• Fernando lll, Santo
Maio 30 Rei
Fernando lll, Santo
Rei de Castela e Leão
Era filho do rei Afonso IX e primo irmão do rei São Luís de França. Foi um verdadeiro modelo de governante, de crente, de pai, esposo e amigo. Empreendeu a construção da belíssima catedral de Burgos e de várias catedrais mais e foi o fundador da famosa Universidade de Salamanca. São Fernando protegeu muito as comunidades religiosas e se esforçou porque os soldados de seu exército receberam educação na fé. Instaurou o castelhano como idioma oficial da nação e se esmerou para que em sua corte se desse importância à música e ao bem falar literário.
Seus afrontamentos tiveram por fim, libertar a Espanha da escravidão em que a tinham os mouros, e por fim libertar também a religião católica do domínio árabe.
Como todos os santos foi mortificado e penitente, e sua maior penitência consistiu em ter que sofrer 24 anos em guerra incessante por defender a pátria e a religião.
En sus cartas se declaraba: "Caballero de Jesucristo, Siervo de la Virgen Santísima, y Alférez del Apóstol Santiago. El Papa Gregorio Nono, lo llamó: "Atleta de Cristo", y el Pontífice Inocencio IV le dio el título de "Campeón invicto de Jesucristo".
Propagaba por todas partes la devoción a la Santísima Virgen y en las batallas llevaba siempre junto a él una imagen de Nuestra Señora. Y le hacía construir capillas en acción de gracias, después de sus inmensas victorias. Este gran guerrero logró libertar de la esclavitud de los moros a Ubeda, Córdoba, Murcia, Jaén, Cádiz y Sevilla. Para agradecer a Dios tan grandes victorias levantó la hermosa catedral de Burgos y convirtió en templo católico la mezquita de los moros en Sevilla.
Fue canonizado en 1671 por el Papa Clemente X.
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• Juana de Arco, (joana d’arc) Santa
Maio 30 Padroeira de França e Donzela de Orleães
Juana de Arco, Santa
Padroeira de França e Donzela de Orleães
Uma jovenzita de 13 anos, de Domremy (França), chamada Juana de Arco, enquanto rezava na igreja de seu povo, ouviu vozes misteriosas que a convidavam a libertar a França que estava dominada em grande parte pelos ingleses. Quatro anos depois o governador da província, a quem Juana de Arco havia contado o que lhe havia sucedido, a levou onde o Delfim estava em Chinon. Ao falar com o futuro rei Carlos, ela demonstrou que conhecia coisas secretíssimas que somente o céu havia podido revelar-lhe. O Delfim, a principio, desconfiou mas depois se convenceu de que a jovem era enviada de Deus; então lhe confiou o mando das tropas que sitiavam a Orleães, e em pouco tempo reconquistaram quase todo o território francês.
O Delfim foi coroado rei de França em Reims, mas, zeloso da popularidade de Juana, pactuou uma trégua com os ingleses. A jovem, convencida de que esta trégua anulava os esforços e as vitórias de seu exército, indignada, recomeçou a luta com os poucos soldados que estavam de seu lado.
Numa emboscada caiu prisioneira em mãos do conde de Luxemburgo, que a entregou aos ingleses por um resgate digno de um rei. Agora havia que demonstrar que Juana era uma bruxa, para poder declarar a Carlos VII como usurpador, pois havia chegado a ser rei graças a “diabólicas maquinações de uma herege”. Só os juízes eclesiásticos tinham a autoridade de levar a cabo este processo.
El obispo Cauchon se prestó para esta intriga política. La ilegalidad del proceso era tal que Juana de Arco rechazó la legitimidad y apeló al Papa.
La heroica joven, encerrada en una cárcel militar contra toda ley eclesiástica, no pudo hacer llegar su voz a Roma y sus enemigos triunfaron y la condenaron a la hoguera. El atroz suplicio tuvo lugar en Rouen el 30 de mayo de 1431. Juana tenía 19 años.
