Isabel da Hungria, Santo
Viúva, Novembro 17, 1231
Isabel de Hungría, Santa
Viuda
Novembro 17
A los cuatro años había sido prometida en matrimonio, se casó a los catorce, fue madre a los quince y enviudó a los veinte. Isabel, princesa de Hungría y duquesa de Turingia, concluyó su vida terrena a los 24 años de edad, el I de noviembre de 1231. Cuatro años después el Papa Gregorio IX la elevaba a los altares. Vistas así, a vuelo de pájaro, las etapas de su vida parecen una fábula, pero si miramos más allá, descubrimos en esta santa las auténticas maravillas de la gracia y de las virtudes.
Su padre, el rey Andrés II de Hungría, primo del emperador de Alemania, la había prometido por esposa a Luis, hijo de los duques de Turingia, cuando sólo tenia 11 años. A pesar de que el matrimonio fue arreglado por los padres, fue un matrimonio vivido en el amor y una feliz conjunción entre la ascética cristiana y la felicidad humana, entre la diadema real y la aureola de santidad. La joven duquesa, con su austeridad característica, despertando el enojo de la suegra y de la cuñada al no querer acudir a la Iglesia adornada con los preciosos collares de su rango: “¿Cómo podría—dijo cándidamente—llevar una corona tan preciosa ante un Rey coronado de espinas?”. Sólo su esposo, tiernamente enamorado de ella, quiso demostrarse digno de una criatura tan bella en el rostro y en el alma y tomó por lema en su escudo, tres palabras que expresaron de modo concreto el programa de su vida pública: “Piedad, Pureza, Justicia”.
Juntos crecieron en la recíproca donación, animados y apoyados por la convicción de que su amor y la felicidad que resultaba de él eran un don sacramental: “Si yo amo tanto a una criatura mortal—le confiaba la joven duquesa a una de sus sirvientes y amiga—, ¿cómo debería amar al Señor inmortal, dueño de mi alma?”.
A los quince años Isabel tuvo a su primogénito, a los 17 una niña y a los 20 otra niña, cuando apenas hacía tres semanas había perdido a su esposo, muerto en una cruzada a la que se había unido con entusiasmo juvenil. Cuando quedó viuda, estallaron las animosidades reprimidas de sus cuñados que no soportaban su generosidad para con los pobres. Privada también de sus hijos, fue expulsada del castillo de Wartemburg. A partir de entonces pudo vivir totalmente el ideal franciscano de pobreza en la Tercera Orden, para dedicarse, en total obediencia a las directrices de un rígido e intransigente confesor, a las actividades asistenciales hasta su muerte, en 1231.
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Santa Isabél de Hungría de Jesús Martí Ballester
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Hilda de Whitby (Ilda), Santa
Abadessa, 17 de Novembro
Hilda de Whitby (Ilda), Santa
No se sabe el lugar de nacimiento de Hilda, pero de acuerdo a Beda el Venerable fue en el año 614. Ella fue la segunda hija de Hereric, sobrino de Edwin de Northumbria, y su esposa Breguswita. Su hermana mayor, Hereswita, se casó con Ethelric, hermano del rey Anna de Anglia Oriental. Cuando era apenas una bebe su padre fue envenenado mientras pasaba su exilio en la corte del rey de Elmet (en lo que hoy en día es West Yorkshire). Se asume que ella creció en la corte de Ediwn en Northumbria.
En 627 el rey Edwin de Northumbria fue bautizado durante la Pascua junto a toda su corte, la cual incluía a Hilda, en una pequeña capilla de madera construida especialmente para la ocasión, cerca de lo que hoy en día es la Catedral de York Minster.
La ceremonia fue oficiada por el monje-obispo Paulinus, quien había venido desde Roma junto a San Agustín de Canterbury. Luego acompaño a Ethelburga, una princesa cristiana, cuando ella regreso a Kent para casarse con Edwin.
