quinta-feira, 30 de abril de 2009

PEREGRINAÇÃO (3)

Meus Amigos e Irmãos em Cristo

Devido a ter tido alguns problemas na paginação do meu blog, há poucos minutos, vejo-me forçado a repetir aqui as "reportagens" que efectuei em 26 e 29 do corrente mês de Abril, esperando que tudo volte ao normal. Desculpem esta repetição. Obrigado.

Domingo, 26 de Abril de 2009

Peregrinação do Ano Paulino

Acaba de sair da Igreja da Comunidade de S. Paulo do Viso, (Igreja jubilar do Ano Paulino) uma peregrinação composta por 10 (dez) elementos da paróquia da Boavista, capela de Francos.
Foram recebidos por uma delegação composta por mim próprio, Presidente da Conferência Vicentina de S. Paulo (entre outras actividades) e pela Catequista e leitora desta Comunidade, Catarina Torres. Depois de completarem o Rosário que haviam encetado quando começaram a caminhada, de Francos até aqui à Igreja, tiraram algumas fotografias, e trocaram impressões connosco sobre as comemorações Paulinas que se estão a desenrolar até Junho próximo.
Visitaram em seguida todas as instalações da Igreja e cerca das 17 horas foram novamente a pé para suas casas, tendo ficado muito satisfeitos com a recepção que lhe foi feita (que não teve absolutamente nada de especial) pois limitamo-nos a franquear a entrada e a dar alguns exemplares do Totus tuus e um prospecto com a resenha histórica da igreja de S. Paulo do Viso, datas significativas desta Comunidade, nota pastoral sobre o Ano Paulino e a Oração de S. Paulo, nada mais.
Fica aqui para a história a foto de grupo junto do altar.
Pela nossa parte agradecemos também a visita que nos fizeram e fazemos votos para que voltem em breve, com mais gente se possível e sempre que quiserem.
Bem hajam. António Fonseca

quarta-feira, 29 de abril de 2009

PIO V, Santo (e outros)-30-ABRIL

Pío V, Santo
CCXXV Papa, Abril 30
Pío V, Santo
Pío V, Santo

CCXXV Papa

Se recorda principalmente como “o Papa da vitória de Lepanto”, não porque fosse um homem belicoso, mas porque com sua autoridade e com seu prestígio pessoal logrou impor uma trégua nas discórdias caseiras dos Estados europeus e levá-los a uma “santa aliança” para deter a ameçadora avançada dos turcos. Em 7 de Outubro a armada Cristã obteve nas águas de Lepanto uma definitiva vitória contra a frota turca. Esse mesmo dia Pío V, que não dispunha dos rápidos meios de comunicação de hoje, ordenou que tocassem todas os sinos de Roma, conviando aos fieis a dar-lhe graças a Deus pela vitória obtida.
Michele Ghisleri elegido Papa en 1566 con el nombre de Pío V, nació en Bosco Marengo, Provincia de Alessandria (Italia) en 1504. A los 14 años entró a la Orden de los dominicos. Una vez ordenado sacerdote, atravesó todas las etapas de una carrera excepcional: profesor, prior del convento, superior provincial, inquisidor en Como y en Bérgamo, obispo de Sutri y Nepi, cardenal, grande inquisidor, obispo de Mondoví, y Papa. Pío V fue sobre todo un gran reformador. Entre las reformas que promovió, siguiendo el concilio de Trento,
Pío V, Santo
Pío V, Santo
recordamos la obligación de residencia para los obispos, la clausura de los religiosos, el celibato y la santidad de vida de los sacerdotes, las visitas pastorales de los obispos, el impulso a las misiones, la corrección de los libros litúrgicos, la censura de las publicaciones. La rígida disciplina que el santo Pontífice impuso a la Iglesia fue también norma constante de su vida. Vivía el ideal ascético del fraile mendicante. Condescendiente con los humildes, paterno con la gente sencilla, pero sumamente severo con cuantos comprometían la unidad de la Iglesia, no dudó en excomulgar y decretar la destitución de la reina de Inglaterra, Isabel I, a sabiendas de las consecuencias trágicas que esto acarrearía a los católicos ingleses. Pío V murió el 1 de mayo de 1572, a los 68 años de edad. Fue canonizado 22 de mayo de 1712 por el Papa Clemente XI.
José Benito Cottolengo, Santo
Presbítero, Abril 30
José Benito Cottolengo, Santo
José Benito Cottolengo, Santo

