Kevin de Glendalough, Santo
Glendalough (o Valle de Los Dos Lagos) é um vale estreito, pitoresco e solitário, no coração das Montanhas de Wicklow. A fama de sua escola monástica se deve principalmente, a seu fundador, São Kevin e a Laurence O´Tool, o último dos santos irlandeses canonizados. Kevin, (em irlandês Coemghen, o honoravelmente engendrado) nació cerca de Rathdrum hacia finales del siglo quinto y vivió hasta los ciento veinte años. Su primer tutor fue San Petroc de Cornualles, el cual, había llegado a Leinster alrededor del 492 y se consagró a sí mismo, con considerable ardor y entusiasmo, al estudio de las Sagradas Escrituras, en lo que su alumno, también llegaría a convertirse en un estudioso notable. Kevin continuó sus estudios bajo la dirección de su tío, San Eugenio, posteriormente Obispo de Ardstraw, quien en aquella época, vivía en Kilnamanagh (Wicklow), donde enseñaba a sus alumnos todas las enseñanzas sagradas, las cuales había adquirido en el famoso Monasterio Británico de Rosnat. El joven Kevin fue, en su tiempo, un apuesto mozo que había conquistado sin saberlo, el afecto de una joven y bella doncella, la cual, una vez le siguió a los bosques. El joven santo, dándose cuenta de la presencia de la joven dama, se tiró a una cama de ortigas y después, cogiendo un puñado de las mismas, flageló a la joven con las ardientes hierbas. “ El fuego externo” dice el biógrafo “extinguió el fuego interno” y Kathleen, arrepentida, llegó a convertirse en santa. Se desconoce el origen de la historia, la cual Moore unió al inmortal verso en el que relata cómo Kevin arrojó a la desdichada Kathleen de su cueva, frente a Lugduff, a las profundidades del lago que está debajo. Entonces Kevin se retiró a lo más salvaje del Valle de Glendalaough, donde pasó muchos años en una estrecha cueva viviendo a solas con Dios, practicando un ascetismo extremo. Con el paso del tiempo, hombres santos se congregaron entorno a él y le indujeron a construir el monasterio, cuyas ruinas todavía permanecen más abajo en el valle más abierto, hacia el este. Aquí su fama de santo y escolástico, atrajo multitud de discípulos, por eso Glendalough llegó a ser para el este de Irlanda lo que las Islas Arran fueron para el oeste- una gran escuela de sabiduría sagrada y noviciado en el que los jóvenes santos y clérigos eran entrenados en virtud y auto negación. Uno de los más ilustres alumnos de San Kevin en Glendalogh fue San Moling, fundador del bien conocido monasterio llamado en su honor San Mullins, situado en la margen izquierda del río Barrow, en el suroeste del Condado de Carlow. Como su maestro Kevin, el fue un hombre dedicado al saber y a la extrema austeridad, viviendo, según se cuenta, tanto tiempo cómo hizo Kevin, en un árbol hueco. También fue un elegante escritor, tanto en Latín como en Irlandés. Son muchos los poemas irlandeses que le han sido atribuidos, sus profecías fueron ampliamente conocidas y el “Libro Amarillo de San Moling” fue uno de los que Keating tuvo en sus manos, pero que por desgracia se perdió. Uno de los escolásticos de Glendalogh, no obstante, San Laurence O´Tool, fue con mucho, el más distinguido. Un gran escolástico, obispo, patriota y santo, debió todo su entrenamiento en virtud y sabiduría a esta escuela. Llevó tan lejos su devoción a San Kevin que incluso después de haber sido nombrado Arzobispo de Dublín, convirtió en practica habitual retirarse de la ciudad y pasar toda la Cuaresma en la misma cueva en la cara de la roca sobre el lago donde San Kevin había vivido a solas con Dios. Las ruinas existentes en Glendalough todavía forman una escena impactante en ese valle montañés de salvaje belleza. Dentro del área del recinto original están la gran iglesia, una catedral, construida probablemente en la época de San Kevin, una fina torre circular de 33 metros de altura (110 pies), la construcción llamada la Cro o cocina de San Kevin y la Iglesia de la Bendita Virgen, a la que San Kevin, como la mayoría de los santos irlandeses, profesaba una especial devoción. La construcción llamada la cocina de San Kevin fue sin lugar a dudas su oratorio privado y habitación del santo, esta última estando en un recinto más arriba, como en la casa de San Columbano en Kells. Fue canonizado en 1903.