Hilda como monja
No se sabe dónde fue que Hilda empezó su vida como monja, excepto que fue al norte de las orillas del río Wear. Aquí, con unos cuantos compañeros aprendieron las tradiciones del monasticismo del Cristianismo Celta el cual San Aidan había traído desde Iona. Después de un año San Aidan nombró a Hilda como la segunda Abadesa de Hartlepool. No quedan rastros de esta abadía pero el cementerio monástico se ha encontrado cerca de la presente Iglesia de Santa Hilda.
En 657 Hilda fundo un nuevo monasterio en Whitby (en ese entonces conocida como Streonshalh), donde permaneció el resto de su vida hasta su muerte en 680.
Vida monástica en Whitby
En el acantilado oriental de Whitby se levantan las impresionantes ruinas de un abadía benedictina del siglo XII. Este, sin embargo, no fue el edificio que Hilda conoció. Evidencia arqueológica muestra que el monasterio era en estilo celta con sus miembros viviendo en pequeñas casas para dos o tres personas. La tradición de monasterios dobles, como los de Hartlepool y Whitby, era para que hombres y mujeres vivieran separadamente pero que pudieran rezar juntos en misa.
No se sabe donde exactamente la iglesia monástica de Hilda se levantó, tampoco sabemos cuantos monjes y monjas vivían en Whitby. Lo que Beda nos cuenta es que las ideas originales de monasticismo eran estrictamente seguidas en la abadía de Hilda. Todas las propiedades y bienes eran de propiedad común, los valores cristianos eran ejercidos, especialmente paz y caridad, todos tenían que estudiar la Biblia y hacer obras de caridad.
Cinco hombres del monasterio se convirtieron en obispos y uno fue venerado como santo, San Juan de Beverley.
La Reina Eanfleda de Deira, y su hija Alfleda se convirtieron en monjas y juntas fueron abadesas de Whitby después de la muerte de Hilda.
Carácter de Santa Hilda
Beda describe a Hilda como una mujer de gran energía quien era una audaz y eficaz administradora y maestra. Ella se ganó una reputación de sabiduría, que incluso reyes, príncipes y obispos buscaban su ayuda, pero también se preocupaba por la gente ordinaria como Caedmon, un pastor y bardo religioso. Aunque Hilda tenía un carácter fuerte ella también inspiraba afecto. Beda dijo "Todos aquellos que la conocían la llamaban madre por su gran devoción y gracia".
Muerte de Santa Hilda
Hilda sufrió de una fiebre los últimos seis años de su vida, pero continuó trabajando hasta su muerte el 17 de noviembre, de 680, en lo que entonces era una edad muy avanzada de sesenta y seis. En su último año ella fundo otro monasterio, a 14 millas de Whitby, en Hackness. Ella murió después de recibir el viaticum, y según la leyenda, en el momento de su muerte las campanas del monasterio en Hackness sonaron.
Acisclo e Victoria Santos
Irmãos Mártires, 17 de Novembro
Acisclo e Vitória, Santos
Patronos de Córdoba
Martirologio Romano: En Córdoba, en la provincia hispánica de la Bética, san Acisclo, mártir (s. IV).
Etimología: Acisclo = aquel que maneja bien las herramientas, viene del latín.
Victoria = aquella que es victoriosa frente al mal, viene del latín
Estamos en Córdoba en el año 303. El pretor Dión mandaba en la ciudad y eran tiempos de los emperadores Diocleciano y su amigo Maximiano.
Es la décima persecución contra los cristianos.
España estaba ya en gran parte cristianizada.
Córdoba contaba ya con muchos fieles.
Dos hermanos, Acisclo y Victoria, eran conocidos por su caridad y su entrega a los pobres y marginados.
El gobernador los denunció por rebeldes a las leyes imperiales.
Victoria, tranquila y serena, le dijo al gobernador:" Me harás un gran favor si cumples en mí las amenazas que me has lanzado. Vale más morir por Cristo que por todas las promesas que me haces".
Los encerraron en los calabozos para hacerles nuevos interrogatorios.
Después de desgarrarles sus pies, los echaron al fuego.
Victoria gritaba y le cortaron la lengua y a Acisclo el cuello.
Fueron los primeros mártires de Córdoba y sus patronos.
