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Nº 1557
Bom
ANO D E 2 0 1 3
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Nº 1557-1 - (41-13)
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= E U S O U =
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Nº 1557-1 – (41-13)
Virgem (543)
Escolástica, Santa
Santa Escolástica, irmã de São Bento, nasceu no território de Núrsia ou Nórcia, na Úmbria, Itália. Dotada de excelentes disposições para a virtude, criada com máximas muito cristãs e nutrida nos exercícios da caridade e devoção, Escolástica fazia maravilhosos progressos no caminho da santidade, quando se soube na família da orientação que São Bento havia abraçado e os prodígios que já se contavam dele em toda a Igreja.
A resolução de São Bento a ninguém impressionou tão profundamente como a Escolástica, que desde a morte dos pais vivia mais recolhida ainda no retiro de sua casa. Considerando ela que a perfeição evangélica, professada pelo irmão, era igualmente proposta a todos os cristãos, distribuiu pelos pobres os seus haveres e, acompanhada só duma criada de confiança, partiu secretamente em busca do irmão.
Havia alguns anos que São Bento, deixando o deserto de Subiaco, depois de ter lançado por terra os ídolos e abolido o paganismo no Monte Cassino, fundara o célebre mosteiro deste nome que foi como o berço da vida monástica no Ocidente.
Informado São Bento da chegada da irmã, saiu da cela e adiantou-se a recebê-la acompanhado de alguns monges, e falou-lhe fora da clausura.
Santa Escolástica declarou ao irmão o desígnio que tinha de passar o resto da vida numa solidão não longe da sua, suplicando-lhe fosse o seu pai espiritual e lhe prescrevesse as regras que tinha a a observar para o aperfeiçoamento da alma.
Anuiu São Bento aos desejos de Escolástica, porque o céu já lhe tinha revelado a vocação da irmã; e tendo mandado fabricar uma cela não distante do mosteiro, para Escolástica e para a criada, deu-lhes, pouco mais ou menos, as mesmas regras que tinha dado aos monges. A fama de eminente santidade deste nova fundadora atraiu-lhe grande número de donzelas que, pondo-se sob a sua direção e sob a de São Bento, se obrigaram a guardar a mesma regra. tal foi a origem daquela célebre Ordem feminina, tão ditosamente estendida, que chegou a 14 000 conventos espalhados por todos o Ocidente.
Embora não tivesse feito voto de clausura, Escolástica guardou-a sempre com toda a exatidão. Somente se reservou ir uma vez por ano visitar São Bento, para lhe dar conta da comunidade e do particular da sua alma.
Não queria permitir São Bento que Escolástica chegasse ao seu mosteiro, e por isso ele mesmo saía a recebê-la, acompanhado de algum monge, a um lugar não distante dele.
Advertida, segundo todos os indícios, do dia da sua morte, veio Escolástica fazer a última visita anual ao seu santo irmão. Depois de terem louvado a Deus e conversado como costumavam, sobre várias matérias de piedade, despediu-se São Bento para voltar ao mosteiro; Escolástica, porém, rogou-lhe que se demorasse até ao dia seguinte para ela ter a consolação de falar mais demoradamente sobre a bem-aventurança da vida eterna. Bento negou-se resolutamente. Escolástica inclinou um pouco a fronte, e apoiando-a nas mãos, recolheu-se interiormente, fazendo uma breve oração.
Logo que terminou a prece, o céu, que estava claro, turvou-se de repente. desencadeou-se tal tempestade de relâmpagos e trovões, acompanhados de chuva tão copiosa, que não foi possível a São Bento e aos monges, que tinham ido com ele, sair para o mosteiro.
Queixou-se o Santo amorosamente à irmã: mas ela justificou-se dizendo: «Pedi-vos e não me quiseste ouvir, pedia a Deus e Ele ouviu-me. Agora saí, se podeis, deixai-me e voltai ao vosso mosteiro».
São Gregório, que refere este facto, dá grande ideia da virtude e dos merecimentos de Santa Escolástica, dizendo que a vitória, nestas santa contenda, se declarou por quem tinha mais perfeito e mais forte amor de Deus.