Morando, Santo
Na aldeia de Altkirch, na região de Basileia, entre os helvécios, são Morando, monge, oriundo de Renânia, que sendo presbítero peregrinou a Compostela e no regresso entrou no mosteiro de Cluny, fundando mais adiante o cenóbio em que terminou sua santa vida (c. 1115). Nascido em Worms, Renânia (Alemanha), em redor do ano 1050 numa família nobre, já havia sido ordenado sacerdote quando decidiu fazer uma peregrinação a Santiago de Compostela, um dos destinos mas procurados pelos peregrinos na idade média. Durante el viaje hizo una parada en la Abadía de Cluny, fundada en el año 910 por san Bruno y que por aquellos días era gobernado por san Hugo (1049-1109); quedó fuertemente impresionado por el estilo de vida de monjes, y al retorno de su peregrinación, hizo la solicitud para ser aceptado en la abadía. Ya como monje, por sus cualidades ejemplares fue enviado al monasterio de Alvernia, en la región central de Francia. En el año 1100 un señor alsaciano (de Alsacia, región francesa con dialecto alemán), deseaba restaurar el santuario dedicado a san Cristóbal que estaba dentro de sus propiedades en Altkirch, por lo que solicito ayuda al abad de Cluny. El abad estaba de acuerdo en fundar un monasterio junto a la iglesia y envió a algunos monjes para la fundación, pero la tarea resulto difícil debido a que los monjes no conocían la lengua de esa región. Entonces el san Hugo mandó a buscar en Alvernia a Morando y lo envió a Altkirch como un intérprete, aquí brilló para su bondad, su calma y el conocimiento del lugar; se ganó el aprecio de las personas que comensaron a visitarlo a menudo en busca de consejo, conocimiento y ayuda, también se le atribuye varios milagros. El santo monje murió en el año 1115, y fue canonizado en el siglo XII, su tumba aún está en la iglesia de Altkirch. Es considerado el santo patrón de los vinocultores de la región del sur de Alsazia, porque se dice que Morando pasó toda una Cuaresma sin más comida que un manojo de uvas, aquel manojo fue representado en algunas esculturas en los portales de varias iglesias.
Ovídio, Santo
Mártir – Braga (Portugal)
Que era cidadão romano, de família nobre e de erudição superior, conjetura-mo-lo pela intimidade que tinha com Séneca, o filósofo, e com Máximo Cesónio, cônsul. Sendo exilado este último, abandonou com ele a pátria e sempre o acompanhou até à morte. Tal atitude exigia, sem dúvida, familiaridade e amizade em grau elevado. Morrendo o cônsul, seu amigo, voltou a Roma, onde assistiu às pregações de Pedro e Paulo, que por essa ocasião aí ensinavam a Boa Nova. Entusiasmado com a sublimidade da doutrina cristã, fez-se apóstolo ardente e zeloso. Começou a trabalhar na vinha do Senhor, conseguindo trazer à fé de Jesus Cristo muitas almas. O papa S. Clemente, reconhecendo em Ovídio não só qualidades superiores, mas também indícios de piedade sólida e bem fundada, enviou-o a Hispânia, a reger a Igreja Bracarense e pregar o Evangelho. Imediatamente o novo apóstolo deixou a pátria e partiu para o Ocidente, a ganhar adeptos para a Cruz. Houve-se por tal forma no desempenho das suas funções, que pode considerar-se como um dos varões apostólicos que mais fulgurantemente iluminaram a península. Com efeito, no seu tempo, a Bracara-Augusta do Império Romano floresceu não menos nas letras do que na piedade e religião. Depois de ter bem merecido da Igreja pelos trabalhos do apostolado, Ovídio consumou