La fuerza de su valor se las daba la oración en común. Dios estaba presente en ellos.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
Juan del Castillo, Santo
Jesuíta mártir, 17 de Novembro
Juan del Castelo, Santo
Nace en Belmonte, España, el día 14 de septiembre de 1596. Sus padres, Alonso del Castillo y María Rodríguez se cuentan entre las personas importantes y adineradas de la ciudad. Una semana después recibe el sacramento del bautismo en la Colegiata de la villa. Por ser el primogénito recibe el nombre del abuelo paterno.
Después de él, los padres tienen nueve hijos. Sus hermanas Juana, Jerónima y Jacinta ingresan como religiosas de clausura en el convento de las Concepcionistas franciscanas de Belmonte. Don Alonso, el padre, es el Corregidor de la villa.
Los padres de Juan se esmeran por formarlo muy cristianamente. Desde joven estudia en el Colegio de la Compañía de Jesús en su ciudad natal.
El Colegio ha sido fundado por san Francisco de Borja. "El Señor sea servido de poner gente de la Compañía, porque tengo particular esperanza de Belmonte". El Colegio tiene m s de cuatrocientos alumnos, no sólo del pueblo, sino también de los lugares de la comarca.
Uno de los maestros de Juan es el P. Diego de Boroa quien va a ser más tarde su compañero de misión en las Reducciones paraguayas.
En el Colegio conoce y lee con gusto las cartas de San Francisco Javier, el gran apóstol de la Compañía de Jesús. A través de esas cartas y bajo la dirección de los jesuitas hace su discernimiento vocacional.
Después estudia derecho en la Universidad de Alcalá, un año, para dar gusto a sus padres.
El 21 de marzo de 1614 ingresa a la Compañía de Jesús, en el Noviciado de Madrid. El P. Boroa dice: "Se ejercitaba en los oficios más humildes y trabajosos de la Compañía, de cocinero, panadero y hortelano".
Después del noviciado y sus votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia, Juan es destinado al Colegio de Huete para iniciar los estudios de filosofía. Es otro Colegio también fundado por el incansable San Francisco de Borja.
Recién iniciado el curso de 1616, escucha allí al Procurador del Paraguay y Chile, el P. Juan de Viana, quien tiene la misión de llevar refuerzos a las Indias de occidente. El padre Procurador pondera la abundancia de la mies americana, las penas y fatigas de los misioneros y señala la esperanza de un martirio. Juan se ofrece. Logra de sus superiores que se le cambie su destino al Perú por el más duro de Chile y Paraguay. Es aceptado.
El 2 de noviembre de 1616 inicia el viaje al continente americano en el gran puerto de Lisboa.
A bordo traba amistad con el joven jesuita Alfonso Rodríguez, de Zamora, quien también viaja en la misma expedición de misioneros. Tiene éste dos años menos, pero los deseos son los mismos.
Entre mareos y tormentas, entre calmas y calores, llegan al puerto de Santa María de los Buenos Aires, el 15 de febrero de 1617. Descansan unos días en el Colegio, los necesarios para reponer las fuerzas. El Colegio es modesto, pero para los viajeros la caridad de recibimiento los llena de consolación.
Desde Buenos Aires los dos estudiantes jesuitas viajan a la ciudad de Córdoba del Tucumán, al Colegio Máximo, para terminar allí sus estudios de filosofía. Es un caminar cansino, a través de la inmensa pampa argentina. La carga y los libros van en carretas tiradas por bueyes y ellos montan a caballo.
Con su amigo Alfonso Rodríguez, Juan mira, asombrado, la inmensidad sin horizonte. A veces, a lo lejos, observa, con algún entusiasmo y temor, a los indios pampas que sienten invadido el territorio.
En la docta y universitaria ciudad de Córdoba, Juan del Castillo es un muchacho que no pierde el tiempo. No se distingue mucho en los estudios. La salud no parece buena. El duro clima de la ciudad lo agota m s de la cuenta. Tiene, por cierto, mejor éxito en los cortos apostolados entre los pobres de la ciudad y sus alrededores.
En el silencio y la oración, se decide a trabajar en esta América que ya empieza a querer.
En los finales de 1619, al terminar la filosofía, es destinado a la ciudad de Concepción, en el vecino país de Chile. Es la experiencia de magisterio.