Presbítero

Pío IX a chamava “a Casa do Milagre”. O canónico Cottolengo, quando as autoridades lhe ordenaram fechar a primeira fase, já repleta de enfermos, como medida de precaução ao estalar a epidemia de cólera em 1831, carregou suas poucas coisas num burro, e em companhia de duas Irmãs saiu da cidade de Turín, para um lugar chamado Valdocco. Na porta de uma velha casa leu: “Taberna de Brentatore”. Limpou-a e escreveu: “Pequena Casa da Divina Providência”. Poucos días antes lhe havia dito ao canónico Valletti com simplicidade camponesa: “Senhor Reitor, sempre ouvi dizer que para que os repolhos produzam mais e melhor têm que ser transplantados.

A “Divine Providencia” será, pois, transplantada e se converterá num grande repolho...”.

José Cottolengo nasceu em Bra, um povo ao norte de Itália. Foi o mais velho de doze irmãos, e estudou com muito proveito até conseguir o diploma de teología em Turín.

Después fue coadjutor en Corneliano de Alba, en donde celebraba la Misa de las tres de la mañana para que los campesinos pudieran asistir antes de ir a trabajar. Les decia: “La cosecha será mejor con la bendición de Dios”. Luego fue nombrado canónigo en Turín. Aquí tuvo que asistir, impotente, a la muerte de una mujer, rodeada de sus hijos que lloraban, y a la que se le habían negado los auxilios más urgentes, porque era sumamente pobre. Entonces José Cottolengo vendió todo lo que tenía, hasta su manto, alquiló un por de

José Benito Cottolengo, Santo
José Benito Cottolengo, Santo
piezas y comenzó así su obra bienhechora, ofreciendo albergue gratuito a una anciana paralítica. A la mujer que le confesaba que no tenía ni un centavo para pagar el mercado, le dijo: “No importa, todo lo pagará la Divina Providencia”. Después del traslado a Valdoceo, la Pequeña Casa se amplió enormemente y tomó forma ese prodigio diario de la ciudad del amor y de la caridad que hoy el mundo conoce y admire con el nombre de “Cottolengo”. Dentro de esos muros, construidos por la fe, está la serene laboriosidad de una república modelo, que le habría gustado al mismo Platón. La palabra “minusválido” aquí no tiene sentido. Todos son “buenos hijos” y para todos hay un trabajo adecuado que ocupa la jornada y hace más sabroso el pan cotidiano. Les decía a las Hermanas: “Su caridad debe expresarse con tanta gracia que conquiste los corazones. Sean como un buen plato que se sirve a la mesa, ante el cual uno se alegra”. Pero su buena salud no resistió por mucho tiempo al duro trabajo. “El asno no quiere caminar” comentaba bonachonamente. En el lecho de muerte invitó por última vez a sus hijos a dar gracias con él a la Providencia. Sus últimas palabras fueron: “In domum Domini íbimus” (Vamos a la casa del Señor). Era el 30 de abril de 1842.

María da Encarnação Guyart, Beata Abril 30 Viúva e Religiosa, Abril 30
María de la Encarnación Guyart, Beata
María de la Encarnación Guyart, Beata
Francesa, nació en 1599 María Guyart, de familia humilde, en Tours, y a pesar de sentir muy pronto la vocación religiosa, fue en 1617 dada en matrimonio al comerciante Claudio Martin, que murió a los dos años, dejándole un hijo, también llamado Claudio. Y aunque todavía hubo de trabajar un tiempo como administradora de una empresa de su cuñado, ya en 1621 hizo voto de virginidad perpetua. En esos mismos años, de trabajos y ajetreos, tuvo notables visiones de la Trinidad y del Verbo encarnado, recibiendo en 1627 la gracia mística del matrimonio espiritual. En 1631 ingresó, por fin, en las Ursulinas de Tours, en donde su vida mística alcanzó más altos vuelos. Tomó el nombre de María de la Encarnación. En 1639, con la joven María de San José, pasó a América para fundar en Quebec (Canadá). Guardando allí clausura conventual, fue desde entonces el alma de las misiones en la Nueva Francia. Son años de altísima vida mística, reflejada en admirables escritos y en miles de cartas. María de la Encarnación, en medio de guerras y revueltas, incertidumbres y martirios, avances misionales y retrocesos, fue como el corazón de la Iglesia naciente, ayudando a unos, aconsejando a otros, y animando a todos. Para entrar mejor en la vida misional, aprendió pronto las lenguas nativas, el iroqués, el montañés, el algonquino y el hurón, hasta el punto de que compuso diccionarios y catecismos. Uniendo a la oración y a la penitencia su palabra encendida, convertía con la gracia de Dios a las personas, llamándolas a perfección. Su mismo hijo Claudio llegó a ser un excelente benedictino, y escribió más tarde la biografía de su madre (París 1677). En una ocasión confesaba la Beata: «Gracias a la bondad de Dios, nuestra vocación y nuestro amor por los indígenas jamás han disminuido. Yo los llevo en mi corazón e intento, muy dulcemente, mediante mis oraciones, ganarlos para el cielo. Existe siempre en mi alma un deseo constante de dar mi vida por su salvación» (Herencia 528). María de la Encarnación murió en 1672 con gran fama de santidad. Declarada venerable en 1911, fue beatificada el 22 de junio 1980, como «Madre de la Iglesia católica en el Canadá», por S.S. Juan Pablo II.
Paulina von Mallinckrodt, Beata
Fundadora, Abril 30
Paulina von Mallinckrodt, Beata
Paulina von Mallinckrodt, Beata