Los actos del proceso fueron sometidos a revisión entre el 1450 y el 1456, y con la absolución de la imputada comenzó un irresistible desarrollo de veneración de la valiente Juana de Arco, por su fe pura y su genuino amor por la justicia y la verdad, llevados hasta el extremo sacrificio. En 1920 el Papa Benedicto XV la elevó al honor de los altares.
De todas las histories de los santos, la de Santa Juana de Arco es sin duda la más extraordinaria e increíble: una joven, campesina y sin estudios, a la cabeza de un ejército derrota a un aguerrido ejército, derriba fortalezas, corona a un rey y termina en la hoguera. Y todo en cuestión de dos años.
Un acontecimiento unido a la historia de toda una Nación, coloreada con fuertes tintes patrióticos y místicos.
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• María Celina de la Presentación, Beata
Maio 30 - Clarissa
María Celina de la Presentación, Beata
María Celina de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María (en el siglo, Jeanne Germaine Castang) nació en Nojals, aldea de Dordoña (Francia), el 24 de mayo de 1878. Sus padres, Germain Castang y Marie Lafage, humildes campesinos pero testigos ejemplares del Evangelio, tuvieron doce hijos.
Fue bautizada el mismo día de su nacimiento y puesta bajo la protección de la Madre del Señor. A la edad de cuatro años, mientras jugaba con sus hermanos, cayó en las aguas heladas de un arroyo. El accidente le causó poliomielitis, privándola del uso de la pierna izquierda. A pesar de esa discapacidad, la niña no se encerró en sí misma, sino que colaboraba en los quehaceres domésticos. Frecuentó la escuela de su aldea, dirigida por las Hermanas de San José de Aubenas, y se destacó por su inteligencia y jovialidad. Se integró, además, en las actividades parroquiales.
En 1887 la familia, por una grave crisis económica, se vio obligada a abandonar su hermosa casa y trasladarse a vivir en una casucha en el campo. En la situación de indigencia de la familia, Jeanne Germaine, a sus diez años, dando muestras de humildad y disponibilidad, llegó incluso a ir al pueblo a pedir limosna para que sus padres y sus hermanos pudieran comer. Tuvo que abandonar la escuela y dejar de frecuentar diariamente la parroquia, porque le quedaba muy lejos.
En febrero de 1891, en el hospital infantil de Burdeos, se sometió a la operación de la pierna. Permaneció cinco meses en este centro de salud, soportando el dolor con «paciencia angélica», como testimoniaron las enfermeras del hospital, Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. En julio de ese mismo año, aún convaleciente, entró en el Instituto «Nazaret» de Burdeos, dirigido por las Hermanas de Jesús María de Le Dorat, que acogía muchachas con dificultades, para recibir los cuidados que su familia no podía proporcionarles. Fue un período fecundo de su vida, porque allí comenzó a discernir con mayor claridad la voluntad de Dios para ella.
El 12 de junio de 1892 recibió, con extraordinaria devoción, la primera Comunión; y en julio sucesivo la Confirmación. Ya entonces daba la impresión de vivir constantemente en la presencia de Dios. El 29 de diciembre de ese año murió su madre y ocho días después su hermano mayor; por eso, Jeanne Germaine tuvo que encargarse de sus dos hermanas pequeñas, a las que se llevó al Instituto «Nazaret» de Burdeos.
Para entonces ya pensaba en consagrarse a Dios. Cuando las religiosas de San José de Aubenas, congregación a la que pertenecía su hermana mayor, acogieron a sus dos hermanas pequeñas, ella por fin pudo llevar adelante su plan de consagración total al Señor. Primero solicitó el ingreso en las clarisas de Burdeos y luego en las Religiosas de Jesús María de Le Dorat, pero no la aceptaron por su cojera y porque aún no tenía quince años. Tuvo que esperar.
Por fin, a los 18 años, el 12 de junio de 1896 pudo ingresar como postulante en el cercano monasterio «Ave María» de las clarisas, y el 21 de noviembre de ese mismo año vistió el hábito franciscano, tomando el nombre religioso de María Celina de la Presentación de la Santísima Virgen María.
En el convento conservó la actitud de caridad y servicio que la había caracterizado en su familia, y progresó sobre todo en el camino de la humildad, la mortificación y el ocultamiento. Su salud comenzó a empeorar. La enfermedad, que se manifestó en una grave forma de tuberculosis, reveló la grandeza de su fe y la firme voluntad de completar en su frágil cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo.