Tal vez influye en los superiores el hecho de que el otro lado de la cordillera tenga un mejor clima. Juan ahí, sin duda, podrá reponerse.
Los informes de los superiores no lo favorecen. Las expresiones lacónicas poco dicen: "Es mediano de inteligencia y también en la prudencia. La experiencia es poca. El progreso en el estudio de filosofía es mediocre. Pero es capaz de enseñar gramática".
Eso último es suficiente para su magisterio en Chile, en el muy modesto Colegio de Concepción.
Antes de viajar conversa muy largamente con el jesuita Alonso de Ovalle y Manzano. El es nacido en Santiago de Chile y estudia ahora en la ciudad de Córdoba. Ovalle conoce bien los paisajes, las costumbres y los habitantes de su país. Juan, a través de Alonso, empieza a amar ese último rincón de la tierra.
Otro largo viaje. A caballo y en carretas, termina por atravesar la pampa. Está contento. Puede decir que la conoce ahora casi entera.
Unos pocos días descansan los viajeros en la ciudad de Mendoza, en la Residencia y el pequeño Colegio de la Compañía. Ya están en Chile, el cual comienza en la Provincias de Cuyo. Pero Juan y los otros jesuitas que viajan a Santiago parecen impacientes por continuar y atravesar la imponente cordillera.
El cruce de la gran cordillera de los Andes, lo hacen en mula y a pie, entre cuestas y precipicios enormes. El sendero va por la ladera escarpada, tan estrecho que apenas cabe la mula. Una de las bestias pisa mal y cae con su carga hacia el río que corre en lo profundo. Es un ruido que aterroriza.
La admiración de Juan parece infinita. Sus ojos, incansables, recorren, uno a uno, los paisajes. Agradece a Dios esas alturas con nieves eternas, esos saltos sonoros de las cascadas, los ríos correntosos.
Al bajar de las cimas, empiezan los viajeros a recorrer el valle del río Aconcagua. Algunos Padres del Colegio han venido a recibirlos. Juan se maravilla de los campesinos tan tranquilos, de sus campos y los frutos. Será una hermosa experiencia la del magisterio en Chile.
Santiago, la capital de Chile, lo recibe sonriendo. El gran Colegio de San Miguel, tan junto a la catedral, es ahora su casa. Los jesuitas chilenos insisten. Es necesario descansar, conocer los alrededores y prepararse para el largo viaje al sur. El joven jesuita no se cansa de agradecer a Dios por la caridad de sus hermanos.
Los jesuitas han llegado a Chile en 1593. Desde un comienzo educan en la capital y son misioneros. Los indios mapuches son los preferidos. Los catequizan en los alrededores y hacen excursiones hacia el sur. Aprenden la lengua y establecen catequistas con el nombre de "fiscales" para asegurar el fruto.
Desde 1608 forman una Provincia independiente con jurisdicción en Chile, Buenos Aires, Tucumán y el Paraguay. El provincial Padre Pedro de Torres Bollo vive en Santiago, pero la Provincia tiene el nombre del Paraguay. El Noviciado, que estuvo en los comienzos en Santiago, está ahora en la ciudad de Córdoba.
Ese mismo año se ha celebrado en Santiago la primera Congregaci¢n provincial. Los jesuitas se muestran muy contentos con los resultados. Sus decretos son notables, especialmente los referentes a los indios, a la abolición de la esclavitud, a la supresión del servicio personal y al modo de evangelizar.
Juan escucha. Se admira de los inicios de las misiones en Arauco y Chiloé, en el extremo sur. Se siente bien con esos nuevos amigos. Con los jesuitas jóvenes recorre la ciudad y los alrededores.
Un mes después, poco más que menos, inicia su peregrinación al sur. Hasta la ciudad de Concepción son otros 500 kilómetros. Lo normal es hacerlo a caballo y por etapas. El camino es malo, pero no hay en ‚l el peligro de los indios en guerra. La lucha, entre españoles y mapuches, se desarrolla al sur de Concepción.
La ciudad está junto al mar, en una tranquila bahía en el puerto de Penco. Es el bastión ubicado en la frontera. Esta es la causa del por qué vive en ella el Gobernador del Reino.