a carreira com o martírio. O seu corpo permaneceu por muitos séculos encerrado num sepulcro granítico, rodeado de grande veneração da parte do povo católico, até que, em 1708, D. Rodrigo de Moura Teles, arcebispo da mesma cidade, julgando que às relíquias de tão grande varão se devia dar pousada mais digna, trasladou-as para uma urna de madeira ricamente adornada, colocando-as, em seguida, numa capela conveniente; hoje encontra-se na sacristia da sé de Braga. Pouquíssimo há de seguro historicamente nesta biografia. O que se menciona aqui, figura em parte a 8 de Junho, sob o título de Santa Marinha, conforme poderão comprovar no texto desse dia, a publicar aqui mesmo.AF
Mártires (entre 1885 e 1887, no Uganda)
A 18 de Outubro de 1964, Paulo VI canonizou estes 22 mártires do Uganda, os únicos da centena sobre os quais existia documentação bem concreta. Foram executados, entre 1885 e 1887, por ordem do rei Muanga, cioso da sua autoridade e invertido. Morreu o rei Mutesa, do Uganda, em Outubro de 1884; sucedeu-lhe o rei Muanga, vicioso e cruel. Acirrado pelos muçulmanos, e com receio de ver diminuído o comércio dos escravos, decidiu aniquilar o nome cristão. Entre os 500 pajens ou jovens das principais famílias que serviam o rei, havia um pequeno grupo de 20 cristãos, chefiados por Carlos Luanga, jovem de 20 anos, batizado a 15 de Novembro de 1885. O mais novo Kizito, não passava de 14 anos, e era ainda catecúmeno. Um dia (25 de Maio de 1886), o rei mandou chamar um dos pajens. Responderam-lhe que não estava. Quando, uma hora depois, regressou, perguntou-lhe o rei onde estivera e para quê. – “Dionísio Sebugwawo (um recém-batizado de 17 anos apenas) ensinava-me a doutrina – foi a resposta. - “A doutrina? – grita Muanga: e, dirigindo-se a Dionísio: – “Que fazias, há pouco, com Muafu?” - “Ensinava-lhe a religião” - respondeu corajosamente o pajem cristão. - “Como assim? Tu ensinas o que eu proibi ensinar, e era ao filho do Primeiro Ministro que tu te atreves a ensinar essas coisas?” Sem mais, pegou num estilete e cravou-o na garganta do mártir, que, arrastado para fora, acabou esfaqueado. Durante a noite, Carlos Lwanga entendeu que a horta era grave e resolveu administrar o baptismo ao pequeno Kizito e a três dos catecúmenos mais adiantados. No dia seguinte, o rei Muanga reuniu o conselho e com ele acordou aplicar pena capital aos pajens cristãos que não apostatassem. Manda reunir todos os jovens, e ordena: - “Os que rezam, vão para ali, para junto da estacada; os que não rezam, fiquem aqui, ao pé de mim.” A tais palavras, Carlos Lwanga ergueu-se; tomou pela mão o pequeno Kizito; atravessou o território, cheio e pagãos hostis, e foi-se colocar no lugar indicado; seguiram-no mais doze. Todos foram condenados à morte e esperavam, fora do palácio, que os conduzissem até Namungongo, a 60 kms de distância, onde devia ter lugar a execução. Pela tardinha, chegaram mais dois neófitos: Ponciano Ngondué e Mukaza Kiriuauanvu. - “Tu és cristão?” – perguntou o algoz ao primeiro. À sua resposta afirmativa, trespassou-o com uma lançada. No momento em que o cortejo se pôs em marcha para Kampala, primeira jornada da viagem até ao lugar do suplicio, foi preso André Kajua. - “Matem-no já – ordena o algoz; – não comerei bocado, enquanto não lhe vir, com os meus olhos, o braço cortado”. Pouco depois, traziam, ainda escorrendo sangue, o braço do novo João Baptista ao Herodes africano.