Tendo voltado na manhã do dia seguinte ao seu retiro, a Santa aí morreu com a morte dos justos, três dias depois. No momento em que expirou, estava São Bento só, na sua costumada contemplação, e levantando os olhos, diz São Gregório, viu a alma da sua santa irmã voar ao céu em forma duma cândida pomba.
Faleceu por 543, contando uns sessenta anos de idade.
Transcrição direta através do livro SANTOS DE CADA DIA, de www.jesuitas.pt
LUÍS (Alojzije Viktor) STEPINAC, Beato
Luis (Alojzije Viktor) Stepinac, Beato
SOTERA, Santa
ARNALDO, Beato
Clara de Rimini, Beata
Viúva
Clara de Rimini, Beata
Martirologio Romano: En Rimini, en la Romagna, beata Clara, viuda, la cual, por medio de la penitencia, mortificación y ayunos expió la vida disoluta que había llevado antes y, después de reunir un grupo de compañeras en un monasterio, sirvió a Dios con humildad de espíritu (entre 1324 y 1329). Etimología: Clara = Aquella que esta limpia de pecado, es de origen latino. Clara nació en Rímini, hacia 1260, por mucho tiempo no hizo mucho honor a la Santa de Asís. El ambiente mundano y soberbio de su tiempo y de su familia la absorbió por largo tiempo. Su padre, al enviudar, casó con una viuda rica, y para afianzar la unión de las dos familias, casó a Clara con el hijo de dicha viuda. Pronto ella enviudó, y poco después murió su padre. Estos dos lutos tampoco hicieron gran mella en Clara. Todavía era joven y bella, rica y admirada. Contrajo nuevas nupcias con un rico heredero de una de las principales familias de Rímini, no tuvo hijos, por lo cual se sintió enteramente libre y siguió su conducta disipada hasta los 34 años. Luego tuvo un cambio inesperado. Se dice que un día, al entrar en una iglesia franciscana, oyó una voz que la invitaba a recitar con atención un Padre nuestro y un Avemaría. Clara obedeció, mientras recitaba devotamente estas oraciones (hacía tanto tiempo que no oraba), se sintió penetrada por un dolor vivísimo de los pecados cometidos y fue inundada de un gozo hasta entonces desconocido y de una serenidad interior que nunca había sentido. Quedó conmovida. Abandonó decididamente la vida disipada, las compañías y los placeres de antes. Habló a su esposo con una seriedad que nadie habría sospechado en ella. Pidió el permiso de retirarse del mundo, de dedicarse a una vida de penitencia y de soledad. El marido comprendió el fuego de amor divino que ardía en ella, hasta entonces entregada a las pasiones humanas, y le concedió el permiso solicitado. Nació entonces la nueva Clara. Fue penitente severísima y humildísima, sobre todo después de la muerte de su segundo marido, acaecida dos años más tarde. Vestida de gris, con cilicios y argollas de hierro en su carne, dormía sobre una tabla, se alimentaba de sobras. Su verdadero alimento era la oración y la Eucaristía. Tuvo éxtasis y revelaciones. Las desgracias políticas siguieron persiguiéndola. Debió retirarse a Urbino, donde se había refugiado un hermano gravemente enfermo. En Urbino fue ángel de misericordia para los enfermos, los pobres y los encarcelados. Volvió a Rímini con doce compañeras y fundó un convento donde vistió el hábito y profesó la regla de las Clarisas. Era el año 1306. Allí murió a los 66 años de edad, después de innumerables pruebas, ciega y casi ausente, en 1326. Se extinguió serena como un niño, y de inmediato fue venerada como santa. Su culto fue confirmado por el Papa Pío VI el 22 de diciembre de 1784.
