua fé.
  • Declaram o seu consentimento para se comprometerem em favor da Igreja e para ajudarem os seus irmãos e irmãs.

Tal como o Baptismo, a Confirmação imprime também à alma um carácter espiritual, um selo indelével; é por isso que não podemos receber este sacramento mais do que uma vez. O dom do Espírito Santo torna aquele que o recebe capaz de converter-se em "sal da terra e luz do mundo" (Mt 5,13-14), de testemunhar Jesus Cristo, através da sua vida e dos seus actos, de tal modo que todos pensem: é um cristão que fala e age como tal.

Cremos no Espírito Santo
que nos capacita
a viver sem violência,
a ir junto dos pobres,
a comprometer-nos com os fracos,
a servir a Deus.
Cremos no Espírito de Jesus Cristo
que nos impulsiona a viver como irmãos,
a mudar os nossos hábitos,
a reparar os prejuízos
e a criar a esperança até
que todos compreendam
que somos filhos e filhas de Deus.

Confirmação: "A Confirmação completa a graça baptismal; ela é o sacramento que dá o Espírito Santo, para nos enraizar mais profundamente na filiação divina, incorporar-nos mais solidamente em Cristo, tornar mais firme o laço que nos prende à Igreja, associar-nos mais à sua missão e ajudar-nos a dar testemunho da fé cristã pela palavra, acompanhada de obras" (Catecismo da Igreja Católica 1316). Os adultos recebem a Confirmação juntamente com a Eucaristia. Quando o Baptismo é administrado habitualmente às crianças, a Confirmação é administrada na adolescência, como sinal de capacidade de assumir as suas próprias decisões. Na Igreja oriental, a Confirmação tem lugar não muito após o Baptismo, em ligação com .a comunhão.

15.4 A Eucaristia

O sacramento da Eucaristia é o centro e o coração de toda a liturgia da Igreja de Jesus Cristo. Pois é nela que se cumpre - dia após dia, em toda a terra - a missão confiada aos apóstolos por Jesus, na vigília da sua Paixão. Ele disse-lhes: "Fazei isto em memória de Mim". Por isso a nossa celebração está fundada no memorial da última Ceia de Jesus, tal como São Paulo relata no seu testemunho desta sagrada tradição.

  • Com efeito, eu mesmo recebi do Senhor o que vos transmiti: na noite em que foi entregue, o Senhor Jesus tomou o pão e, depois de dar graças, partiu-o e disse: "Isto é o meu corpo, que será entregue por vós; fazei isto em memória de Mim". Do mesmo modo, depois da Ceia, tomou também o cálice, dizendo: "Este cálice é a nova Aliança no meu sangue; todas as vezes que dele beberdes, fazei-o em memória de Mim".

    PRIMEIRA EPÍSTOLA AOS CORÍNTIOS 11,23-25

A Igreja - cada paróquia - celebra a Eucaristia como comunidade de louvor e de acção de graças, como comunidade que participa na Santa Ceia e também como comunidade chamada a comprometer-se como sacrifício de Jesus Cristo. Deste modo, faz mais do que conservar unicamente a memória do que Deus fez por nós por meio de Jesus Cristo. Nesta celebração o próprio Cristo está verdadeiramente presente. E nós participando na Eucaristia assumimos a nossa condição cristã.

Partirmos o pão
uns para os outros,
partilharmos uns com os outros,
ouvirmo-nos uns aos outros,
aproximarmo-nos uns dos outros,
darmos as mãos,
abraçarmo-nos mutuamente:
fazermos o que Ele nos fez.

A Santa Missa consta de quatro partes:

1) Início da celebração, com a saudação mútua, a preparação penitencial, a litania do Kyrie, o Glória e a oração de abertura.

2) Durante a liturgia da palavra são lidos três extractos da Bíblia: o primeiro, do Antigo Testamento ou dos Actos dos Apóstolos; o segundo, de uma das epístolas (cartas) apostólicas; o terceiro, dos Evangelhos. O celebrante, mandatado pela Igreja, explica a palavra de Deus a fim de que cada um compreenda como se pode ser cristão, hoje. Ao Domingo e nas celebrações solenes, reza-se o Credo (profissão de fé). Na oração universal, a assembleia apresenta a Deus as necessidades da Igreja e do mundo.