Era costume que, durante a caminhada, fossem imolados dois condenados aos deuses locais; em Kampala, imolaram-lhes os pajens Atanásio Badzekuketa e Gonzaga Gonza. Aqui também foi executado Matias Kalemba, juiz suplente num tribunal da província. Pela tarde do dia 27, o cortejo chegou a Namugongo; puseram-lhes algemas; e assim esperaram até ao dia 3 de Junho, em que se levou a cabo a execução. Os pajens apareceram de corda ao pescoço, de mãos atadas, pálidos, desfeitos de fome e cansaço; mas dando graças a Deus por os ter conservado firmes na fé. A fogueira levantava-se num vale próximo. À medida que as vítimas passavam, um dos algozes batia-lhes na cabeça com um pau, rito antigo, destinado a afastar do espírito do rei a sombra dos mortos. Os pajens foram enrolados e atados numa esteira de canas secas e levados para a fogueira. Um dos mártires era filho do algoz; por mais insistentes que fossem os rogos, perseverou firme; o pai fê-lo separar dos outros e, à parte, mandou-o matar com violenta pancada na nuca. No mesmo momento, atearam o fogo que transformava os pajens em tochas vivas. O murmúrio de orações foi crescendo, à medida que o sofrimento aumentava; nada de gritos, nem súplicas; nada de cobardias ou maldições. Por fim, as vozes cessaram; e as vítimas voaram para o céu. Para Lwanga, o algoz cruel e escarnecedor preparou-lhe o suplicio do fogo lento, sem lhe arrancar a mais pequena queixa. O suplicio das 22 vítimas do Uganda teve enorme repercussão no mundo inteiro. O Papa Pio X introduziu a causa de beatificação dos veneráveis servos de Deus, Carlos Lwanga, Matias Kalemba e companheiros; Bento XV beatificou-os, a 6 de Junho de 1920. A 18 de Outubro de 1964, na sua viagem apostólica ao Uganda, o Papa Paulo VI canonizou estes mártires, pronunciando um discurso, do qual transcrevemos estas passagens: «Estes Mártires Africanos acrescentam ao álbum dos vencedores, chamado Martirológio, uma página ao mesmo tempo trágica e grandiosa, verdadeiramente digna de figurar ao lado das célebres narrações da África antiga, as quais, neste tempo em que vivemos. Julgávamos, por causa da nossa pouca fé, que nunca mais viriam a ter semelhante continuação…” “… Estes Mártires Africanos, dão, sem dúvida, inicio a uma nova era… Com efeito, a África, orvalhada com o sangue destes mártires, que são os primeiros desta nova era (e queira Deus que sejam os últimos – tão grande e precioso é o seu holocausto!), a África renasce livre e resgatada». www.jesuitas.pt - Ver também http://es.catholic.net/santoral e www.santiebeati.it.
Isaac de Córdova, Santo
Mártir (851)
Faz-nos conhecer Isaac o Memorial dos Santos, escrito por Santo Eulógio de Córdova, contemporâneo dele, executado no ano de 859. Isaac pertencia a nobre família de Córdova, que lhe mandou dar uma educação cuidadosa. Aprendeu também o árabe, embora fosse católico. As autoridades ocupantes do Islão tinham-lhe confiado um posto de notário, que ele abandonou para se ir encerrar num mosteiro vizinho da cidade. Tinha lá várias pessoas de família. Várias pessoas de família?! Sim, porque S. Frutuoso, no século VII, lança na Hispânia essa fórmula original de mosteiros-refúgios para famílias inteiras. Durante três anos viveu Isaac em santidade com seu parente, o abade Martinho. Depois sentiu-se movido por divina inspiração a apresentar-se diante do juiz muçulmano, falou-lhe de Maomé ensinado pelo anjo Gabriel, do paraíso agradável que espera os crentes, com mesas bem servidas, e das beldades encantadoras. Isaac replicou com veemência. Embaraçado o juiz deu-lhe uma bofetada. Isaac continuou ainda com o maior entusiasmo. «Tu estás embriagado ou louco», assim o classificou o muçulmano, vexado. Isaac respondeu magnificamente que ardia no zelo pela verdade, que estava pronto a morrer, feliz por sofrer pela justiça. Foi executado Isaac, dependurado de cabeça para baixo, na outra margem do Guadalquivir. Depois, as cinzas do cadáver foram lançadas ao rio. Dizem que foi executado com 27 anos de idade. www.jesuitas.pt . Ver também www.es.catholic e www.santiebeati.it
João Diogo Cuauhtlatoatzin, Santo
(1474-1548)