Eusébia Palomino, Beata
Religiosa Salesiana
Eusébia Palomino, Beata
Martirologio Romano: En Valverde del Camino, cerca de Huelva, en la región española de Andalucía, beata Eusebia Palomino Yenes, virgen del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, que, dando un egregio ejemplo de humildad y evitando toda ostentación, mostró su espíritu de abnegación en las tareas más sencillas, mereciendo los dones de la gracia (1935). Etimología: Eusebia = Aquel de carácter piadoso, es de origen griego. Eusebia Palomino Yenes vio la luz en el crepúsculo del siglo XIX – el 15 de diciembre de 1899 – en Cantalpino, pequeño pueblo de la provincia de Salamanca (España) en una familia tan rica de fe como escasa de medios económicos. Agustín, el padre, que todos recuerdan por su aspecto humilde, hombre de gran bondad y dulzura, trabaja como bracero temporal al servicio de los propietarios terratenientes de los alrededores y su madre Juana Yenes atiende la casa con los cuatro hijos. Cuando en el invierno el campo reposa y el trabajo falta, el pan escasea. Entonces el padre se ve obligado a pedir ayuda a la caridad de otros pobres en los pueblos de la zona. Algunas veces lo acompaña la pequeña Eusebia de apenas siete años, que ignorante de lo que cuestan algunas humillaciones, disfruta con aquellas caminatas por los senderos del campo y alegremente corretea y salta junto a su padre que le hace admirar la belleza de la creación, y la luminosidad del paisaje de Castilla dándole algunas catequesis que le encantan. Cuando llegan a los pueblos, sonríe a las personas buenas que lo acogen y pide «un poco de pan por amor de Dios». El primer encuentro con Jesús Eucaristía a la edad de ocho años da a la niña una sorprendente percepción del significado de pertenecer y de ofrecerse totalmente al Señor como don.
Muy pronto tiene que dejar la escuela para ayudar a la familia y después de haber dado prueba de una madurez precoz en cuidar - aún siendo niña – a niños de algunas familias del pueblo mientras los padres van a trabajar. A los doce años va a Salamanca con su hermana mayor y se pone a servir como niñera. Los domingos por la tarde va al oratorio festivo de las Hijas de Maria Auxiliadora, allí conoce a las hermanas, que deciden pedirle su colaboración para ayudar a la comunidad. Eusebia acepta con mucho gusto y enseguida se pone manos a la obra: ayuda en la cocina, acarrea la leña, ayuda en la limpieza de la casa, tiende la ropa en el patio grande, va a acompañar al grupo de las estudiantes a la escuela estatal y hace los mandados en la ciudad. El deseo secreto de Eusebia, de consagrarse por entero al Señor, enciende y nutre cada vez más sus actos y su oración. Dice: «Si cumplo con diligencia mis deberes tendré contenta a la Virgen Maria y podré un día ser su hija en el Instituto». No se atreve a pedirlo, por su pobreza y falta de instrucción, no se cree digna de tal gracia: porque piensa, ¡es una congregación tan grande!. La Superiora visitadora, con la que ella se confía, la acoge con bondad materna y le asegura: «No te preocupes de nada» y con gusto decide admitirla en nombre de la Madre General. El 5 de Agosto empieza el Noviciado en preparación a la profesión. Se alternan horas de estudio de oración y de trabajo que constituye la jornada de Eusebia que la hacen plenamente feliz. Después de dos años – 1924 – se consagra totalmente al Señor con los votos religiosos que la vinculan mucho más a él. Es destinada a la casa de Valverde del Camino una pequeña ciudad que en aquella época cuenta con 9.000 habitantes, está situada al extremo sudoeste de España, en la zona minera de Andalucía en los confines con Portugal. Las niñas del colegio y del oratorio, en el primer encuentro se quedan mas bien desilusionadas, la Hermana nueva tiene un aspectos más bien insignificante, pequeña y pálida, no es bonita, con las manos gruesas y además un nombre feo. A la mañana siguiente, la pequeña Hermana está ya en su lugar de trabajo: un trabajo variado que la ocupa en la cocina, en la portería, en la ropería, en el cuidado del pequeño huerto y en la asistencia a las niñas del oratorio festivo. Es feliz de “estar en la casa del Señor por todos los días de su vida”. Es esta la situación “real”, por la que se siente honrado su espíritu, que habita las esferas más altas del amor. Las pequeñas se sienten pronto atraídas por las narraciones de hechos misioneros, vidas