Fundadora da Congregação das Irmãs da Caridade Cristã

Paulina von Mallinckrodt nace el 3 de junio de 1817 en Minden, Westfalia. Es la mayor de los hijos de Detmar von Mallinckrodt, de religión protestante y alto funcionario de gobierno del estado de Prusia y de su esposa, la baronesa Bernardine von Hartmann, de religión católica, originaria de Paderborn. Desde pequeña absorbe con avidez la formación cristiana que le imparte su madre, con amor. De ella hereda una fe profunda, un gran amor a Dios y a los pobres y una férrea adhesión a la Iglesia católica y a sus pastores. Herencia paterna son la firmeza de carácter, los sólidos principios, el respeto hacia los demás y el cumplimiento de la palabra empeñada. Parte de su niñez y juventud pasa Paulina en Aquisgrán, adonde fue trasladado su padre. Por la temprana muerte de su madre, Paulina, cuando sólo cuenta 17 años de edad, toma en sus manos la dirección de su casa y la educación de sus hermanos menores Jorge y Hermann y de la pequeña Berta. Cumpliendo su tarea a plena satisfacción de su padre, encuentra tiempo y medios para ponerse al servicio de tantos pobres que por los cambios técnicos, económicos y sociales de su siglo, sufren de miserias materiales y espirituales. En Aquisgrán, con sus amigas, cuida enfermos, niños y jóvenes. A los 18 años recibe el sacramento de la Confirmación y se hace habitual en ella la Misa diaria. Un poco más tarde su confesor le permite la comunión diaria, algo infrecuente en esa época. Fruto de la Confirmación es también la decisión de Paulina de consagrar su vida entera al servicio de Dios. Cuando su padre se retira del servicio estatal y se instala con su familia en Paderborn, prosigue Paulina su actividad caritativa. Invita y entusiasma a señoras y jóvenes a colaborar en el cuidado de enfermos pobres; pero ante todo le parece necesaria la educación e instrucción de los niños pobres. Funda para ellos una guardería y acoge niños ciegos para cuidarlos e instruirlos. Impulsada por la fuerza de la gracia, organiza la Liga Femenina para el cuidado de los enfermos pobres. Luego funda un jardín de infantes para atender a los niños de las madres que deben trabajar fuera de su hogar para ganar el sustento diario de la familia. La fundación de este kindergarten en 1840 fue una idea novedosa y de avanzada para proteger y dar un ambiente de contención y afecto a estos niños que no podían ser cuidados por sus madres. Llega hasta las chozas de los pobres para aliviar sus miserias; los ayuda, consuela, exhorta y ora con los enfermos, sin temer ni la suciedad ni los contagios, sino por el contrario, lo afronta todo con una sonrisa dedicando gran parte de su vida en un incansable servicio en favor de los que sufren. "Nunca he encontrado a una persona como ella; es difícil describir la imagen tan atrayente y emotiva de su vivir en Dios" escribe en una carta su prima Bertha von Hartmann. En 1842 poco después de la muerte del señor von Mallinckrodt, le confían a Paulina el cuidado de unos niños ciegos muy pobres. Ella los atiende con la exquisita afabilidad que la caracteriza. Y como Dios sabe guiar todo según sus planes, son los niños ciegos los que darán origen a la Congregación, porque a Paulina la admiten en distintas congregaciones religiosas pero no así a los ciegos. Paulina pide una vez más consejo a Monseñor Antonio Claessen quien después de escucharla atentamente y de hacer mucha oración le hace ver que ella está llamada por Dios a fundar una Congregación. Y obtenida la aprobación del Obispo de Paderborn Monseñor Francisco Drepper, el 21 de agosto de 1849 funda la Congregación de las Hermanas de la Caridad Cristiana, Hijas de la Bienaventurada Virgen María de la Inmaculada Concepción con tres compañeras más. Pronto se abren otros campos de actividad: hogares para niños y escuelas. Bendecida por la Iglesia, la Congregación florece y se extiende rápidamente en Alemania; pero como toda obra grata a Dios, debe ser probada por el sufrimiento; la prueba no tarda en llegar. El Canciller von Bismark emprende en 1871 una dura lucha