3) Na liturgia eucarística, a assembleia celebra a Ceia do Senhor. Reúne-se à volta do altar. O sacerdote, actuando em nome de Cristo, diz então a oração eucarística. Esta começa pelo prefácio (grande oração de acção de graças) e acaba pelo "Amen" dos fiéis. Em nome de Jesus Cristo e investido de pleno poder no seu ministério, o sacerdote diz e faz o que Jesus disse e fez. Assim, consagra os dons que levamos ao altar, pão e vinho, no Corpo e no Sangue de nosso Senhor Jesus Cristo: este é o mistério da nossa fé.

  • O sacerdote, tomando o pão, diz:
    "Tomai, todos, e comei:
    isto é o meu Corpo
    que será entregue por vós".
  • O sacerdote, tomando o cálice, diz:
    "Tomai, todos, e bebei:
    este é o cálice do meu Sangue,
    o Sangue da nova e eterna aliança,
    que será derramado por vós e por todos,
    para remissão dos pecados.
    Fazei isto em memória de Mim".

Os fiéis recitam a Oração do Senhor (Pai Nosso) e recebem o pão consagrado: o Corpo de Cristo. A comunhão aumenta a nossa união com o Senhor exaltado. Desde agora, participamos no seu sacrifício: na cruz, Jesus realizou para nós a reconciliação e o perdão dos pecados. Ele mesmo Se oferece e estabelece assim, no seu Sangue, a Nova Aliança. Quem vive nesta Aliança é chamado a viver para Deus e para o seu próximo como o Senhor, a dar-se como Ele.

4) A celebração eucarística termina com a bênção final e a despedida da assembleia.

Senhor Jesus Cristo,
Tu és o Pão que vivifica,
Tu és o Pão que nos faz irmãos,
Tu és o Pão que nos dá o Pai.

Tu és o Caminho que nós escolhemos,
Tu és o Caminho que conduz através do sofrimento,
Tu és o Caminho que conduz à alegria.

É digno e justo dar-Te graças, louvar-Te,
bendizer-Te e adorar-Te
em toda a terra.

São João Crisóstomo († 407)

Eucaristia: significa "Acção de Graças". Designa-se assim o conjunto da celebração. Mas aplica-se, também, por oposição à liturgia da palavra - à segunda parte da Missa com a oração eucarística. Chamamos igualmente Eucaristia, ao pão consagrado que recebemos na Missa e que adoramos a todo o momento. Quando queremos dizer que o sacrifício de Jesus se torna presente na celebração eucarística, falamos de "Santo Sacrifício". O nome de "Santa Missa" está ligado ao fim da celebração, o envio (missio) dos fiéis, a fim de que todos testemunhem Jesus Cristo, na vida quotidiana, onde quer que vivam.

Liturgia da palavra: Nome da primeira parte da celebração eucarística, mas também doutros actos do culto divino, ao longo dos quais é lido e comentado um texto da Sagrada Escritura.

Consagração: As palavras de Jesus "Isto é o meu Corpo, isto é o meu Sangue", não são simples metáfora ou comparação. Acreditamos que ao longo da celebração eucarística, o pão e o vinho - as nossas ofertas - são transformadas em Corpo e Sangue de nosso Senhor, sem contudo perder o seu aspecto visível. Acreditamos que no sacramento da Eucaristia estão "verdadeiramente contidos, real e substancialmente, o Corpo e o Sangue, juntamente com a alma e a divindade de nosso Senhor Jesus Cristo" (Concílio de Trento, 1545-1563). É a este mistério da fé que nós fazemos referência quando falamos de "consagração".

Sacrifício: "O nosso Salvador instituiu na última Ceia, na noite em que foi entregue, o Sacrifício Eucarístico do seu Corpo e do seu Sangue, para perpetuar pelo decorrer dos séculos, até Ele voltar, o Sacrifício da Cruz, confiando à Igreja, sua esposa amada, o memorial da sua morte e ressurreição" (Concílio Vaticano li, Sacrosanctum Concilium 47).

15.5 Penitência e Reconciliação

No início de cada celebração eucarística, dizemos todos juntos: "Confesso a Deus todo-poderoso e a vós, irmãos, que pequei muitas em pensamentos e palavras, actos e omissões, por minha culpa, minha tão grande culpa. E peço à Virgem Maria, aos Anjos e Santos, e a vós, irmãos, que rogueis, por mim a Deus, nosso Senhor."