de santos, episodios de la devoción mariana, o anécdotas de Don Bosco, que recuerda gracias a una feliz memoria y sabe hacerlas atractivas por su convencimiento y su fe sencilla. Todo en Sor Eusebia, refleja el amor de Dios y el fuerte deseo de hacerlo amar. Sus jornadas de trabajo son una transparencia continua y lo confirman sus temas predilectos de conversación: el amor de Jesús a todos los hombres que ha salvado con su Pasión. Las Llagas santas de Jesús son el libro que Sor Eusebia lee todos los días y del cual saca apuntes de didascalia a través de un sencillo “rosario” que aconseja a todos, también lo hace a través de las cartas, se hace apóstol de la devoción al Amor misericordioso según las revelaciones de Jesús a la religiosa lituana – hoy santa – Faustyna Kowalska, divulgadas en España por el Padre dominico Juan Arintero. El otro “polo” de la piedad vivida y de la catequesis de Sor Eusebia es la “verdadera devoción mariana” de San Luis Maria Grignion de Montfort. Esta será el alma y el arma del apostolado de Sor Eusebia durante su breve existencia: los destinatarios serán las niñas, los jóvenes, las madres de familia, los seminaristas los sacerdotes. «Quizá no haya párroco en toda España – se dice en los procesos – que no haya recibido una carta de Sor Eusebia a propósito de la esclavitud mariana» Cuando, a principio de los años 30, España se está preparando a la revolución por la rabia de los sin-Dios votados para el exterminio de la religión, Sor Eusebia no duda en llevar hasta el extremo aquel principio de “disponibilidad”, pronta literalmente, a despojarse de todo. Se ofrece al Señor como víctima para la salvación de España, para la libertad de la religión. Dios acepta la víctima. En agosto de 1932 un mal improviso es el primer aviso. Después el asma que en diversos momentos ya la había molestado, ahora llega a niveles extremos de intolerancia, se agrava con otros males que van apareciendo y atentan contra su vida. En este tiempo, visiones de sangre afligen a Sor Eusebia aún más que los dolores físicos. El 4 de octubre de 1934, mientras algunas hermanas rezaban con ella en el lugar del sacrificio, interrumpe y empalidece diciendo: «rezad mucho por Cataluña». Es el principio de la sublevación operaria de Asturias y de la catalana en Barcelona (4-15 octubre 1934) que se llamarán «anticipo revelador». Visión de sangre también para su querida directora Sor Carmen Moreno Benítez, que será fusilada con otra hermana el 6 de septiembre de 1936: actualmente ha sido declarada beata, después del reconocimiento del martirio. En tanto la enfermedad de Sor Eusebia se agrava: el médico que la asiste admite de no saber definir la enfermedad que, unida al asma le acartona todos los miembros convirtiéndola en un ovillo. Quien la visita siente la fuerza moral y la luz de santidad que irradian aquellos pobres miembros doloridos, dejando absolutamente intacta la lucidez del pensamiento, la delicadeza de los sentimientos y la gentileza del trato. A las hermanas que la asisten les promete: «Daré mis vueltecitas». En el corazón de la noche entre el 9 y el 10 de febrero de 1935 Sor Eusebia parece dormir serenamente. Durante todo el día los restos mortales adornados con muchísimas flores, son visitados por toda la población de Valverde. Todos repiten la misma expresión: «Ha muerto una santa»
Fue beatificada el 25 de abril de 2004 por el Papa Juan Pablo II. Si usted tiene alguna información relevante para la canonización de la Beata Eusebia, contacte a: Hijas de María Auxiliadora C/ María Auxiliadora, 8 21600 Valverde del Camino (Huelva), ESPAÑA Reproducido con autorización de Vatican.va Felicidades a quien lleve este nombre y a las Salesianas!
Guillermo el Grande, Santo
Monge ermitão
Guillermo el Grande, Santo
Martirologio Romano: En la cueva de Stabulum Rhodis, cerca de Grossetto, en la Toscana, san Guillermo, eremita de Malavalle, cuya vida inspiró y dio origen a numerosas congregaciones de eremitas (1157). Etimología: Guillermo = Aquel que es un protector decidido, viene del germánico Guillermo era un joven francés pagano. No obstante, abierto a la novedad que anunciaban los predicadores, se convirtió al cristianismo. Sumido en sus principios, intentó vivirlos de la manera que a él le gustaba, es decir, como monje ermitaño. Sus ermitas estaban por la Toscana. Murió en el año 1157
¿Cuál es la característica principal de su vida?