contra la Iglesia católica. Una tras otra ve la Madre Paulina cómo se van cerrando y expropiando las casas de la Congregación en Alemania. Con su profundo espíritu de fe la Madre Paulina ve la mano de Dios en esta persecución religiosa. Las casas de la joven Congregación fueron confiscadas, las Hermanas expulsadas, la fundación parecía llegar a su fin. Pero justamente así produjo frutos, se extendió por Estados Unidos y América Latina. En la misma época de las persecuciones en Alemania llegan muchos pedidos de Hermanas desde Estados Unidos y Sudamérica para enseñar a los niños inmigrantes alemanes. Paulina respondió enviando pequeños grupos de Hermanas a Nueva Orleans en 1873. En los siguientes meses se enviaron más grupos de religiosas a los Estados Unidos y ella misma hizo dos largos viajes a América para constatar en persona las necesidades del Nuevo Mundo, donde fundó al poco tiempo una Casa Madre en Wilkesbarre, Pennsylvania. Desde entonces las Hermanas abrieron además casas en las arquidiócesis de Baltimore, Chicago, Cincinnati, New York, Philadelphia, St. Louis, y St. Paul, y en la diócesis de Albany, Belleville, Brooklyn, Detroit, Harrisburg, Newark, Sioux City y Syracuse. En noviembre de 1874 arriban las primeras religiosas a la diócesis de Ancud, en Chile, solicitadas por Monseñor Francisco de Paula Solar. De allí partirían unos años más tarde hacia el Río de la Plata, en 1883 a Melo, Uruguay, y en 1905 a Buenos Aires, Argentina. A fines de década de 1870 la persecución religiosa terminó en Alemania y las Hermanas pudieron volver desde Bélgica a su patria donde prosiguieron con su obra. La Comunidad había crecido en integrantes y en misiones durante los años de opresión. La Madre Paulina volvió a Paderborn después de su viaje a América en 1880. A los pocos meses, ante el dolor de las Hermanas, la Madre Paulina enfermó gravemente de neumonía y murió el 30 de abril de 1881. S.S. Juan Pablo II la beatificó el 14 de Abril de 1985.
Benito de Urbino, Beato
Capuchino, Abril 30
Benito de Urbino, Beato
Benito de Urbino, Beato
Nunca se es completamente libre para poder elegir lo que uno quiera. Al menos eso es lo que me pasó a mí. Porque yo nací en Urbino, una ciudad de las Marcas en la Italia central, en septiembre de 1560 y dentro de una familia de nobles, los Passionei. Fui el séptimo de once hermanos, y a los pocos días me bautizaron imponiéndome el nombre de Marcos. A los cuatro años me quedé sin padre; y a los siete nos dejó también mi madre. Total, que los tutores de la familia nos fueron criando y educando hasta que pudimos valernos por nosotros mismos. Por lo que a mí respecta, aún recuerdo aquel 28 de mayo de 1582 cuando nueve ilustres «lectores» del Estudio universitario de Padua me declaraban doctor en leyes, en derecho civil y canónico, entregándome la toga, el birrete y el anillo doctoral; tenía 22 años. El mundo se abría ante mí, y para conquistarlo de una forma más rotunda me hice presentar en el ambiente de la nobleza romana, sobre todo eclesiástica. Pero la cosa no fue como yo soñaba. El precio del éxito era demasiado caro para que me decidiera a invertir en él, por lo que apenas aguanté un año en medio de ese ambiente que me producía asco y también miedo. De vuelta al pueblo empezó a invadirme una especie de «crisis» espiritual. Mi vida iba tomado sentido a medida que la soñaba como una entrega total a Dios y a la gente. Y una forma de concretarla era haciéndome Capuchino. Muchas tardes subía al convento y me pasaba las horas muertas en la iglesia; hasta que me decidí a comunicarle al P. Guardián mi voluntad de hacerme religioso. Pero todos se pusieron en contra: los Capuchinos, mi familia, y hasta el obispo. A los frailes les parecía que un señorito como yo no podría aguantar el rigor de la vida capuchina. Para mi familia era demasiado duro tener que perder a uno de sus miembros más cualificados; mientras que el señor obispo trataba de desviarme hacia otra Orden menos austera, como eran los Camaldulenses. Sin embargo, aunque de naturaleza frágil y quebradiza, mi tenacidad era