  |     | Vicente Ferrer, Santo |     Pregador“Bebe a água do mestre Vicente” se diz em  Espanha para recomendar o silêncio. A expressão se refere a  um sábio conselho que o dominico S. Vicente Ferrer deu  a uma mulher que lhe perguntava que podia fazer para  congeniar com o mal humorado marido. “Tome este frasco de água  - contestou o santo - e quando teu esposo regresse do trabalho,  toma um gole e mantém-no na boca o maior  tempo possível. Era o melhor modo de fazer com que a  mulher tivesse a boca cerrada e não responder ao marido.
 A anedota faz ver a humana simpatía deste homem,  acérrimo fustigador dos costumes, que lhe mereceu de seus  contemporáneos o título de “Anjo do Apocalipse”, porque em seus  sermões costumava ameaçar com flagelos e tribulações.
Vicente nasceu em  Valência (Espanha) em 1350. Aos 17 anos havia já terminado com tanto éxito seus estudos de filosofía e teologia  que seus professores o incluiram imediatamente no corpo docente.
Entró al convento de los dominicos de Valencia y  fue ordenado sacerdote en 1375, una fecha que en la  historia de la Iglesia se recuerda como el comienzo del  gran cisma de Occidente (1378-1417). La gran confusión dividió a  los cristianos en dos obediencias: a Roma y a Aviñón.  Era inevitable que aun espíritus rectos, como Vicente Ferrer, estuvieran  de parte del Papa ilegítimo. La buena fe de Vicente  Ferrer se prueba con el hecho de que él hizo  todo lo posible para solucionar el gran conflicto y restituir  así la unidad a la Iglesia. Recorrió toda Europa, entusiasmando  con su gran oratoria a las muchedumbres de fieles, atraídos  también por un fenómeno especial: al predicador dominico -que sólo  conocía el castellano, el latín y un poco de hebreo-  le entendían todos los fieles de las diversas naciones a  donde él iba, cada uno en su lengua, repitiéndose así  el milagro de Pentecostés.
Auténtico predicador del mensaje cristiano, San  Vicente recuperaba todo el vigor juvenil aun en avanzada edad  tan pronto subía al púlpito o en los palcos improvisados  en las plazas, porque las iglesias no eran suficientes para  las grandes muchedumbres; y esto a pesar de no conmover  al auditorio con palabras de esperanza, sino que fustigaba las  costumbres con tono amenazador. Lograda la unidad del pontificado con  el concilio de Constanza y con la elección de Martín  V, Vicente recorrió el norte de Francia tratando de poner  fin a la guerra de los Cien años. Murió el  5 de abril de 1419, durante la misión en Vannes,  y fue canonizado por su compatriota Calixto III en 1455.
ORAÇÃO
¡Amantísimo  Padre y Protector mío,
San Vicente Ferrer!
Alcánzame una fe  viva y sincera
para valorar debidamente las cosas divinas,
rectitud y  pureza de costumbres
como la que tú predicabas,
y caridad  ardiente para amar a Dios
y al prójimo.
Tú, que  nunca dejaste sin consuelo
a los que confían en ti,
no me olvides en mis tribulaciones.
Dame la salud del  alma
y la salud del cuerpo.
Remedia todos mis males.
Y dame la perseverancia en el bien
para que pueda  acompañarte
en la gloria por toda la eternidad.
Amén.
Tres Padrenuestros  a San Vicente Ferrer pidiendo por las necesidades de todos  sus devotos.
| Jorge, Santo |                                                                                                                          | Mártir, Abril 5 |                                                                                                                          | 
 |                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           |     | Jorge, Santo |     MártirEtimológicamente significa “agricultor”. Viene de la lengua griega.
Este Jorge de  hoy no es el mismo del 23 de abril. El  santo de hoy era originario del Asia Menor. Murió mártir  en el año 1801.
La primera parte de su vida fue  un desastre para él mismo y para su mujer e  hijos. Se emborrachaba un día  y otro también. Era  un  verdadero desastre de padre y de esposo.
Fue justamente  por el efecto de una borrachera, por lo que renegó  de Cristo y se hizo musulmán.
Las cosas empezaron a irle  peor todavía. Las dudas interiores, la culpabilidad que sentía en  su corazón no le dejaban vivir.
Entonces decidió volver de nuevo  a Cristo. Para seguirlo  más de cerca, se fue  a la isla de Samos.
Sin embargo, los musulmanes no le  dejaron tranquilo. El, para indicarles que no estaba de acuerdo  con que lo arrestaran, se echó de nuevo a la  bebida e incluso se dejó circuncidar.