João Diogo nasceu em 1474, em Cuauhtitlan (México). O seu nome era Cuauhtoatladzin, mas quando foi baptizado, em 1524, com 50 anos de idade, foi-lhe mudado o nome para Juan Diego, segundo o costume dos missionários que davam o nome de João a todos os batizados, conservando contudo o nome indígena. À sua mulher, que se batizou conjuntamente com ele e outros parentes, deram o nome de Maria Lúcia. O seu baptismo foi uma profunda convicção, mudando completamente o seu ser e modo de proceder. João Diogo tornou-se um cristão fervoroso, pobre e humilde, fugindo às honras e mostrando sempre uma grande pureza de vida. Fazia 20 quilómetros para assistir à Missa e aproveitava estas celebrações para aumentar a sua instrução religiosa e venerar a Virgem Mãe de Jesus. A 9 de Dezembro de 1531, quando se dirigia, como de costume, a Tepeyac, para assistir à celebração eucarística, ouviu uma voz que o chamava , convidando-o para lhe falar e confiar uma missão. Olha para o céu azul e vê uma Senhora que lhe diz para se aproximar e pede que lhe seja construído ali um templo e prometendo compaixão e proteção para os habitantes daquele lugar. Manda-o ir ter com o bispo, para lhe dizer quem era Ela e lhe fazer o pedido de construir um templo na esplanada. João Diogo dirige-se a casa do bispo, ao qual expõe as palavras da Senhora, mas o prelado desconfiado da ingenuidade daquelas palavras, pede um sinal daquilo que aconteceu. O vidente volta ao lugar de aparição e conta à Senhora o que se tinha passado. Ela diz-lhe para ir de novo falar com o bispo, no dia seguinte. Este pede outra vez um sinal, mas foi também fazendo umas perguntas às quais João respondeu com toda a exactidão, não deixando dúvidas de que era a Virgem Maria que lhe tinha falado. Entretanto, um tio de João Diogo contraiu a peste que grassava na região. Quando já estava prestes a morrer, a Senhora cura-o da terrível doença. Era este o primeiro sinal de que ela era realmente a Mãe de Jesus. Como se este sinal não bastasse, a Virgem Maria convida o vidente a ir à montanha, onde se tinham dado as primeiras aparições e a colher as rosas que aí encontraria, desabrochadas. No lugar indicado pela Virgem só havia pedras e cactos e naquele tempo o frio tudo queimava (era o dia 12 de Dezembro). João Diogo colheu as rosas, pô-las no seu manto e foi ter com o bispo para lhas mostrar, mas os criados não o deixavam passar. Conseguiu finalmente ser recebido e mostrou as rosas como o sinal que o prelado lhe tinha pedido. Todos abriram a boca de espanto e o bispo ajoelhou-se e juntou as mãos diante do índio. Mas isto não foi tudo. Para surpresa de todos, o sinal das flores era ultrapassado por outro prodígio: no manto simples de João Diogo aparecia impressa , a todo o comprimento, a imagem da Virgem Santa, com o seu rosto de mansidão e dois grandes olhos que pareciam vivos. Todos ajoelharam, perturbados, num misto de alegria e devoção. O prelado pediu perdão a Maria, por não ter acolhido desde o principio o sinal da sua vontade. Depois tirou o manto de João Diogo, para o colocar em lugar de honra no seu oratório particular. A imagem conserva-se impressa no manto. Em breve começaram as obras de construção de uma pequena ermida, que foi sendo renovada, até chegar à atual basílica, inaugurada em 1976. Em 1566 o lugar começou a chamar-se Guadalupe (da raiz mitológica indígena Cuatlaxupeh). A Senhora de Guadalupe é padroeira do México e do continente americano. A sua imagem esteve presente na batalha de Lepanto e desde então Maria começou a ser invocada como Rainha da Vitória e Auxilio dos Cristãos. João Diogo morreu no dia 3 de Junho de 1548, com 74 anos de idade. Foi beatificado por João Paulo II, em 6 de Maio de 1990, no México, e canonizado a 31 de Julho de 2002. www.jesuitas.pt . Ver também www.es.catholic e www.santiebeati.it
João Grande Romão, Santo
Religioso (1546-1600)
Juan Grande Román, Santo
João Grande nasceu em Carmona, Sevilha (Espanha), a 6 de Março de 1546. Recebeu uma esmerada educação cristã, na família e como menino de coro na sua paróquia. Em Sevilha aprendeu o ofício de tecelão. Aos 17 anos voltou para casa, a fim de se dedicar ao comércio, como vendedor de tecidos. Esta profissão fê-lo entrar numa profunda crise espiritual. Deixou a família e retirou-se para uma ermida, perto da sua terra, onde passou um ano em retiro, meditando sobre a sua vocação. Ao fim desse ano, decidiu dedicar-se totalmente a Deus e adoptou o nome de «João Pecador». Começou a experiência de cuidar de um casal de idosos que encontrou completamente abandonados. Encarregava-se das suas necessidades e pedia esmola para os sustentar. Assim descobriu que a sua nova vocação era o serviço dos pobres e necessitados. Com