de acero, por lo que insistí varias veces hasta conseguir que me admitieran en el Noviciado. Recuerdo que al recibir en la calle la noticia de mi admisión pegué tal salto y tal grito de alegría, que todos se quedaron extrañados, dada mi habitual compostura y timidez. Mi gozo era tan grande que me fui directo al convento sin pasar siquiera por mi casa a despedirme. En el Noviciado lo pasé francamente mal, debido a mi quebradiza salud; pero mi empeño por seguir adelante -y mi enchufe con el General, que todo hay que decirlo- hizo que pudiera profesar como Capuchino. Repartí todos mis bienes y comencé una vida nueva. Una vez ordenado sacerdote y tras ejercer el ministerio por los conventos de las Marcas, me enviaron a Bohemia, junto con S. Lorenzo de Brindis y otros hermanos, a convertir a los protestantes. Menos mal que estuve poco tiempo, porque aquello fue durísimo. De nuevo volví a las Marcas y allí se desarrolló toda mi vida. Los que escribieron mi biografía han dicho que me distinguí por tres cosas: por la cantidad y calidad de la oración, por mi austeridad de vida, y por dedicarme al ministerio de los pobres. Ellos sabrán. Lo que sí os puedo decir es que, después de abandonar mi vida de «señorito» y hacerme fraile, estaba como seducido por esa presencia misteriosa que es Dios, de modo que dedicaba a Él todo mi tiempo disponible; así fue como me salieron hasta callos en las rodillas de estar arrodillado en su presencia. Sin embargo lo que más me asombraba era experimentarlo como un Dios sufriente; de ahí que reflexionara continuamente sobre la Pasión de Cristo. Esto me hacía pensar en mi frágil salud y en la urgencia de remediar las necesidades de los pobres. Con frecuencia los enviaba a casa de mis hermanos para que los atendieran, hasta el punto de que solían decir, en plan de broma: «Nuestro hermano el fraile, no contento con haber distribuido todo lo suyo en limosnas, quiere también repartir todo lo nuestro». La verdad es que yo me contentaba con poco, y hubiera estado dispuesto a repartirlo cien veces si hubiera tenido algo que dar; pero sólo disponía de mi persona y del servicio que pudiera prestar a los demás. Así que la mayoría del tiempo lo pasaba predicando en los pueblecitos donde me llamaban, ya que, por lo visto, mi oratoria no iba muy allá. Sin embargo yo me encontraba muy a gusto entre esa gente pobre, pues eran más receptivos al Evangelio. Y así estuve casi toda mi vida, hasta que mi frágil cuerpo empezó a envejecer y a resistirse a caminar. Ya al final de mis días, un hermano religioso, creyendo que estaba ya en la agonía final encendió, como era costumbre, una vela; pero yo me di cuenta y le hice una señal para que la apagara, porque todavía no me estaba muriendo. Tardé tres días más, y el 30 de abril de 1625 me encontraba con la hermana muerte. La gente me veneraba como un santo, hasta el punto de que tuvieron que cambiarme de sepultura y guardarme en un lugar tan escondido, que estuvieron dos siglos sin encontrarme. Por fin lo hicieron y pudieron beatificarme en 1867. Después de todo me cabe la satisfacción de no ser un «santo» del todo, sino simplemente el beato Benito de Urbino.
Outros Santos e Beatos
Completando o santoral deste día, Abril 29
Otros Santos y Beatos
Otros Santos y Beatos
São Tíquico, santo do Novo Testamento
Comemoração de s. Tíquico, discípulo do apóstolo S. Paulo, o que, nas suas epístolas, chama irmão caríssimo, ministro fiel e con-servo no Senhor (s. I).
São Torpetes, mártir Em Pisa, da Toscana,S. Torpetes, mártir (s. inc.). São Acardo, abade e bispo
No mosteiro de Lucerna, na Normandia, S. Acardo, bispo de Avranches, que, sendo abade de S. Víctor de París, escreveu vários tratados de vida espiritual para conduzir a alma cristã à perfeição, falecendo e sendo enterrado nessa abadía da Ordem Premonstratense, que visitava a miúdo (1172).
NOTA de António Fonseca: Por lapso não indiquei estes 3 Santos no dia de ontem 29 de Abril, e por isso transcrevi-os apenas hoje. http://es.catholic.net/santoral Recolha, transcrição e tradução parcial de António Fonseca