Los árabes lo pusieron como  guardián de una mezquita. Aguantó solamente un año.
Atormentado de nuevo  por lo que había hecho,  les dijo que él  confesaba a Cristo.
Al ver que no estaba bebido ni loco,  el juez mandó que le ataran los pies con estacas.  Le pedían que renunciara de Cristo. El se negó en  rotundo. Y por esta causa lo decapitaron.
¡Felicidades a quien lleve  este nombre!  |    |   
| María Crescencia Höss, Santa |                                                                                                                          | Monja, Abril 5 |                                                                                                                          | 
 |                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           |     | María Crescencia Höss, Santa |     Monja de la Tercera Orden Regular de San FranciscoNació el  20 de octubre de 1682. Era hija de un modesto  tejedor de lana en la ciudad de Kaufbeuren, que en  aquel tiempo contaba sólo con dos mil quinientos habitantes, en  su mayoría protestantes. En la escuela se distinguió por su  inteligencia y su devoción. Se hizo tejedora, para ayudar a  su padre, pero su mayor aspiración era entrar en el  monasterio de las Franciscanas de Kaufbeuren. Sin embargo, su familia  era demasiado pobre para pagar la dote requerida y sólo  con la ayuda decisiva del alcalde protestante pudo entrar finalmente  en el convento.
Su vida consagrada estuvo siempre impregnada de  amor alegre a Dios, con la preocupación fundamental de cumplir  en todo su santísima voluntad. Vivía una gozosa y profunda  relación con Dios.
Su intensa oración, mediante fervorosos coloquios con la  Trinidad, con la Virgen María y con los santos, desembocó  muchas veces en visiones místicas, de las que sólo hablaba  por obediencia ante sus superiores eclesiásticos.
Desde su infancia oraba mucho  y con fervor al Espíritu Santo, devoción que cultivó durante  toda su vida. Deseaba que las personas vieran en él  un camino más fácil de vida espiritual.
Se la suele representar  sosteniendo la cruz con la mano derecha, mientras con la  izquierda se dirige al Salvador crucificado, pues durante toda su  vida predominó en ella la contemplación y devoción a Cristo  en su agonía, que la llevaba a un gran espíritu  de sacrificio personal, siguiendo el ejemplo del Salvador.
Siempre buscó hacerlo  todo por amor a Dios, a quien deseaba glorificar por  la fe, con obediencia y humildad.
Sus experiencias místicas no  la alejaban del mundo real; al contrario, sus ojos se  hallaban abiertos de par en par a las necesidades del  prójimo. Ciertamente, dedicaba largos ratos a la oración y a  la contemplación, pero durante gran parte de su jornada se  entregaba a socorrer a los necesitados, en los que veía  a Cristo mismo.
Durante muchos años fue portera del convento, cargo  que aprovechó para aconsejar a mucha gente y realizar una  generosa labor de caridad. Más tarde, nombrada maestra de novicias,  se entregó a la formación espiritual de las hermanas jóvenes  para la vida monástica.
En 1741 fue elegida superiora. Desempeñando ese  cargo dirigió de modo sabio y prudente el monasterio, tanto  en el campo espiritual como en sus intereses seculares, mejorando  hasta tal punto la posición económica que, por mérito suyo,  el monasterio pudo ayudar a mucha gente con sus limosnas.
Solía  subrayar que sin amor a los demás no podía haber  amor a Dios y que «todo el bien que se  hacía al prójimo era tributado a Dios, que se escondía  en los andrajos de los pobres».
Consideraba importante que también las  mujeres se realizaran en la vida religiosa. De modo constante  y consciente se esforzó siempre por aumentar la fe en  todos aquellos con quienes entraba en contacto, haciéndoles comprender cuál  era el camino que debían seguir. Por eso, para numerosas  personas, tanto consagradas como laicas, fue guía espiritual y consejera  decisiva. Tenía la rara capacidad de reconocer rápidamente los problemas  y ofrecerles la solución adecuada y razonable.
El príncipe heredero y  arzobispo de Colonia Clemente Augusto la consideraba una guía de  almas sabia y muy comprensiva; quedó tan prendado de su  santidad que llegó a pedir al Papa que la canonizara  inmediatamente después de su muerte.
Numerosas personas iban a consultarla  en su monasterio y con tal de mantener una conversación  con ella estaban dispuestas a esperar varios días. Eran miles  los que le escribían desde las regiones de Europa de  lengua alemana, pidiéndole consejo y ayuda, y recibiendo siempre una  respuesta adecuada. Gracias a ella, el pequeño monasterio de Kaufbeuren  desempeñó un sorprendente e importante apostolado epistolar.