apenas 19 anos, João Pecador mudou-se para a cidade de Jerez de la Frontera e nesta cidade atendia as pessoas necessitadas, os presos e os doentes abandonados que encontrava. Em Janeiro de 1574, alastrou uma epidemia na cidade e eram tantos os doentes que encontrava na rua, que resolveu fundar o seu próprio hospital, dedicando-o a Nossa Senhora da Candelária. Entretanto, teve conhecimento da Instituição fundada por S. João de Deus, em Granada. Visitou-a e decidiu juntar-se a ela e a aplicar no seu hospital a mesma forma de vida professada naquela Instituição. Foram-se-lhe juntando companheiros que ele formou segundo os «Estatutos de João de Deus». Levava uma vida sumamente austera, dormindo no chão e praticando frequentes jejuns e abstinências, disciplinas e cilícios. mas cultivava sobretudo uma intensa vida interior, dedicando diariamente várias horas à oração, em íntima comunicação com Deus. Em 1600 apareceu uma terrível epidemia de peste e João não tinha descanso no atendimento aos doentes, acabando por ser contaminado, vindo a falecer a 3 de Junho desse mesmo ano. Foi beatificado por Pio IX em 1853 e canonizado por João Paulo II, a 2 de Junho de 1996. Foi proclamado padroeiro da nova diocese de Jerez de la Frontera, em 1986. Os seus restos mortais são venerados no «Seminário Diocesano de S. João Grande», no hospital dos Irmãos de S. João de Deus. www.jesuitas.pt - ver também http://es.catholic.net/santoral
Andrés Caccioli, Beato
Franciscano
Andrés Caccioli, Beato
Andrés Caccioli nasceu em Spello, Umbría, em 1194. Cedo abraçou a vida eclesiástica e chegou a ser sacerdote. Em 1223 quis seguir a São Francisco e se fez discípulo seu ingressando na Ordem dos Irmãos Menores. De São Francisco imitou especialmente o espírito de pobreza, e em 3 de Outubro de 1226 teve a dita de assistir ao glorioso trânsito do Seráfico Pobrezinho. En 1233 estaba en España, donde tomó parte en el Capítulo de Soria y obtuvo con sus oraciones una lluvia providencial para aquella tierra afectada por una prolongada sequía. Igual milagro hizo en Spello. Vivió también en el eremitorio de Las Cárceles en Asís, en gran penitencia y austeridad. Atendía sólo a la contemplación de las cosas del cielo, al cual se sentía ya cercano. Las horas libres de los actos comunes las pasaba en una gruta separado del resto del mundo, únicamente dedicado a la oración ferviente. Varias veces fue favorecido con celestiales apariciones y su espíritu probó dulzuras indescriptibles. Un día Jesús se le apareció en forma de niño, resplandeciente de belleza. Estaban en dulces conversaciones cuando sonó la campana que llamaba a los religiosos al coro para la recitación de Vísperas. Andrés, por espíritu de obediencia, suspendió la conversación para unirse a sus cohermanos. Terminadas vísperas, regresó a su retiro y con gran alegría encontró al niño Jesús, el cual le dijo: “Hiciste bien al obedecer: pronto te llamaré a mí!”. Era el feliz anuncio de su próxima muerte. En 1248 volvió al convento de San Andrés, de Spello, donde fue encargado de la dirección espiritual de las Clarisas. Obtuvo de Santa Clara que fuera enviada como abadesa de Spello la Beata Pacífica Guelfuccio, tía y una de las primeras y más ilustres discípulas de Santa Clara. Con la ayuda y el consejo del Beato Andrés la comunidad de las Damas Pobres de la Dama Pobreza aumentó en número y fervor, renunció a la regla mitigada del Cardenal Hugolino para seguir la compuesta por San Francisco para las primeras religiosas amantes de la pobreza. De esta manera el monasterio de Spello vino a ser pronto una de las casas más florecientes de la Orden. En Spello Andrés esperó sereno la invitación para volar a la patria celestial. Rico de méritos y glorioso por su ardiente apostolado en medio del pueblo, realizado por medio de la predicación de muchos años, recibió con edificante piedad los últimos sacramentos, y se durmió plácidamente en el Señor el 3 de junio de 1254; tenía 60 años de edad. Las antiguas crónicas franciscanas lo llaman máximo predicador y taumaturgo, recuerdan su caridad y obediencia ejemplares. Se distinguió por su fervor eucarístico, una tierna devoción a la Santísima Virgen y la contemplación de la Pasión y muerte de Jesús. Su cuerpo se venera en la iglesia de San Andrés, en Spello. Fue elegido co‑patrono de su ciudad en 1360. Su culto fue confirmado el 25 de julio de 1738 por el Papa Clemente XII.