Rezamos assim porque sabemos que somos humanos. Podemos fazer e pensar o mal. Podemos tornar-nos culpados diante de Deus, dos nossos irmãos, das criaturas que nos são confiadas. Rezamos assim, colocando a nossa confiança no Senhor Jesus Cristo, que diz de Si mesmo: "Eu não vim chamar os justos, mas os pecadores" (Mt 9,13). Ele começa o seu ministério público pelo mandamento: "Arrependei-vos, pois o Reino dos Céus está próximo" (Mt 4,17). Aos que se escandalizam por Ele andar com pecadores, responde: "Há mais alegria no céu por um só pecador que se arrepende, do que por noventa e nove justos que não necessitam de arrependimento." (Lc 15,7).

Nestas parábolas, Jesus fala de Deus que ama os homens como um pai ou uma mãe ama o filho ou a filha. O seu amor não se cansa. Mantém-se mesmo quando as pessoas seguem outro caminho, desprezando as palavras e os mandamentos divinos.

Jesus fala do Pai. Exorta o povo - cada um em particular - a converter-se e a voltar ao Pai, que é lento na cólera e pronto para o perdão. Investido de pleno poder pelo Pai, Jesus oferece aos pecadores reconciliação e perdão: uma nova vida. A sua Igreja, comunidade de irmãos e irmãs de Jesus, é o lugar onde o filho pródigo e a filha perdida, experimentam - quando se arrependem - os braços estendidos do Pai e a Sua alegria de ter reencontrado um irmão ou um filho, uma irmã ou uma filha.

É nesta missão da Igreja que o evangelista São João pensa quando conta que Jesus está entre os apóstolos na tarde de Páscoa, sopra sobre eles o Espírito Santo, e dá-lhes o poder de perdoar os pecados. Também São Mateus pensa neste ministério de reconciliação quando testemunha o que Jesus promete a São Pedro, a pedra fundamental da sua Igreja: "O que ligares na terra ficará ligado nos céus, e o que desligares na terra ficará desligado nos céus" (Mt 16,19).

A remissão dos pecados, que proclamamos no Credo, é possível a cada um de nós, de modo concreto no sacramento da penitência. Cada baptizado pode receber o sacramento da reconciliação por meio dum sacerdote que obteve da Igreja a autoridade para o fazer. Quem, depois do Baptismo, cometeu uma falta grave, deve reconciliar-se com Deus e com a assembleia dos fiéis, antes de poder comungar. Exige-se do pecador que ele reconheça a sua falta tendo a firme resolução de mudar de vida; confesse a sua falta estando disposto a reparar, na medida do possível, a injustiça cometida, e a aceitar a penitência que lhe é imposta pelo confessor.

Em caso de necessidade grave, quando a confissão pessoal dos pecados não é possível, o sacerdote pode dar a um grupo, o perdão e a reconciliação: trata-se da "absolvição geral". Mas cada um está obrigado a fazer, posteriormente e logo que possível, a confissão individual das suas culpas.

A absolvição:
Deus, Pai misericórdia, que, pela morte e ressurreição de seu Filho, reconciliou o mundo consigo e infundiu o Espírito Santo para remissão dos pecados, te conceda, pelo ministério da Igreja, o perdão e a paz.
E eu, te absolvo dos teus pecados em nome do Pai, e do Filho e do Espírito Santo.

Arrependimento: Significa afastar-se do mal e dispor-se decididamente a um novo começo. Quando falamos do sacramento da Penitência, insistimos em que o pecador tem a firme vontade de reparar a sua culpa. Falamos de confissão quando se trata da confissão individual dos pecados; costumamos dizer também sacramento da Reconciliação.

Perdão: "A confissão individual e integral dos pecados graves, seguida da absolvição, continua a ser o único meio ordinário para a reconciliação com Deus e com a Igreja" (Catecismo da Igreja Católica 1497).

Pecado: "Os pecados devem ser julgados segundo a sua gravidade. Já perceptível na Escritura, a distinção entre pecado mortal e pecado venial, impôs-se na tradição da Igreja. A experiência dos homens corrobora-a" (Catecismo da Igreja Católica 1854). "Para que um pecado seja mortal, requerem-se, em simultâneo, três condições: 'É pecado mortal o que tem por objecto uma matéria grave, é cometido com plena consciência e de propósito deliberado' (Reconciliatio et poenitentia 17)" (Catecismo da Igreja Católica 1857).
"Comete-se um pecado venial quando, em matéria leve, não se observa a medida prescrita pela lei moral ou quando, em matéria grave, se desobedece à lei moral, mas sem pleno conhecimento ou sem total consentimento" (Catecismo da Igreja Católica 1862).