La contemplación. Ante la naturaleza veía las huellas del Creador. El mismo Juan Pablo II decía el miércoles cinco de junio en la audiencia general:" Se invita a la humanidad a reconocer y dar gracias al Creador por el don fundamental del universo, que le circunda y permite respirar, la alimenta y la sostiene". El se pasaba la vida yendo de un lugar para otro haciendo oración, penitencia, ayuno, silencio. Esta vivencia la transmitió Guillermo a sus discípulos. Estos dieron lugar a la Orden de san Guillermo, que en el año 1256, se unió a la Orden de san Agustín. Después de unos años, algunos de sus miembros se separaron y volvieron a ser lo que eran. El culto a san Guillermo data del siglo XIII. Cuando murió, comentan los biógrafos, sus reliquias comenzaron a ser veneradas por los peregrinos que iban desde diferentes lugares de Italia. El Papa Alejandro III aprobó su culto en 1174 y lo confirmó más tarde Inocencio III en 1202. Felicidades a quien lleve este nombre! Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com
Austreberta, Santa
Abadessa
Austreberta, Santa
Martirologio Romano: En la región de Rouen, en Neustria, hoy en Francia, santa Austreberta, virgen y abadesa, que rigió el monasterio de Pavilly, fundado piadosamente por el obispo san Audeno (704).
Santa Austreberta o Eustreberta fue hija de uno de los principales cortesanos del rey Dagoberto, el conde Palatino Badefrido y de Santa Framechidis. Nació cerca de Thérouanne, en Artois, y fue una niña seria y piadosa, con la mente fija en iglesias y convenios. Un día, mientras contemplaba su imagen reflejada en el agua, vio un velo sobre su cabeza; aquella extraña experiencia le produjo una impresión permanente. Al cumplir los doce años, su padre le anunció que ya tenía proyectado su matrimonio y la idea resultó tan desagradable para Austreberta, que huyó de la casa, acompañada por su hermano menor. Se refugió en un monasterio, donde el abad le dio asilo y le prometió imponerle el velo. Sin embargo, al saber quién era ella y pensando en lo preocupados que estarían sus padres por su ausencia, la persuadió para que regresara con él a su hogar. Omer explicó el asunto a sus padres, que terminaron por acceder a que la joven entrara al convento, después de vivir con ellos algún tiempo. Aquel fue un período de prueba para Austreberta que se sentía atormentada por los escrúpulos de no haber respondido al llamado de Dios. Tanto importunó a los suyos para que la dejasen partir, que por fin su padre la llevó al monasterio de Port (después Abbeville), en el Somme, donde tomó el hábito ella misma.
Muy pronto se ganó lodos los corazones con su piedad y humildad. Ella misma estaba feliz en aquella comunidad tan devota y observante. Se cuenta que un día cuando Austreberta horneaba el pan para la casa, ocurrió un suceso extraordinario. En el horno caliente ya se habían extinguido las llamas. Los panes estaban listos y sólo faltaba sacar las brasas. Austreberta metió la escoba, que se incendió de pronto y llenó el horno con fuego. Austreberta, temiendo que el pan se quemara, cerró primero la puerta de la cocina y después, inclinándose entre las llamas, que no le hicieron ningún daño, limpió el interior del horno con sus manos y sacó el pan. A la asombrada muchacha que había presenciado la escena le encargó que no dijera nada a nadie y después siguió con su larca tranquilamente, sin ninguna quemadura en sus carnes ni en sus ropas. Sólo a su confesor reveló Austreberta lo sucedido y, aunque éste quedó lleno de admiración, le advirtió: "Hija, no vuelvas a ser tan temeraria, no sea que la próxima vez tientes a Satanás y recibas algún daño."
En aquel tiempo vivía un hombre piadoso llamado Audeno que había fundado en Pavilly el monasterio en el que profesó su hija Aurea. Por consejo de San Filiberto, Audeno nombró superiora de su convento a Austreberta, quien ya desde hacía tiempo era abadesa de Port.