UM ANO COM SÃO PAULO (10)

CONTINUAÇÃO (10)
Do livro "Um ano com São Paulo" da Editorial Missões - Cucujães, escrito pelo Pde. Januário dos Santos, com os textos bíblicos retirados da BÍBLIA SAGRADA, (tradução dos Monges de Maredsous) e publicado em Junho de 2008, passo a transcrever (com a devida vénia) alguns dos textos dos Actos dos Apóstolos e das Epístolas de S. Paulo, - ali inseridos - desde 19 de Abril: Dias 21, 22, 23, 24 e 25 de Fevereiro
PROFECIA DE ÁGABO EM CESAREIA (Act. 21, 8-16) Filipe, um missionário itinerante que tinha convertido o eunuco (Act. 8), tinha quatro filhas virgens carismáticas. Não são elas que falam do futuro de Paulo mas Ágabo, um profeta vindo da Judeia, através de um gesto simbólico. Como Jesus subiu a Jerusalém para ser entregue (Lc. 9, 51), também Paulo o vai imitar.
8 Partindo no dia seguinte, chegámos a Cesareia e, entrando na casa de Filipe, o Evangelista, que era um dos sete diáconos, ficámos com ele. 9 Tinha quatro filhas virgens que profetizavam. 10 Já estávamos aí havia alguns dias, quando chegou da Judeia um profeta, chamado Ágabo. 11 Veio ter connosco, tomou o cinto de Paulo e, amarrando com ele os pés e as mãos, disse: "Isto diz o Espírito Santo: assim os judeus em Jerusalém ligarão o homem a quem pertence este cinto e o entregarão às mãos dos pagãos." 12 A estas palavras, nós e os fiéis que eram daquele lugar, rógamos-lhe que não subisse a Jerusalém. 13 Paulo, porém, respondeu: "Porque chorais e me magoais o coração? Pois eu estou pronto não só a ser preso mas também a morrer em Jerusalém pelo nome do Senhor Jesus." 14 Como não pudéssemos persuadi-lo, desistimos, dizendo: "Faça-se a vontade do Senhor!" 15 Depois destes dias, terminados os preparativos, subimos a Jerusalém. 16 Foram também connosco alguns dos discípulos de Cesareia, que nos levaram a casa de Menason de Chipre, um antigo condiscípulo em cuja casa, nos devíamos hospedar. Frase para recordar: Estou pronto não só a ser preso mas também a morrer em Jerusalém.
PAULO EM JERUSALÉM (Act. 21, 17-26)
Correu um boato segundo o qual Paulo aconselhava os judeus a não circuncidar os filhos e abandonar a lei de Moisés. Para contradizer este boato, propuseram-lhe uma prática de devoção juntamente com quatro homens pagadores de promessas.
17 À nossa chegada a Jerusalém, os irmãos receberam-nos com alegria. 18 No dia seguinte, Paulo dirigiu-se connosco a casa de Tiago, onde todos os anciãos se reuniram. 19 Tendo-o saudado, contou-lhes, uma por uma todas as coisas que Deus fizera entre os pagãos pelo seu ministério. 20 Ouvindo isso. glorificaram a Deus e disseram a Paulo: "Bem vês, irmão, quantos milhares de judeus abraçaram a fé sem abandonar o seu zelo pela lei. 21 Eles têm ouvido dizer que ensinas os judeus, que vivem entre os gentios, a deixarem Moisés, dizendo que não devem circuncidar os seus filhos nem observar os costumes (mosaicos). 22 Que se há-de fazer? Sem dúvida, saberão da tua chegada. 23 Faz, pois, o que te vamos dizer. Temos aqui quatro homens que têm um voto. 24 Toma-os contigo, faz com eles os ritos da purificaçao, paga por eles a oferta obrigatória, para que rapem a cabeça. Então todos saberão que é falso quando de ti ouviram, mas que também tu guardas a lei. 25 Mas a respeito dos que creram dentre os gentios, já escrevemos ordenando que se abstenham do que for sacrificado aos ídolos, do sangue da carne sufocada e da fornicaçao". 26 Então Paulo acompanhou aqueles homens no dia seguinte e, purificando-se com eles, entrou no templo, fez aí uma declaração do termo do voto, findo o qual se devia oferecer um sacrifício a favor de cada um deles.