15.6 A Unção dos doentes

Quando as pessoas adoecem, a sua vida muda. Com frequência deixam de poder cuidar de si mesmas e dependem da ajuda de outros. Já não podem ir ao encontro dos outros, apenas podem esperar que outros venham ao seu encontro. Deixam de ser "rentáveis". Já não valem nada para a sociedade. Com frequência caem no isolamento, perdem a coragem e a esperança.

Jesus não evitou os doentes. Fez-lhes ver que Deus os ama. Curou muitos deles. Porque a sua Igreja não é somente uma comunidade de fé mas também de vida, cada um deve poder sentir que tem nela um irmão, uma irmã: visitar os doentes é uma obra de misericórdia.

  • Desde o princípio, a Igreja tem uma solicitude muito particular para com os doentes: "Alguém dentre vós está doente? Mande chamar os presbíteros da Igreja para que orem sobre ele, ungindo-o com óleo em nome do Senhor. A oração feita com fé salvará o doente e o Senhor o restabelecerá e, se tiver cometido pecados, estes lhe serão perdoados" (Tg 5,14-15).

Ainda hoje, o sacramento é administrado da mesma maneira. O sacerdote reza pelo doente e com o doente. Unge-lhe a fronte e as mãos com o óleo sagrado.

  • Por esta santa unção e pela sua infinita misericórdia, o Senhor venha em teu auxílio com a graça do Espírito Santo; para que, liberto dos teus pecados, Ele te salve e, na sua bondade, alivie os teus sofrimentos.

Depois da unção, o doente recebe a santa comunhão, o "viático" (pão para o caminho).

Quem confia a sua vida a Jesus, quem vive com Jesus, pode ter a certeza de que não será afastado desta comunhão, mesmo em caso de doença ou de perigo de morte. Os fiéis podem apoiar-se no seu Senhor. Ele sabe o que é o sofrimento. Podem pedir-Lhe ajuda. Podem unir o seu próprio sofrimento ao de Jesus - pela vida do mundo.

Porque nenhum de nós vive para si mesmo, e ninguém morre para si mesmo. Se vivemos, é para o Senhor que vivemos; se morremos, é para o Senhor que morremos. Quer vivamos, quer morramos, pertencemos ao Senhor.

EPÍSTOLA AOS ROMANOS 14,7-8

O sacramento da Unção dos doentes pode ser administrado no hospital ou numa igreja, e várias pessoas podem recebê-lo ao mesmo tempo. Se a doença perdura ou piora, o doente pode receber o sacramento várias vezes.

15.7 O sacramento da Ordem

A Igreja de Jesus Cristo é uma comunidade de louvor e de acção de graças, de vida e de partilha. A comunidade dos que estão reconciliados com Deus pelo seu Senhor Jesus Cristo. Toda a pessoa baptizada e confirmada participa do sacerdócio de Jesus Cristo. Por isso falamos de "sacerdócio comum" dos crentes. Isto significa que cada um, segundo a sua própria vocação, participa na missão de Jesus Cristo. Cada cristão e cada cristã é testemunha de Jesus Cristo.

  • A primeira epístola de São Pedro (2,9) recorda a uma comunidade perseguida a sua dignidade:
    "Vós, porém, sois raça eleita, sacerdócio real, nação santa, povo adquirido por Deus, para proclamar as obras maravilhosas d'Aquele que vos chamou das trevas para a sua luz admirável".

A Igreja, povo de Deus no mundo, vive entre as nações. Como comunidade de fiéis, tem necessidade de mensageiros, pessoas chamadas por vocação, que em nome de Cristo e com o seu amor, mantenham a unidade e velem pela fidelidade comum à fé.

O ministério eclesial sacramental tem três níveis: os bispos, os presbíteros e os diáconos. Todos participam no sacerdócio de Jesus Cristo: o seu ministério funda-se n'Ele; são representantes da Igreja.

São escolhidos dentre a comunidade dos santos e destinados a servir esta comunidade. Por isso, são ordenados para o seu ministério.

