¿Por qué se celebran eventos y personas? Es totalmente normal que las instituciones civiles, culturales y religiosas, celebren las fechas aniversarias de sus fundaciones y de las personalidades que se en ellas se han distinguido a través del tiempo. La Iglesia no va a la zaga en esto, pues en su historia milenaria hay mucho que celebrar. Se cumplen así diversas finalidades, sobre todo, la de recordar eventos (casi un desafío al reloj y a la memoria), y personalidades, echándolas a andar entre nosotros hoy, “como si estuvieran vivos hoy”, rescatando su legado al servicio de las nuevas generaciones. No es poco si pensamos en el deterioro que ha sufrido la “memoria histórica”, desde que tecnologías siempre más sofisticadas “graban” y guardan vidas y pensamiento, dejando a años luces los esfuerzos mnemónicos de nuestra niñez.
Pablo de Tarso y la Internet sumergida. El 2008 es el turno de un personaje importante, muy controvertido y poco “popular”: Pablo de Tarso, perseguidor de Jesús y luego su más grande misionero, el apóstol número 13.
Y esto va a ser en grande desde que el papa Benedicto XVI tomó la iniciativa y anunció solemnemente su fecha: del 28 de junio 2008 al 29 de junio de 2009.
¿Motivo? Celebrar los dos mil años de su nacimiento. Los medios, una vez tanto, han segundado el anuncio, dándole un gran relieve, debido también a su alcance “ecuménico”, pues, san Pablo goza de mucha estimación en las confesiones cristianas no católicas. Pero, una vez más, Internet les ha ganado la mano, almacenado aproximadamente unas 210.000 páginas, conservando así viva la noticia para lectores, investigadores y personas que tan sólo quieren informarse.
¿Qué nos puede decir hoy? Pablo vivió en tiempos de globalización – la romana, muy parecida a la nuestra– y en ella puso a prueba su existencia privilegiada: judío de raza y religión, de cultura griega y ciudadano romano. Una vez convertido a Cristo, supo aprovechar con éxito esta situación, como él mismo lo consigna en una de sus cartas: “Me he hecho griego con los griegos, judío con los judíos, todo para todos con tal de atraer a algunos a Cristo”. Su preocupación: inculturar el Evangelio en el inmenso imperio romano, poniendo al centro de su predicación la persona de Cristo. De verdad podía afirmar enfático: “Para mí la vida es Cristo”. Fue su gran novedad. Pero no todos lo comprendieron y así se transformó en el hombre más perseguido de su tiempo. Los judíos lo consideraban un renegado, pues al anunciar a Cristo como único salvador, le endilgaban que rechazaba la Ley de Moisés. Para los griegos –cultos, dedicados a interminables discusiones sobre los dioses– era uno de los tantos charlatanes que llegaban a Atenas; y los romanos lo vigilaban como a un peligroso perturbador del orden público.
Llegó un momento que esta situación se hizo insostenible y le costó la vida, en Roma, donde fue ajusticiado, en la localidad de las “Tres Fuentes”, el año 67 d. C. La Iglesia, desde entonces, lo venera, junto a san Pedro, como fundador de la cristiandad occidental.
Un filme sobre Pablo que nunca se rodó. Pablo por su vida venturosa, su inmensa actividad misionera y sus escritos, ejerció siempre una gran fascinación sobre la gente culta – escritores, pintores, artistas, cineastas – incluso de otros credos. Un botón de muestra: su impacto en el famoso cineasta Pier Paolo Pasolini (1922-1975), que en 1968, el año de la revolución juvenil, se entregó de lleno a preparar un filme sobre la vida del Apóstol. Su radio de acción ya no sería la Palestina de su tiempo, sino que actuaría en las sedes actuales del poder, de la riqueza y de las culturas: París, Nueva York, Roma, Londres… En este proyecto, Pasolini se encontró con el padre Santiago Alberione (1884-1971), apóstol de la comunicación, fundador de la Sociedad de San Pablo y de la Familia Paulina, deseoso también de llevar a las multitudes la vida y el mensaje de un “Pablo vivo hoy”. En la película, Pablo resultaría ser un guerrillero… ante litteram más que un apóstol y el proyecto fracasó. De todos modos, quedó como una generosa y atrevida tentativa de llevar a las masas la vida y el pensamiento del mayor comunicador del Evangelio de Jesús.
¡Si me falta el amor, no me sirve de nada! En su mensaje convocatorio, Benedicto XVI indica algunas de las actividades para vivir con provecho este año: peregrinaciones, celebraciones litúrgicas, culturales, congresos de estudio, y exhorta a dar a este “Año Paulino” una particular dimensión ecuménica que apunte a la unidad de los cristianos. Con todo, creo que lo sustantivo lo sugiere el mismo Pablo: “¡Sobre todo el amor!”. Con la persona de Cristo, exitosa novedad de Pablo fue poner en el centro de su mensaje: el AMOR, como lo atestigua el “Himno” de 1ª Corintios, capítulo 13. Pablo se estremecía entero, cuando hablaba o escribía de eso, convencido como estaba que el amor al otro, a los otros, al prójimo es lo sustantivo del mensaje cristiano: con el amor todo, sin el amor nada. Y no paraba en generalidades, sino que menudeaba: el amor es paciente, benévolo, servicial, sincero, humilde, es tolerante. No es envidioso, se alegra del bien. Con gran acierto, Internet ha hospedado este “Himno al amor” con más de 2000 páginas, pues ese mensaje puede humanizar y cambiar el mundo. Con esta esperanza se lo comunicamos a nuestros cibernautas: que sea para ellos el fruto más sazonado del Año jubilar Paulino.
Segue-se:
AI DE MIM, SE EU NÃO ANUNCIAR O EVANGELHO
António Fonseca
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