La santa se resistió a separarse de sus amadas hijas para ir a enfrentarse con muchas dificultades en otro monasterio, pero ante la insistencia de San Filiberto acabó por aceptar. En su nueva casa encontró una completa falta de disciplina y se impuso la tarea de urgir a sus monjas el estrícto cumplimiento de las reglas; pero las religiosas no se conformaron con aquella severidad y acudieron a protestar ante Audeno, y acusaron a la santa de varias ofensas graves. El fundador dio crédito a las calumnias y después de injuriar a la superiora, llegó al grado de amenazarla con su espada, pero Austreberta no se inmutó y ciñéndose el velo alrededor del cuello, inclinó la cabeza esperando el golpe mortal. Su valor hizo que Audeno recuperara la cordura y desde entonces la dejó que gobernara a sus monjas del modo que creyera conveniente.
Calarampo, Profirio, Daucto e companheiras, Santos
Mártires
Calarampo, Profirio, Daucto e companheiras, Santos
Martirologio Romano: En Magnesia, en la provincia de Asia, santos Calarampo, Profirio y Daucto, que junto con tres mujeres sufrieron el martirio en tiempo de Septimio Severo (s. III).
En un resumen de los martirologios griegos se dice que, bajo el reinado de Séptimo Severo, el prefecto Luciano, que gobernaba en Magnesia, mandó detener a un sacerdote llamado Caralampio, porque éste despreciaba los edictos imperiales que prohibían predicar el Evangelio. Con el propósito de vencer la constancia del sacerdote, Luciano mandó que le torturaran y él mismo se unió a los verdugos para desgarrar las carnes del confesor con garfios de hierro. Se dice que en aquel momento, por justo juicio de Dios, las manos del pefecto Luciano quedaron paralizadas y adheridas al cuerpo del mártir, sin que su dueño pudiese retirarlas.
Pero Caralampio elevó a Dios una plegaria, pidiendo el perdón para el inhumano verdugo y las manos de Luciano recuperaron el movimiento. Ante un prodigio tan evidente, los dos lictores, Porfirio y Bato, que también desempeñaban el oficio de verdugos, abjuraron del culto de los ídolos y se declararon cristianos; tres mujeres que presenciaban el suplicio, siguieron su ejemplo. Pero el prefecto persistió en su incredulidad y mandó que todos fuesen decapitados al instante.
Debe hacerse notar que este resumen no menciona al emperador ni habla de Antioquía de Pisidia. Las "actas," que por oirá parte son poco dignas de confianza, se detienen en diversos detalles, pero no dicen nada sobre los compañeros del mártir. La fiesta de San Caralampio figura el 10 de febrero en los agregados al martirologio de Usuardo y parece que su culto se extendía hasta las regiones de Hainaut.
José Sánchez del Rio, Beato
Mártir
José Sánchez del Río, Beato
Mártir con catorce años. Así se resume la vida de José Luis Sánchez del Río, quien fue beatificado junto a otros doce mártires por disposición del Papa Benedicto XVI. Nacido en Sahuayo, Michoacán, el 28 de marzo de 1913, hijo de Macario Sánchez y de María del Río, José Luis fue asesinado el 10 de febrero de 1928, durante la persecución religiosa de México por pertenecer a «los cristeros», grupo numeroso de católicos mexicanos levantados en contra la opresión del régimen de Plutarco Elías Calles. Un año antes de su martirio, José Luis se había unido a las fuerzas «cristeras» del general Prudencio Mendoza, enclavadas en el pueblo de Cotija, Michoacán. El martirio fue presenciado por dos niños, uno de siete años y el otro de nueve años, que después se convertirían en fundadores de congregaciones religiosas. Uno de ellos revela el papel decisivo que tendría para su vocación el testimonio de José Luis, de quien era amigo. «Fue capturado por las fuerzas del gobierno, que quisieron dar a la población civil que apoyaba a los cristeros un castigo ejemplar», recuerda el testigo que entonces tenía siete años. «Le pidieron que renegara de su fe en Cristo, so pena de muerte. José no aceptó la apostasía. Su madre estaba traspasada por la