Inmediatamente después de su  muerte, que aconteció el 5 de abril de 1744, domingo  de Pascua, la gente acudió en gran número a visitar  su tumba en la iglesia del monasterio, convencida de encontrarse  ante una santa. Kaufbeuren se convirtió en un lugar famoso  de peregrinaciones en Europa. Ese fenómeno se verificó ininterrumpidamente desde  su muerte, y se intensificó después de su beatificación, llevada  a cabo por el Papa León XIII el 7 de  octubre de 1900. Esa veneración ha seguido viva hasta hoy  de modo sorprendente, no sólo entre los católicos sino también  entre las comunidades surgidas de la Reforma. La canonizó Juan  Pablo II el 25 de noviembre del 2001.
  |    |  
 | Mariano de la Mata Aparicio, Beato |                                                                                                                          | Sagerdote Agustino, Abril 5 |                                                                                                                          | 
 |                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           |     | Mariano de la Mata Aparicio, Beato |     Nació el 31 de diciembre de 1905 en Barrio de  la Puebla (Palencia, España), en el seno de una familia  profundamente cristiana. Sus padres se llamaban Manuel y Martina. Siguiendo  el ejemplo de tres hermanos suyos ―Leovigildo, Tomás y Baltasar―,  después de los estudios humanísticos, el 9 de septiembre de  1921, ingresó en la Orden de San Agustín. Un año  más tarde, el 10 de septiembre de 1922, terminado el  tiempo de noviciado, emitió la profesión temporal, depositándola en manos  del prior de la casa, Anselmo Polanco, futuro obispo de  Teruel, mártir de la fe de Cristo, beatificado por el  Papa Juan Pablo II en 1995.
Con los estudios filosóficos  iniciados en la capital del Pisuerga, en 1926 se trasladó  al monasterio de "Santa María" de La Vid (Burgos), en  el cual realizó los teológicos, formando parte de la provincia  agustiniana de España. Se consagró definitivamente a Dios con los  votos solemnes el 23 de enero de 1927 y recibió  la ordenación sacerdotal el 25 de julio de 1930.
Tras  una fugaz estancia en el colegio de la Encarnación de  Llanes (Asturias) como profesor, en julio de 1931 fue destinado  a la viceprovincia de Brasil, primero a Taquaritinga, donde desempeñó  durante dos años el ministerio sacerdotal, y posteriormente a Santo  Agostinho, donde conjugó la labor educativa con los cargos de  administrador (1942-1945) y secretario.
Durante el trienio (1945-1948) fue prior  viceprovincial, y más tarde (1948-1951 y 1960-1963) asesoró a sus  sucesores en ese cargo como consejero. Finalizada la tarea de  comisario, se incorporó al colegio Engenheiro Schmitt como ecónomo (1951),  director (1957) y profesor. En 1961 regresó de nuevo a  São Paulo, en cuyo centro simultaneó la tarea docente y  el cargo de viceprior del colegio San Agustín (1973-1977), con  el trabajo de coadjutor parroquial.
Físicamente el padre Mariano fue  una persona alta y bien proporcionada, con gruesas gafas y  abundante calvicie. Era un hombre activo y emprendedor, generoso, abierto  y comunicativo, lleno de simpatía, sencillez y bondad, con la  sonrisa siempre en los labios. Aunque tenía un temperamento fuerte,  era incapaz de ocultar los sentimientos y las lágrimas. Sus  hermanos de Brasil recuerdan con emoción el momento en el  que, tras haber sido operado de cataratas en Belo Horizonte  y llevar varios días con los ojos cerrados, al volver  a abrirlos y contemplar un cuadro de la Virgen de  la Consolación, comenzó a llorar como un niño.
El padre  Mariano nació para ayudar humana y espiritualmente a las personas  que estaban a su lado, que no eran otras que  las hambrientas de pan humano y divino. Era un mensajero  de la caridad:  amigo de los niños y los  mayores, un cirineo de los enfermos y necesitados, consolador y  limosnero de los pobres, sacerdote celoso de sus obligaciones ministeriales.
Por las tardes era frecuente verlo recorrer las calles de  São Paulo, visitando los 200 Talleres de Caridad de Santa  Rita, de los que fue muchos años asesor religioso, y  llevando ayuda material y espiritual a los sedientos de salud  humana y religiosa. La muerte ―solía decir― no espera.
¡Cuántas veces  volvió tarde al colegio, porque la atención al prójimo le  había impedido llegar a tiempo! Para él siempre existían otras  prioridades más importantes que la hora comunitaria.