PRISÃO DE PAULO (Act. 21, 27-30)
Ao cumprir os sete dias, Paulo é preso no templo por judeus da Ásia sob o pretexto de ter profanado o templo, introduzindo lá um grego de nome Trófimo. Toda a cidade se agitou perante o acontecimento. Arrastando-o para fora do tempp, maltrataram-no, querendo mesmo matá-lo. Foi salvo pelo tribuno romano que lhe perguntou se ele não era o egípcio que tinha levantado, tempos atrás, uma rebelião.
27 Ao fim dos sete dias, os judeus vindos da Ásia, viram Paulo no templo e amotinaram todo o povo. Lançando-lhe as mãos, 28 gritavam: "Ó judeus, valei-nos! Este é o homem que por toda a parte prega a todos contra o povo, a lei e o templo. Além disso, introduziu até gregos no templo e profanou o lugar santo." 29 É que tinham visto Trófimo, de Éfeso, com ele na cidade, e pensavam que Paulo o tivesse introduzido no templo. 30 Alvoroçou-se toda a cidade com grande ajuntamento de povo. Agarraram Paulo e arrastaram-no para fora do templo, cujas portas se fecharam imediatamente. Frase para recordar: Agarraram Paulo e arrastaram-no para fora do templo.
PRISÃO DE PAULO (2) (Act, 21, 31-40)
31 Como quisessem matá-lo, o tribuno da coorte foi avisado de que toda a Jerusalém estava amotinada. 32 Ele tomou logo soldados e oficiais e correu para os manifestantes. Estes, ao avistarem o tribuno e os soldados, cessaram de espancar Paulo. 33 Aproximando-se então o tribuno, prendeu-o e mandou acorrentá-lo com duas cadeias. Perguntou entâo quem era e o que tinha feito. 34 Na multidão todos gritavam de tal modo que, não podendo apurar a verdade, mandou que fosse recolhido à cidadela. 35 Quando Paulo chegou às escadas, foi levado pelos soldados por causa do furor da multidâo. 36 O povo seguia em massa dizendo aos gritos: "Á morte!" 37 Quando estava para ser introduzido na fortaleza, Paulo perguntou ao tribuno: "É-me permitido dizer duas palavras?" Este respondeu: "Sabes grego? 38 Não és tu, portanto, aquele egipcio, que, há tempos, levantou um tumulto e conduziu ao deserto quatro mil extremistas?" 39 Paulo replicou: "Eu sou judeu, natural de Tarso na Cilícia, cidadão dessa ilustre cidade. Mas rogo-te que me permitas falar ao povo."
40 O tribuno permitiu-lho. Paulo, em pé nos degraus, acenou ao povo com a mão e fez-se um grande silêncio. Depois, falou em língua hebraica: (ver o texto em 1, 2 e 3 de Janeiro) (*)
Frase para recordar: O povo seguia em massa dizendo aos gritos. "À morte!" (*) - Repete-se aqui esse texto, já de seguida: 1 "Irmãos e pais, ouvi o que vos tenho a dizer em minha defesa." 2 Quando ouviram que lhes falava em língua hebraica, escutaram-no com a maior atenção. 3 Continuou ele: "Eu sou judeu, nasci em Tarso da Cilícia, mas criei-me nesta cidade, instruí-me aos pés de Gamaliel, em toda a observância da lei de nossos pais, partidário entusiasta da causa de Deus como todos vós também o sois no dia de hoje. 4 Eu persegui de morte esta doutrina, prendendo e metendo em cárceres homens e mulheres. 