Clotilde, Santa
Rainha de França
Clotilde, Santa
Clotilde quer dizer: "a que luta vitoriosamente" (tild: lutar. Clot: vitória). Esta santa rainha teve a imensa honra de conseguir a conversão ao catolicismo do fundador da nação francesa, o rei Clodoveo. A vida de nossa santa a escreveu São Gregório de Tours, fazia o ano 550. Era hija del rey de Borgoña, Chilberico, que fue asesinado por un usurpador el cual encerró a Clotilde en un castillo. Allí se dedicó a largas horas de oración y a repartir entre los pobres todas las ayudas que lograba conseguir. La gente la estimaba por su bondad y generosidad. Clodoveo el rey de los francos supo que Clotilde estaba prisionera en el castillo y envió a uno de sus secretarios para que disfrazado de mendigo hiciera fila con los que iban a pedir limosnas, y le propusiera a Clotilde que aceptara el matrimonio secreto entre ella y Clodoveo. Aunque este rey no era católico, ella aceptó, con el fin de poderlo convertir al catolicismo, y recibió la argolla de matrimonio que le enviaba Clodoveo, y ella por su parte le envió su propia argolla. Entonces el rey Clodoveo anunció al usurpador que él había contraído matrimonio con Clotilde y que debía dejarla llevar a Francia. El otro tuvo que aceptar. Las fiestas de la celebración solemne del matrimonio entre Clodoveo y Clotilde fueron muy brillantes. Un año después nació su primer hijo y Clotilde obtuvo de su esposo que le permitiera bautizarlo en la religión católica. Pero poco después el niñito se murió y el rey creyó que ello se debía a que él no lo había dejado en su religión pagana, y se resistía a convertirse. Ella sin embargo seguía ganando la buena voluntad de su esposo con su amabilidad y su exquisita bondad, y rezando sin cesar por su conversión. Los alemanes atacaron a Clodoveo y este en la terrible batalla de Tolbiac, exclamó: "Dios de mi esposa Clotilde, si me concedes la victoria, te ofrezco que me convertiré a tu religión". Y de manera inesperada su ejército derrotó a los enemigos. Entonces Clodoveo se hizo instruir por el obispo San Remigio y en la Navidad del año 496 se hizo bautizar solemnemente con todos los jefes de su gobierno. Fue un día grande y glorioso para la Iglesia Católica y de enorme alegría para Clotilde que veía realizados sus sueños de tantos años. Desde entonces la nación francesa ha profesado la religión católica. En el año 511 murió Clodoveo y durante 36 años estará viuda Clotilde luchando por tratar de que sus hijos se comporten de la mejor manera posible. Sin embargo la ambición del poder los llevó a hacerse la guerra unos contra otros y dos de ellos y varios nietos de la santa murieron a espada en aquellas guerras civiles por la sucesión. San Gregorio de Tours dice que la reina Clotilde era admirada por todos a causa de su gran generosidad en repartir limosnas, y por la pureza de su vida y sus largas y fervorosas oraciones, y que la gente decía que más parecía una religiosa que una reina. Y después de la muerte de su esposo sí que en verdad ya vivió como una verdadera religiosa, pues desilusionada por tantas guerras entre los sucesores de su esposo, se retiró a Tours y allí pasó el resto de su vida dedicada a la oración y a las buenas obras, especialmente a socorrer a pobres y a consolar enfermos y afligidos. Sus dos hijos Clotario y Chidelberto se declararon la guerra, y ya estaban los dos ejércitos listos para la batalla, cuando Clotilde se dedicó a rezar fervorosamente por la paz entre ellos. Y pasó toda una noche en oración pidiendo por la reconciliación de los dos hermanos. Y sucedió que estalló entonces una tormenta tan espantosa que los dos ejércitos tuvieron que alejarse antes de recibir la orden de ataque. Los dos combatientes hicieron las paces y fueron a donde su santa madre a prometerle que se tratarían como buenos hermanos y no como enemigos. A los 30 días de este suceso, murió plácidamente la santa reina y sus dos hijos Clotario y Chidelberto llevaron su féretro hasta la tumba del rey Clodoveo. Así terminaba su estadía en la tierra la que consiguió de Dios que el jefe y fundador de una gran nación se pasara a la religión católica, con todos sus colaboradores.