Pocos días antes de su muerte, escribió en su diario: «No te complacen los holocaustos ni las víctimas. ¡Heme aquí! He venido para tomar mi cruz. Me ofrezco como víctima, como Jesús... Hasta ahora he sacrificado todo: afectos, pensamientos... ¿Deberé ser ahora menos generosa? No. ¡Heme aquí! Corta, quema, amputa, haz de mí lo que quieras, con tal de que mi amor a ti aumente siempre más y más. Sólo pido esto».
El 30 de mayo de 1897, ciento noventa días después de ingresar en el noviciado, tras emitir la profesión religiosa «in artículo mortis», María Celina entregó su alma a Dios.
La beatificó el papa Benedicto XVI, y presidió la ceremonia de la beatificación, celebrada en Burdeos el 16 de septiembre de 2007, el cardenal José Saraiva, Prefecto de la Congregación para las causas de los santos.
• Isaac, Santo
Maio 30 - Abade e Fundador
Isaac, Santo
Asceta
Etimológicamente significa “sonriente”. Viene de la lengua hebrea.
Este santo dio un salto capital en su vida. Pasaba sus años felices como ermitaño en el desierto de Siria.
Pero, ante la voz del emperador, tuvo que abandonar su soledad, su mortificación y su penitencia, para trasladarse a Constantinopla. Nadie se podía imaginar que un ermitaño pudiese desempeñar el papel que llevó a cabo junto al emperador.
Se sabe que esta metrópolis quedó sin monasterios por causa de la herejía arriana. Y en aquel tiempo –como ocurre hoy– no se concebía una vida cultural, moral y religiosa sana sin la existencia de estos lugares santos.
Por eso, el cometido fundamental de Isaac consistió en restaurar los monasterios.
Su influencia en este terreno fue muy grande. Tan es así que los monjes le honraban como a su padre.
Era un asceta ejemplar. Pero cometió el error de ponerse en contra de san Juan Crisóstomo, arzobispo de la capital.
Arrepentido por lo que había hecho, se retiró a un monasterio, para nunca más en su vida inmiscuirse en asuntos políticos y eclesiásticos.
Murió en el año 406.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
• Santiago Felipe Bertoni, Beato
Maio 30 - Servita
Santiago Felipe Bertoni, Beato
Se aplicaba con sumo interés al estudio de las enseñanzas evangélicas y de la sagrada Escritura
Santiago Felipe nació en Faenza de padres virtuosos y de modesta condición, llamados Miserino de la Cella y Dominga. Él antes de abrazar la vida religiosa, se llamaba Andrés.
Acometido de ataques epilépticos a la edad de dos años, el padre hizo voto, si el hijo sanaba, de consagrarlo al Señor como fraile. Andrés desde tierna edad acudía con frecuencia a la iglesia. No se entregaba a los juegos y diversiones propios de su edad. Por temperamento fue más bien tímido y retraído y aficionado a la soledad.
En torno a los nueve años, el padre, en cumplimiento de su voto, lo agregó a la Orden de los Siervos de la Bienaventurada Virgen María. En esta nueva vida recibió el nombre de fray Santiago Felipe. Una vez iniciado en la vida religiosa, siendo aún niño, empezó a sobresalir por la obediencia y exacta observancia de la Regla; llegado a la edad adulta practicaba a menudo ayunos y vigilias. Se aplicaba con sumo interés al estudio de las enseñanzas evangélicas y de la sagrada Escritura. Parece que su alimento era la lectura asidua de la vida de los santos Padres y de los ejemplos de castidad, de obediencia, de humildad, de los santos. Desde muy joven se dedicó con tanto esmero a los estudios literarios, que logró comprender con facilidad y exactitud las obras de autores cristianos y latinos de más fama. Conocía a la perfección las ceremonias rituales de la Iglesia y de la Orden y las rúbricas del breviario, y las observaba cuidadosamente.