5 O sumo-sacerdote e todo o conselho dos anciãos são-me testemunhas. E foi deles que também recebi cartas para os irmãos de Damasco, para onde me dirigi, com o fim de prender os que lá se achassem e trazê-los a Jerusalém, para que fossem castigados.6 "Ora, estando eu a caminho, e aproximando-me de Damasco, pelo meio-dia, de repente, cercou-me uma forte luz do céu. 7 Caí por terra e ouvi uma voz que me dizia: Saulo, Saulo, porque me persegues? 8 Eu repliquei: Quem és tu, Senhor? A voz disse-me: Eu sou Jesus de Nazaré, a quem tu persegues. 9 Os meus companheiros viram a luz, mas não ouviram a voz de quem falava. 10 Então eu disse: Senhor, que devo fazer? E o Senhor respondeu-me: Levanta-te, vai a Damasco e lá te será dito tudo o que deves fazer. 11 Como eu não pudesse ver por causa da intensidade daquela luz, guiado pela mão dos meus companheiros, cheguei a Damasco. 12 Um certo Ananias, homem piedoso e observador da lei, muito bem conceituado entre todos os judeus daquela cidade, 13 veio ter comigo e disse-me: Irmão Saulo, recobra a tua vista. Naquela mesma hora pude vê-lo. 14 Continuou ele: O Deus de nossos pais predestinou-te para que conhecesses a sua vontade, visses o Justo e ouvisses a palavra da sua boca, 15 pois lhe serás, diante de todos os homens, testemunha das coisas que tens visto e ouvido. 16 E agora, por que tardas? Levanta-te, recebe o baptismo e purifica-te dos teus pecados, invocando o seu nome.
17 Voltei para Jerusalém e, orando no templo, fui arrebatado em êxtase. 18 E vi Jesus que me dizia: Apressa-te e sai logo de Jerusalém, porque não receberão o teu testemunho a meu respeito. 19 Eu repliquei: Senhor, eles sabem que eu encarcerava e açoitava com varas nas sinagogas os que crêem em ti. 20 E quando se derramou o sangue de Estevão, tua testemunha, eu estava presente, consentia nisso e guardava os mantos dos que o matavam. 21 Mas ele respondeu-me: Vai, porque eu te enviarei para longe, às nações."
PAULO NA FORTALEZA (Act. 22, 22-29)
Após a revelação da sua conversão, os ouvintes levantaram a voz gritando e atirando as capas e poeira ao ar. Quando iam açoitá-lo sem ter sido ouvido, Paulo invoca a sua condiçâo de cidadão romano, o que enche de medo o centurião e o tribuno.
22 Haviam-no escutado até essa palavra referente à missão que Jesus lhe tinha indficado. Então levantaram a voz: "Tira do mundo esse homem! Não é digno de viver!" 23 Como vociferassem, atirassem com as capas e lançassem pó ao ar, 24 O tribuno mandou recolhê-lo à cidadela, açoitá-lo e submetê-lo a torturas para saber por que causa clamavam assim contra ele. 25 Quando o iam amarrando com a correia, Paulo perguntou a um centurião que estava presente: "É permitido açoitar um cidadão romano que nem sequer foi julgado?" 26 Ao ouvir isto, o centurião foi ter com o tribuno e avisou-o: "que vais fazer? Este homem é cidadão romano." 27 Veio o tribuno e perguntou-lhe. "Diz-me, és romano?" "Sim", respondeu-lhe. 28 O tribuno replicou: "E eu adquiri este direito de cidadão por grande soma de dinheiro."Paulo respondeu: "Pois eu sou de nascimento." 29 Apartaram, então dele os que iam torturá-lo. O tribuno alarmou-se porque o mandara acorrentar, sendo ele um cidadão romano.
Frase para recordar: Paulo perguntou: é permitido açoitar um cidadão romano que nem sequer foi julgado?
Recolha e transcrição do livro UM ANO COM SÃO PAULO Pde Januário dos Santos Ed. Editorial Missões Cucujães-2008 António Fonseca

Igreja da Comunidade de São Paulo do Viso

Nº 5 801 - SÉRIE DE 2024 - Nº (277) - SANTOS DE CADA DIA - 2 DE OUTUBRO DE 2024

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