Diego Oddi, Beato
Laico Franciscano
Diego Oddi, Beato
Irmão laico professo da Ordem de Irmãos Menores. Se dedicou à vida de piedade e ao trabalho do campo até que entrou em casa retiro de Bellegra (Roma). Foi irmão esmoler durante quarenta anos e, ainda que não tivesse estudos, edificou as gentes com suas palavras germinadas num coração acostumado a dialogar com Deus. O beatificou Juan Pablo II em 3 de Outubro de 1999. no seio de uma família pobre e muito religiosa. Aos vinte anos, enquanto trabalhava no campo, sentiu uma misteriosa chamada, que foi amadurecendo nas visitas que cada tarde fazia à igreja, ao volver do trabalho, para dialogar com Deus e com a Santíssima Virgem, a quem estava vinculado desde sempre por uma entranhável devoção filial. Algunos meses después, juntamente con un grupo de peregrinos, fue a visitar el Retiro de San Francisco, en Bellegra. Quedó impresionado por el lugar y por la vida santa que llevaban los frailes. Pasaron otros cuatro años, pero no podía olvidar aquella experiencia. Soñaba con el pequeño convento franciscano. Volvió allí en la primavera de 1864. Salió a abrirle la puerta un fraile, venerable por su edad y su aspecto. A José en el pueblo le habían hablado de él, destacando su vida santa. Aquel anciano llevaba allí más de cuarenta años abriendo la puerta a peregrinos y viandantes; para todos tenía una palabra buena, una sonrisa y, si hacía falta, un reproche y un pan: se llamaba fray Mariano de Roccacasale, también él proclamado beato el 3 de octubre de 1999. José acudió a pedirle consejo. Fray Mariano le dijo: «¡Sé bueno; sé bueno, hijo mío!». Estas sencillas palabras fueron decisivas para su vida: en el largo viaje de regreso a Vallinfreda, las palabras de fray Mariano comenzaron a hacer mella en él con la fuerza de la verdad repentinamente descubierta. A partir de entonces, aumentó el tiempo dedicado a la oración; se afianzaba en él la certeza de la llamada. Entró en el Retiro de Bellegra en 1871, superando la resistencia de sus padres. Acogido al principio como «terciario oblato», pudo pronunciar los votos solemnes en 1889. José inició una nueva vida: durante cuarenta años recorrió los caminos de Subiaco pidiendo limosna. Analfabeto, pero ingenioso y fácil para el diálogo, sorprendía a todos con sus palabras, que brotaban de un corazón habituado a usarlas en los coloquios con Dios. Cuando la campana que indicaba el silencio de la noche invitaba a los religiosos a descansar en su celda, Diego se quedaba a hablar con el Señor; y a menudo este coloquio se prolongaba toda la noche. Al recorrer los pueblos pidiendo limosna, hacia el atardecer, entraba en la iglesia y asistía con los fieles a las funciones litúrgicas. Después persuadía al sacristán para que se fuese a casa, porque él se ocuparía de tocar al «Ave María» y de cerrar la iglesia. Así se quedaba a menudo en oración durante toda la noche. De este continuo coloquio con el Señor sacaba la sabiduría de la fe, que los demás luego recogían de sus palabras y discursos. Verlo ayudar la misa y acercarse a la comunión equivalía a una predicación. Otra cosa que despertaba admiración era su austeridad y penitencia, que trataba de ocultar, pero que quedaba de manifiesto a quien convivía con él o le hospedaba cuando se dirigía a los pueblos a pedir limosna. Ocultaba esta virtud bajo la sonrisa y respondiendo con ingeniosidad a las preguntas que le dirigían. En su vida sencilla se podían descubrir las maravillas que Dios obraba en él. Muchos fueron los milagros realizados a su paso; pero el más auténtico era su vida. Murió el 3 de junio de 1919. Lo beatificó Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999.
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