Cubrió algunos cargos conventuales con plena satisfacción de los frailes. Era, en efecto, de temperamento afable, manso y servicial. Nunca se le vio alterado o airado. Cuando alguien lo ofendía, soportaba con ánimo sereno las injurias; él, por su parte, nunca ofendía a nadie. Fue siempre parco en el hablar: no sólo evitaba las palabras inconvenientes, sino también las inútiles; si alguna vez conversando, escuchaba expresiones obscenas, se le ensombrecía el rostro, corregía al importuno con breve admonición , y se alejaba.
Ordenado sacerdote, celebraba los divinos misterios con devoción y veneración incomparables, hasta llegar a derramar lágrimas; ninguno como él contemplaba tan profundamente el misterio de la cruz cuando tenía entre las manos el Cuerpo de Cristo. Fue enemigo declarado del ocio, al que llamaba receptáculo de todos los vicios. Se reunía con los demás frailes para la celebración y el canto de la oración coral; el tiempo que le quedaba lo pasaba en la celda ocupado en la oración o en la lectura; a veces recreaba su mente con trabajos manuales de bordado o taraceado: siempre estaba ocupado en algo. Paseaba por los corredores casi siempre solo, meditabundo y cabizbajo. Leía con avidez los libros sagrados y las obras de san Jerónimo, en especial se enfrascaba con la lectura del opúsculo [del Pseudo Eusebio] sobre la muerte de este santo. Llegó un momento en que ya sólo pensaba en las realidades eternas y se alimentaba más de las cosas celestiales que de los manjares corporales, puesto que comía una sola vez al día y se contentaba con un alimento parco y frugal; pero cuando lo llamaba el superior comía lo que estaba preparado para toda la comunidad. Los viernes, en memoria de la pasión del Señor, llevaba un cilicio y comía solo verduras.
Nada rehuía tanto como las alabanzas: aunque todos lo tenían en gran aprecio, fue más estimado de Dios que de los hombres. A ejemplo del Salvador, quiso ser tenido en nada y despreciado: lo que más deseaba en su interior era agradar a Dios, su Padre y creador, y seguir las huellas de nuestro Redentor.
Pasó los últimos días de su vida enfermo; ´le no lo decía, pero en su semblante se manifestaba su precario estado; en efecto, cuando le preguntaban cómo se encontraba, siempre respondía: “Bien, porque así lo quiere el Señor”. Nunca se impacientó ni se quejó, ni siquiera al afrontar la muerte, y esa conducta observó toda su vida. Aunque estaba enfermo, no guardaba cama, sino que iba de un lado para otro. La vigilia de su muerte asistió al coro con los demás frailes para el canto de maitines; el día anterior por la mañana había celebrado la misa.
La tarde anterior al día de su muerte visitó a cada uno de los frailes para pedirles humildemente perdón y para que lo recordaran en sus oraciones del días siguiente. Porque estaba convencido que se acercaba su fin.
A la edad de veinticinco años tornó victorioso a la patria celestial, el veinticinco de mayo hacía las tres de la tarde: era el domingo de la santísima Trinidad. Su estatura era algo más que mediana; era tan macilento que su piel estaba adherida a los huesos; tenía el rostro afilado, la nariz algo larga, los ojos hundidos, el cuello erguido, los dedos alargados; su tez era notablemente pálida.
• Marta Wiecka, Beata
Maio 30 - Religiosa
Marta Wiecka, Beata
Hija de la Caridad
Nació el 12 de enero de 1874 en Nowy Wiec al noroeste de Polonia. Fue bautizada seis días después con los nombres de Marta Ana. Era la tercera de los 13 hijos de Marcelino y Paulina. Sus padres, dueños de un campo de cien hectáreas, vivían un ambiente de fe profunda. En la casa de Marta se rezaba el Rosario en familia todos los días, se leían las biografías de los santos u otros libros religiosos, y se compartía el contenido de la homilía dominical.
El Estado polaco había desaparecido del mapa de Europa en el año 1795 después de las tres reparticiones sucesivas de su territorio entre Austria, Prusia y Rusia. Nowy Wiec se hallaba en la región prusiana cuyas autoridades, aplicando métodos impositivos y a veces brutales, sometían a la población a una germanización forzosa. La familia Wiecka, juntamente con otras muchas, constituyeron la base de la oposición ante la invasión germánica.