pena y la angustia, pero animaba a su hijo», añade. «Entonces le cortaron la piel de las plantas de los pies y le obligaron a caminar por el pueblo, rumbo al cementerio --recuerda--. Él lloraba y gemía de dolor, pero no cedía. De vez en cuando se detenían y decían: "Si gritas ´Muera Cristo Rey´" te perdonamos la vida. "Di ´Muera Cristo Rey´". Pero él respondía: "Viva Cristo Rey"». «Ya en el cementerio, antes de disparar sobre él, le pidieron por última vez si quería renegar de su fe. No lo hizo y lo mataron ahí mismo. Murió gritando como muchos otros mártires mexicanos "¡Viva Cristo Rey!"». «Estas son imágenes imborrables de mi memoria y de la memoria del pueblo mexicano, aunque no se hable muchas veces de ellas en la historia oficial». El otro testigo de los hechos fue el niño de nueve años Enrique Amezcua Medina, fundador de la Confraternidad Sacerdotal de los Operarios del Reino de Cristo, con casas de formación tanto en México como en España y presencia en varios países del mundo. En la biografía de la Confraternidad que él mismo fundara, el padre Amezcua narra su encuentro --que siempre consideró providencial-- con José Luis. Según comenta en ese testimonial, haberse cruzado con el niño mártir de Sahuayo --a quien le pidió seguirlo en su camino, pero que, viéndolo tan pequeño le dijo: «Tú harás cosas que yo no podré llegar a hacer»--, determinó su entrada al sacerdocio. tarde, al seminario de formación de los Operarios en Salvatierra, Guanajuato lo bautizó como Seminario de Cristo Rey y su internado se llamó «José Luis», en honor a la memoria de este futuro beato mexicano. Los restos mortales de José Luis descansan en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en su pueblo natal. Fue beatificado el 20 de noviembre de 2005 en el pontificado de S.S. Benedicto XVI. Artículos relacionados: José Sánchez del Río, Mártir de Cristo Rey El niño cristero
Santos Zótico y Amancio, mártires
En Roma, en el décimo miliario de la vía Labicana, santos Zótico y Amancio, mártires (s. II/IV).
San Silvano, obispo
Cerca de Terracina, en la Campania, san Silvano, obispo (s. IV).
San Troyano, obispo
En la ciudad de Santonas (hoy Saintes), en Aquitania, san Troyano, obispo (c. 550).
San Protadio,, obispo
En Vesoncio (hoy Besançon), en Burgundia, san Protadio, obispo (c. 624).
Beato Hugo, abad
En el monasterio premonstratense de Fosses, cerca de Namur, en Lotaringia, beato Hugo, abad, a quien su maestro san Norberto, al ser elegido arzobispo de Magdeburgo, le encomendó la organización de la nueva Orden, que rigió prudentemente durante treinta y cinco años (c. 1163).
Beatos Pedro Fremond y cinco compañeras, mártires
En Preuilly, en el Anjou, en Francia, beatos Pedro Fremond junto con cinco compañeras, mártires, que durante la Revolución Francesa fueron fusilados por su fidelidad a la Iglesia católica (1794). Sus nombres son: beatas Catalina y María Luisa du Verdier de la Sorinière, hermanas; Luisa Bessay de la Voûte; María Ana Hacher du Bois; y Luisa Poirier, esposa.
90010 > Beato Alojzije Viktor Stepinac Vescovo e martire 10 febbraio MR
92323 > Santa Austreberta Badessa di Pavilly 10 febbraio MR
92688 > Santi Caralampo, Porfirio e Bapto Martiri 10 febbraio MR
90624 > Beata Chiara Agolanti da Rimini Clarissa 10 febbraio MR
90099 > Beata Eusebia Palomino Yenes Religiosa 10 febbraio MR
94441 > San Guglielmo d'Aquitania Duca 10 febbraio
90168 > San Guglielmo il Grande (di Malavalle) Eremita 10 febbraio MR
92608 > Beato José Sanchez Del Rio Martire 10 febbraio
40420 > Beati Pietro Fremond e 5 compagne Martiri 10 febbraio MR
40380 > San Protadio di Besancon Vescovo 10 febbraio MR
22750 > Santa Scolastica Vergine 10 febbraio - Memoria MR
40400 > San Silvano di Terracina Vescovo 10 febbraio MR
40370 > San Troiano Vescovo 10 febbraio MR
40410 > Beato Ugo di Fosses Abate 10 febbraio MR
92789 > Santi Zotico e compagni Martiri di Roma 10 febbraio MR
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