  • O bispo dirige um distrito eclesiástico chamado "diocese". Na diocese, o bispo é responsável pela proclamação do Evangelho, do culto divino e da solicitude para com os pobres. Como sucessores dos apóstolos, os bispos decidem a quem vão confiar um ministério na Igreja; ordenam diáconos e presbíteros. O primeiro dentre eles é o bispo de Roma, o Papa. Ele é o sucessor de São Pedro, ao qual o Ressuscitado confiou o seu rebanho (Jo 21,15-17).
    Assim como São Pedro - ao qual o Senhor concedeu o primado dos apóstolos -permaneceu unido aos outros apóstolos, também o Papa - sucessor de São Pedro - e os bispos - sucessores dos apóstolos - permanecem unidos entre si. Como vigário de Cristo e pastor de toda a Igreja, o Papa é o garante e o fundamento da unidade da Igreja. A comunidade dos bispos não pode exercer a sua autoridade senão em comunhão com o Papa, bispo de Roma. Os bispos que fazem parte do círculo restrito de conselheiros do Papa são designados "cardeais"; são nomeados pelo Papa, tal como os bispos. Estes recebem a ordenação e a autoridade através da unção, da oração e da imposição das mãos efectuadas por outros bispos.

Quando há que resolver conflitos que afectam a Igreja no seu conjunto, o Papa convoca todos os bispos numa assembleia geral. Esta assembleia geral de todos os bispos - ao longo da história da Igreja foram 21 - designa-se por "concílio". As suas decisões são válidas em toda a Igreja. O último concílio teve lugar no Vaticano, de 1962 a 1965. Chama-se "Concílio Vaticano li".

  • Os presbíteros (chamados vulgarmente sacerdotes ou padres) são ordenados pelo bispo. Investidos do pleno poder de Jesus, guardam e dirigem a comunidade cristã. Proclamam e explicam o Evangelho, presidem à celebração da Eucaristia e administram os sacramentos. No rito da ordenação, o bispo unge-os e impõe-lhes as mãos, antes que o façam todos os outros presbíteros presentes na cerimónia. Os presbíteros recém ordenados prometem, solenemente, obediência ao seu bispo.
  • Os diáconos, auxiliares dos bispos e dos presbíteros, são também ordenados pelo bispo e destinados ao serviço da diocese e da paróquia.

Os três ministérios fundamentais da Igreja (o ministério do bispo, do presbítero e do diácono) têm uma longa história que remonta à época dos apóstolos. Jesus escolheu doze homens dentre todos os seus discípulos e destinou-os a serem testemunhas. Ele próprio os envia a proclamar o Evangelho, a realizar sinais que tornem visíveis a proximidade do Reino de Deus, a baptizar e a reunir o novo povo de Deus dentre todas as nações da terra. Depois do Pentecostes, inspirados pelo Espírito Santo, ensinam primeiro em Jerusalém, depois nas proximidades e, por fim, em todos os países até aos confins da terra. Baptizam todos os que abraçam a fé, impondo-lhes as mãos a fim de receberem o Espírito Santo e fundam comunidades. Constituem "Anciãos" à frente dessas comunidades, transmitindo-lhes o seu ministério pela oração e imposição das mãos. Deste modo estes homens ficam dedicados ao serviço de Deus.

Como surgissem conflitos na comunidade de Jerusalém por causa de um grupo, as viúvas de judeo-cristãos de língua grega, que se sentiam pouco atendidas, os apóstolos decidiram instituir auxiliares para esse serviço. São Lucas conta, no capítulo 6 dos Actos dos Apóstolos, como os apóstolos escolheram sete diáconos aos quais impuseram as mãos.

Os homens a quem é confiado um ministério na Igreja são submetidos a critérios particulares. Não são a erudição nem a origem que contam. Só conta a fé em Deus, a ligação a Jesus Cristo e o amor pelos homens, em particular pelos pobres. Só aquele que faz sua a palavra de Jesus: "Aquele que quiser ser grande entre vós, faça-se vosso servidor, e aquele que quiser ser o primeiro entre vós, que seja escravo de todos" (Mc 10,43-44), só esse pode converter-se no intermediário que torna sensível, de modo humano o amor de Deus.

Rezamos assim:
Lembrai-Vos, Senhor, da vossa Igreja,
dispersa por toda a terra,
e tornai-a perfeita na caridade em comunhão com o Papa N., o nosso Bispo N.
e todos aqueles que estão ao serviço do vosso povo.