A la edad de dos años Marta cayó tan gravemente enferma, que estuvo a las puertas de la muerte. La mejoría radical sucedió tras una insistente oración a la Virgen en su santuario de Piaseczno. La familia interpretó este hecho como milagro, e impulsó a Marta a mantener siempre una relación cercana y filial con la santísima Virgen. Toda su vida estuvo marcada por la devoción mariana. Ella misma afirmaba que recurría a la Virgen en todas sus necesidades y María jamás le había negado nada de lo que pedía.
Desde su infancia, Marta ayudaba en casa cuanto podía. Los vecinos testimoniaron que era una chica piadosa, amable y humilde de corazón, de carácter recto; sobre todo, irradiaba serenidad y alegría. Su familia y sus vecinos conocían también su honda devoción a san Juan Nepomuceno. Siendo niña encontró una estatua de este santo y organizó su restauración, tras la cual fue colocada frente a su casa. Muchas veces se la podía ver rezando ante ella; y durante toda la vida conservó la devoción a este santo.
El 3 de octubre de 1886, a los 12 años de edad, recibió la primera Comunión. A partir de esta fecha, su unión con Jesucristo Eucaristía se fortaleció y su vida de oración se centró totalmente en él. Cuando podía, se dirigía a la iglesia parroquial, a 12 kilómetros de Nowy Wiec, para participar en la Eucaristía. En su casa dedicaba frecuentemente su tiempo a la oración. Cuando su madre se enfermó, la reemplazó en algunos trabajos de la casa, sobre todo en el cuidado de los niños más pequeños.
A los dieciséis años pidió el ingreso en la Compañía de las Hijas de la Caridad. La visitadora la hizo esperar dos años, hasta alcanzar la edad exigida. En el año 1892, a los 18 años lo solicitó de nuevo con su amiga Mónica Gdaniec, pero no fue admitida en Chelmno porque había exceso de postulantes. Entonces el número de admisiones estaba restringido por las autoridades prusianas. Ambas amigas, viajaron a Cracovia, que estaba entonces bajo el dominio austriaco, y allí, el 26 de abril de 1892, fueron admitidas en el postulantado. Después de cuatro meses, el 12 de agosto, entraron en el noviciado. Allí, durante ocho meses de formación inicial, asimiló el ideal de las Hijas de la Caridad que iba a desarrollar en los años posteriores.
Después de la toma de hábito, el 21 de abril de 1893, sor Marta fue destinada al Hospital general de Lvov, que se hallaba en la parte austriaca, y pertenecía a la provincia de Cracovia. Muy pronto se ganó la estima de una hermana por su amor y servicio a los enfermos con gran entrega y abnegación. La estancia en Lvov duró año y medio. Luego fue trasladada al pequeño hospital de Podhajce, donde durante cinco años también dio testimonio de devoción y cariño en el cuidado de los pacientes. En este hospital emitió los primeros votos, el 15 de agosto de 1897, ratificando su entrega total a Dios para servirle en los más pobres.
En 1899 fue destinada al hospital de Bochnia, ciudad cercana a Cracovia. En ese tiempo sor Marta tuvo una visión de la cruz, desde la cual le habló el Señor animándola a soportar todas las contrariedades y le prometió llevarla pronto consigo. Este acontecimiento despertó en ella un celo todavía más intenso en su trabajo y una fuerte añoranza del cielo. La prueba anunciada no tardó en llegar. Un hombre desmoralizado, al salir del hospital, divulgó por la ciudad la falsa noticia de que sor Marta había quedado embarazada por su relación amorosa con un paciente joven, pariente del párroco. A partir de entonces cayó sobre ella una ola de afrentas maliciosas de parte de los habitantes de la ciudad. Ella no dejó de cumplir sus deberes con la servicialidad y cariño de siempre. A pesar de sufrir persecución moral, soportaba esta calumnia en silencio abandonándose en manos de Dios.