Concepción tiene un Colegio. Es muy reciente. Lo ha fundado el célebre jesuita P. Luis de Valdivia hace seis años, en 1614.
Al llegar Juan a su destino todo parece estar en calma. El excelente rector Padre Juan Romero lo abraza con cariño. La primera misión, que da al recién llegado, es descansar.
Las veladas comunitarias son agradables. El clima, el suave murmullo del mar, los lomajes siempre verdes, los ríos y la gente, ayudan a la paz y a la oración.
A los pocos días ya conoce con detalles la historia de los mártires de Elicura. Son tres jesuitas que, por obediencia, se internaron en el país de los mapuches. La guerra parecía haber terminado. Unicamente la guerra defensiva está permitida.
Ese fue el mejor logro y la gloria del P. Luis de Valdivia, el fundador del Colegio.
Los Padres Martín de Aranda Valdivia, Horacio Vecchi y el Hermano Diego de Montalbán fueron elegidos para la difícil misión de predicar el Evangelio entre los mapuches. El primero es chileno, el segundo italiano y el tercero, español o mejicano. Los elige el Superior porque ellos se han distinguido como los mejores defensores de los derechos del pueblo mapuche, de la mujer y de la paz. Los tres deciden entrar sin armas, sólo con la cruz.
Martín ha nacido m s al sur, en Villarrica, a la sombra de un volcán que aún humea. Se inició en la carrera de las armas casi siendo un niño.
En plena juventud, Martín asciende a capitán y el Virrey del Perú lo envía como Corregidor de Riobamba en Ecuador. Los informes del soldado son, pues, excelentes.
En uno de sus viajes a Lima, por razones de su cargo, se decide a hacer los Ejercicios espirituales del Fundador de los jesuitas. Después de terminarlos, ingresa a la Compañía de Jesús en la ciudad de los Reyes. Martín tiene treinta y dos años. En Lima también, recibe la ordenación sacerdotal. Martín regresa a Chile, en 1607, al crearse la Provincia del Paraguay, separada de la del Perú.
Horacio Vecchi es un italiano que también llega a Chile en 1607. Es también sacerdote.
Diego de Montalbán es un soldado. Ingresa en la Compañía de Jesús en Chile. En la hora de su muerte todavía es un novicio.
Juan del Castillo se impone del desenlace de esa misión por obediencia. Un cacique descontento, Ancanamón, les ha dado muerte en el pequeño valle de Elicura, el 14 de diciembre de 1612. La causa del martirio es de todos conocida. Martín de Aranda, Horacio Vecchi y Diego de Montalbán defendían los derechos de dos mujeres españolas, cautivas, que defendían su religión.
Los restos de esos mártires están en el Colegio. Juan los venera.
En 1626 Juan y su amigo Alfonso Rodríguez son destinados a las nuevas fundaciones del río Uruguay.
Ha rogado a Dios, ha suplicado tanto a los superiores. En un momento ha tenido miedo de que su débil salud pudiera ser un obstáculo. Se ha preparado, también, en el idioma guaraní. Los tiempos libres cordobeses han sido para la lengua paraguaya. La vida dura del misionero no le asusta.
El juicio del P. Diego de Boroa es excelente: "Su fervor es grande, su observancia es completa. Su celo se manifiesta en el tesón por aprender la lengua guaraní. Su afabilidad y mansedumbre entusiasman a todos. Es bondadoso, desprendido y puro, amable de Dios y de los hombres".
Después del martirio de los Padres Roque González y Alfonso Rodríguez en la Reducción de Todos los Santos en el Caaró, los caciques seguidores de ¥ezú se presentan, al día siguiente, en la Reducción de la Asunción de Yjuhí.
Son las tres de la tarde. Juan está a la puerta de su choza rezando el breviario. ¿Qué te dice el libro? le preguntan. Juan contesta: "Nada, estoy rezando". Ellos dicen: "Aquí te traemos a estos indios forasteros para que les des anzuelos".