EXTRACTO DA ORAÇÃO EUCARÍSTICA II

Bispo: (em grego: epískopos = "vigilante"). Em união com o Papa, os bispos guardam e dirigem a Igreja e velam por que o Evangelho de Jesus Cristo seja proclamado na sua plenitude. O episcopado - tal como o presbiterado - é reservado a homens celibatários (=não casados).

Presbítero: (em grego: presbyteros = "ancião"). A Igreja católica e a igreja ortodoxa crêem que só a ordenação de homens corresponde à vontade de Cristo. Na Igreja latina, os padres são submetidos ao celibato. "Pela virtude do sacramento da Ordem... [os padres] são consagrados para pregar o Evangelho para serem os pastores dos fiéis e para celebrar o culto divino..." (Concílio Vaticano li, Lumen Gentium 28).

Diácono: (em grego: diákonos = "servidor"). Os diáconos podem ser homens casados. Não têm poder para celebrar a Eucaristia, nem para perdoar os pecados pelo sacramento da Penitência. Servem os pobres e são os auxiliares do bispo e do padre, nomeadamente na celebração dos divinos mistérios.

15.8 O Matrimónio

Cada criança nasce no seio duma família. O rosto do pai e da mãe representam o que a criança vê em primeiro lugar. No sorriso dos pais, a criança descobre os primeiros traços de humanidade. É pela mão dos pais que ela aprende a andar. Deles aprende a confiar no amor. Um ser humano que é privado desta experiência no início da sua vida, terá dificuldade em confiar nos outros, a acreditar que, no amor, é possível dar e receber.

É amando que o homem se torna plenamente o que ele é. Pois Deus - que é amor - criou-o à sua imagem: homem e mulher (Gn 1,27). Quando um homem e uma mulher se encontram, se amam, já não querem viver um sem o outro; então, prometem fidelidade para toda a vida. Ambos administram mutuamente o sacramento do Matrimónio. E porque não se trata somente do amor destas duas pessoas, mas também do amor de Deus, fazem esta promessa em público, diante do padre que representa a Igreja e das testemunhas. A sua união é selada por um dom mútuo entre ambos: tornam-se "um só corpo e uma só alma" encontrando assim a sua plenitude e a felicidade. Do seu amor pode nascer uma nova vida: o homem e a mulher tornam-se pai e mãe. A sua vida dilata-se. Cada criança é um dom de Deus, mas também uma responsabilidade. Por isso é bom que os esposos projectem a sua vida diante de Deus e da sua consciência.

O Matrimónio é uma aliança para toda a vida. Jesus disse: "O que Deus uniu não o separe o homem." (Mc 10,9). Para muitos esta palavra é dura, pois não há garantia de êxito numa relação: as pessoas podem enganar-se, o amor pode acabar perante a doença ou em situações de sofrimento. Pode acontecer que duas pessoas que se amavam, não se compreendam mais. Já não são capazes de dialogar entre si, tornam-se estranhas uma para a outra. Há casamentos que fracassam.

Mas os cristãos devem confiar que, mesmo neste caso, não os abandona o amor de Deus nem da Igreja de Cristo.

O compromisso matrimonial:
Eu te recebo por minha esposa (meu esposo)
e prometo ser-te fiel,
amar-te e respeitar-te,
na alegria e na tristeza,
na saúde e na doença,
todos os dias da nossa vida.

O sacramento do Matrimónio: "A unidade, a indissolubilidade e a abertura à fecundidade, são essenciais ao Matrimónio. A poligamia é incompatível com a unidade do Matrimónio; o divórcio separa o que Deus uniu; a recusa da fecundidade desvia a vida conjugal do seu 'dom mais excelente', o filho (Gaudium et Spes 50,1)" (Catecismo da Igreja Católica 1964).

www.paróquias.org

Com o acima digo, considero este texto digno de ser levado ao conhecimento de todos os católicos,

e, assim, embora não hajam  possivelmente tantas pessoas a verem este blogue como eu desejaria, ´

resolvi fazer esta transcrição, pedindo a devida autorização àquele site, que agradeço desde  já.

António Fonseca

Igreja da Comunidade de São Paulo do Viso

Nº 5 801 - SÉRIE DE 2024 - Nº (277) - SANTOS DE CADA DIA - 2 DE OUTUBRO DE 2024

   Caros Amigos 17º ano com início na edição  Nº 5 469  OBSERVAÇÃO: Hoje inicia-se nova numeração anual Este é, portanto, o 277º  Número da ...