En el año 1902 fue destinada al hospital de Sniatyn (hoy en Ucrania). El párroco del lugar pronto se dio cuenta de la profundidad espiritual de sor Marta y de su don de discernimiento de las almas. Y empezó a enviarle personas que no necesitaban cuidados de enfermería sino consejo y dirección espiritual. Sor Marta no se limitaba sólo a esta tarea; socorría y servía con fervor a todos los necesitados.
Amaba mucho su vocación e irradiaba alegría y satisfacción en su entrega a los pobres. Siempre tenía una sonrisa sincera en su rostro. Sabía establecer empatía con sus pacientes cuyos sufrimientos físicos y morales aliviaba. De forma discreta y callada les ayudaba en la preparación para la confesión, les instruía sobre la doctrina de la fe, les ayudaba a resolver los problemas en coherencia con su visión cristiana de la vida. Para el rezo del vía crucis en la capilla la acompañaban habitualmente cerca de cuarenta enfermos.
Poseía un don singular para reconciliar las almas con Dios. En su departamento nadie moría sin confesarse e incluso, más de una vez, algunos pacientes judíos pidieron ser bautizados. Sor Marta trataba con la misma atención y caridad a todos los enfermos , fueran polacos, ucranios o judíos, greco-católicos, ortodoxos o católicos. La fuerza para servir con esta entrega radical le venía de la oración.
Tanto su vida como su muerte estuvieron selladas por el amor auténtico a Dios y al prójimo, fuente y centro de su existencia. En 1904, consciente del peligro que esto conllevaba, se ofreció a sustituir a un empleado del hospital en la desinfección de una habitación donde había muerto una enferma de tifus. Sor Marta realizó este trabajo de buen grado. Y lo hizo para que no se contagiase el operario que debía hacerlo, cuyo trabajo constituía el sustento de su mujer e hijo. Sor Marta sintió la fiebre enseguida, pero se empeñó en terminar todas sus actividades. Durante la última semana en el hospital se hizo todo lo posible para curarla. A estos esfuerzos les acompañaba una continua oración de pacientes y empleados del hospital y personas buenas de toda la ciudad. Los judíos encendían velas en la sinagoga por sus intenciones. Gran número de personas esperaba frente al hospital interesándose por su salud. Después de recibir el santo Viático, sor Marta realizó una oración intensa y profunda, considerada por los testigos como un verdadero éxtasis. Murió serenamente, en Sniatyn, el 30 de mayo de 1904.
Los fieles del lugar cuidaron y veneraron la tumba de sor Marta. Durante más de cien años ha estado continuamente cubierta de flores, velas y una especie de tapetes bordados, muy tradicionales en esa región. Aun en los años del régimen soviético acudían a ella, y así lo siguen haciendo en la actualidad los peregrinos y habitantes del lugar.
Fue beatificada por el Cardenal Bertone, en represetación de S.S. Benedicto XVI, el 24 de mayo de 2008.
Reproducido con autorización de Vatican.va
BEATA BAPTISTA VARINI
Abadessa (1458-1527)
Camila (depois Baptista) Varani nasceu e nobre família, em 1458. Recebeu do pai um espírito vivo e apaixonado, o amor do mundo e da eloquência, e dons para a filosofia e teologia. Mas, desde os primeiros anos, trabalhou a graça na sua alma; e ela contou o efeito produzido no seu íntimo por um sermão de sexta-feira santa, ouvido aos oito anos. Fez nessa altura promessa de cada sexta-feira derramar uma lágrima de amor à Paixão.
(…) (…) (…)
Em 1527 assolou a Itália uma terrível peste; vítima dela, morreu a abadessa aos 69 anos. Os milagres levaram ao culto público, que em 1843 Gregório XVI aprovou.
NOTA: Por impossibilidades técnicas, não me foi possível de nenhum modo completar esta biografia, retirada de www.jesuitas.pt, pelo que espero a vossa compreensão. Aliás, também por problemas técnicos os textos das biografias atrás citados, não puderam ser transcritos do referido site, em substituição dos que publico, de http://es.catholic.net/santoral, o que espero, possa vir a ser feito já a partir de amanhã, se Deus quiser. Obrigado e desculpem mais uma vez. António Fonseca
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