La narración de los hechos pertenece a un testigo presencial, Pablo Arayú. La hace con juramento:
"Preguntado si se halló presente cuando echaron mano y prendieron al Padre, respondió que sí. Preguntado si se halló presente cuando lo mataron, respondió que sí, que vio cuando lo arrastraron y lo mataron en el lodazal.
El Padre estaba matriculando a un cacique llamado Chetihagu‚ y su gente y les di anzuelos y alfileres. Después el viejo cacique Quarabí mandó a un cacique, llamado Araguirá, que embistiera al Padre. Él lo hizo. Lo abrazó por la espalda y le torció los brazos. Así lo arrastraron hacia el bosque. Le rasgaron la ropa, sólo dejaron una media y las mangas en los brazos.
Un indio, llamado Mirungá, lo derribó en tierra. Le pusieron dos cuerdas en las muñecas y lo arrastraron por el bosque. Desconcertaron un brazo. Otro indio, llamado Tacandá, con una maza de piedra lo golpeó varias veces en el vientre. Lo siguieron arrastrando, hasta un lodazal. Iba todo desgarrado, hecho sangre.
Allí le destrozaron con una piedra grande la cabeza. Después quebraron los huesos y lo dejaron diciendo: déjenlo para que se lo coman los tigres. El no estuvo con los que quemaron el cuerpo, cuando volvieron en la mañana siguiente.
Preguntado de lo que hizo y dijo el Padre cuando lo prendieron y mataron, respondió: Cuando le echaron mano, hizo fuerza por soltarse. Dijo: Hijos, ¿qué pasa, qué es esto? Mientras lo tenían asido, llamó a los amigos en su favor. Cuando lo arrastraban le oyó decir: ¡Ay, Jesús! Y otras palabras en su lengua que no entendió. Cuando le rompían la ropa pedía que se la sacaran poco a poco.
Después entraron en su casa e iglesia. Repartieron entre ellos las cosas pequeñas. Los ornamentos sagrados se los llevaron a ¥ezú".
Esta narración concuerda con la de otros cinco testigos con juramento, todos presentes.
Juan repartió su vida jesuita casi por igual: tres años en España, seis en Córdoba del Tucumán en dos etapas iguales, tres en Chile y casi tres en Uruguay
Salomé de Cracóvia, Beata
Rainha da Hungria, 17 de Novembro
Salomé de Cracóvia, Beata
Religiosa de la Segunda Orden Franciscana (1211‑1268). Clemente X aprobó su culto el 17 de mayo de 1673.
Salomé, princesa de Polonia, hija de Leszek el Blondo, príncipe de Cracovia, nació en 1211. De sólo 3 años fue prometida como esposa, por Acuerdo con Andrés II rey de Hungría, al hijo de éste, Colomanno, de seis años; en el otoño de 1214 tuvo lugar la coronación, que con la autorización del Papa Inocencio III, fue celebrada por el obispo de Strigonia.
El reinado de los dos niños en Halicz duró menos de tres años, porque la ciudad fue ocupada por el príncipe Ruteno Mistislaw, que los hizo prisioneros. En aquellos tiempos (Salomé tenía sólo 9 años y Colomanno 12) ellos hicieron de común acuerdo voto de castidad. Cuando Andrés, hijo del rey de Hungría, vino a ser rey de Halicz, ellos retornaron a la corte húngara.
Salomé, en 1227, cumplidos los 16 años, llegó a la mayor edad, pero siempre se mantuvo ligada al voto de castidad y a pesar de su belleza, evitaba la compañía de hombres, vestía modestamente, no tomaba parte en las fiestas y diversiones de la corte, dedicaba el tiempo libre a la oración. Colomanno, mientras vivía todavía su padre, gobernó la Dalmacia y la Eslavonia hasta 1241, cuando murió en una batalla contra los Tártaros, Salomé en este período protegía los conventos de los franciscanos y de los dominicanos.
Un año después de la muerte de su marido volvió a Polonia, donde en 1245 vistió en Sandomierz el hábito de las hermanas clarisas. Junto con su hermano Boleslao, en 1245 fundó la iglesia y el convento de los franciscanos en Zawichost, el hospital y el monasterio de las clarisas, donde entró ella misma.
Ante la amenaza de los Tártaros, en marzo de 1259 una parte de las clarisas se trasladó a Skala, donde Salomé fundó un nuevo monasterio y lo dotó con los utensilios y ornamentos litúrgicos.
Vivió 28 años en el silencio del monasterio, y fue modelo de penitencia, de abnegación, de humildad, de inocencia y de caridad. Por largos años fue abadesa buena, afable, servicial, amante del ideal de la seráfica pobreza. El 17 de noviembre de 1268 fue regalada con una aparición de la Santísima Vrigen María y de su Hijo, reunió a sus cohermanas y las exhortó a la mutua caridad, a la paz, a la pureza del corazón, a la obediencia sin límites y al desprendimiento de las cosas del mundo. Poco después las cohermanas vieron una pequeña estrella que desde la bienaventurada madre se dirigía hacia el cielo.
Salomé de Cracovia había entregado su bella alma a Dios a la edad de 57 años. Sus restos más tarde fueron trasladados a la iglesia de los Franciscanos de Cracovia, donde se encuentra hasta hoy.
Hugh de Lincoln, Santo
Bispo, 17 de Novembro
Hugo de Lincoln, Santo
Nace en el castillo de Avalon, entre 1135 y 1140, noble descendiente de la casa de Borgoña.
Acompaña a su padre, viudo, al convento de Canónigos Regulares de Villard-Benoit, donde a los 15 años también él hace los votos religiosos.
Con ansias de vida más perfecta, pasa a la Cartuja.
A la edad de 30 años es ordenado sacerdote, y en 1173 nombrado procurador.
El rey Enrique II de Inglaterra, enterado de la santidad de su vida, le reclama para regir la cartuja de Witham, que él mismo había erigido. Asombra que un extranjero, a los seis años de residencia, sea consagrado obispo de Lincoln el 21 sept. 1163.
Defendió con valentía los derechos de la Iglesia, frente a las intromisiones de tres reyes, que él conoció, siendo llamado Martillo de reyes.
Alternaba sus quehaceres pastorales con la vida retirada de la cartuja de Witham.
Murió en Londres, camino de Lincoln, el 16 nov. 1200. Ante la fama de santidad y de sus milagros el papa Honorio III le canonizó el 17 feb. 1220.
Rioplatenses Mártires, Santos
Mártires, 17 de Novembro
Mártires Rioplatenses, Santos
Santos Roque González, Alfonso Rodríguez e Juan del Castilho, mártires
Novembro 17
Primeiros mártires das regiões americanas do Rio da Prata. São Roque González de Santa Cruz nasceu em Assunção do Paraguai. Fundou 10 povos nas famosas regiões guaranis do Paraguai. Um desses povos foi a actual Yapeyú, berço do Libertador Geral São Martinho. Os três sacerdotes –pertencentes à Companhia de Jesus– foram mortos pelos sequazes de um índio feiticeiro. Roque González, de 52 anos, e seu companheiro Alfonso Rodríguez, morreram na região de Todos os Santos de Caaró, em 15 de Novembro de 1658, e Juan del Castilho, dois dias depois no povo de Assunção de Ijuhí. Os três mártires foram canonizados em 1988 por João Paulo II durante sua visita apostólica ao Paraguai.
Ansalone Jordânia, Santo
Mártir, 17 de Novembro
Jordán Ansalone, Santo
Jordán Ansalone nasceu na Sicília em 1598. Aos dezassete anos abraçou a vida dominicana. Fez seus estudos em Palermo e Salamanca. Apaixonado pelo ideal missionário, partiu primeiro para o México e depois de um ano para Filipinas. Dedicou-se à assistência espiritual dos chineses em Manila. Depois de seis anos, foi para o Japão, onde enfrentou a perseguição. Foi tomado prisioneiro e torturado, e morreu em Nagasaki junto com outros quinze mártires dominicanos.
Para ver mais sobre seus 15 companheiros mártires no Japão faz "click" AQUI
Ver também mensagem aqui publicada sobre o mesmo tema na última semana. Afonseca
http://es.cathgolic.net/santoral
Recolha, transcrição e tradução incompleta, por falta de tempo, por António Fonseca
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