Una de sus  grandes pasiones la constituían las plantas. Hablaba con ellas, acariciaba  sus hojas, le emocionaba su colorido. Sus pétalos le recordaban  la grandeza del Creador. La terraza del colegio San Agustín  de São Paulo sabe mucho de este su mimo por  las flores y los pájaros. Tampoco le eran ajenas las  colecciones de sellos y estampas religiosas.
La edad y el  esfuerzo que había desplegado en todas sus actividades terminaron haciendo  mella en su naturaleza física. En los últimos días de  enero de 1983 comenzó a sentir un extraño dolor en  el vientre, como si un "gatinho", según sus palabras, lo  estuviera arañando. Era el principio del fin.
Desde hacía tiempo venía  enseñando una herida en la sien derecha, que a pesar  de las atenciones médicas, no logró restañar. Sin duda alguna  era la terrible enfermedad del cáncer que se estaba insinuando  y de la que moriría el 5 de abril de  1983. Contaba 77 años de edad y 60 de vida  religiosa. Sus restos descansan en la iglesia agustiniana de São  Paulo.
Su trayectoria humana y religiosa fuera de lo común  ―era un gran devoto de la Eucaristía y de la  Santísima Virgen― hizo que el pueblo de Dios y sus  hermanos de la Orden acudieran a las autoridades eclesiásticas pidiendo  el reconocimiento de sus virtudes con vistas a una próxima  beatificación, ceremonia que se llevó a cabo en São Paulo  el 31 de mayo de 1997 con la presencia del  cardenal Paulo Evaristo Arns, o.f.m. La Orden agustiniana le tiene  dedicadas en esa ciudad una guardería, un centro de juventud  y un colegio profesional; y la alcaldía, una calle. Igualmente  el Gobierno español, a través de su consulado general en  Brasil, le concedió la gran cruz de Isabel la Católica.
| Juliana de Monte Cornillon, Beata |                                                                                                                          | Monja, Abril 5 |                                                                                                                          | 
 |                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           |     | Juliana de Monte Cornillon, Beata |     Monja, nacida en Retinnes, cerca de Lieja, Bélgica, en 1193;  murió en Fosses el 5 de abril de 1258.
A  la edad de cinco años perdió a sus padres y  fue colocada en el convento de Mont-Cornillon, cerca de Lieja.  Hizo rápidos progresos, y leyó con placer los escritos de  San Agustín y San Bernardo. También cultivó un ardiente amor  por la Santísima Virgen, la Sagrada Pasión, y especialmente el  Santísimo Sacramento.
En 1206 recibió el velo y se dedicó  a los enfermos en el hospital a cargo del convento.
Desde muy temprano empleó toda su energía para introducir la  fiesta del Corpus Christi. Este deseo se dice haberse intensificado  por una visión que ella tuvo de la Iglesia bajo  la apariencia de luna llena con una mancha negra, que  significaba la ausencia de esta solemnidad. Ella comunicó esta visión  a Roberto de Thorete, el entonces obispos de Liège, también  al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los  Países Bajos; a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de  Liège, después obispo de Verdun, Patriarca de Jerusalén y finalmente  al Papa Urbano IV.
El obispo Roberto se impresionó favorablemente  y como en ese tiempo los obispos tenían el derecho  de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en  1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año  entrante; también el Papa ordenó, que un monje de nombre  Juan debía escribir el oficio para esa ocasión.
En 1230 fue  elegida superiora por el voto unánime de la comunidad. Pero  pronto Dios le envió pruebas pesadas. Su convento estaba bajo  la supervisión de un superior general, Roger, un hombre de  hábitos viciosos y escandalosos; él aseguró esta posición en 1233  mediante intrigas y sobornos.
Disgustado por las virtudes y la  piedad de Juliana, y mucho más por sus súplicas y  reproches, incitó a la multitud contra ella.
Ella escapó a  la celda de Beata Eva de Lieja, y  luego a una casa que le fue dada por John,  un canónigo de Lausana.
Reivindicada en las cortes mediante la  influencia de Roberto de Thorate, Obispo de Lieja, ella fue  restaurada a su posición en la comunidad, y Roger fue  desposeído.
Pero en 1247 Roger estaba otra vez en el  poder, y consiguió de nuevo expulsar a la beata. Juliana  encontró refugio en Namur y después en Fosses, donde pasó  los últimos años de su vida en reclusión.
Por petición  propia fue enterrada en Villiers. Después de su muerte, un  número de milagros ocurrieron por su intercesión (Acta SS., April,  I, 435 sq.). En 1869 Pío IX confirmó el culto  y permitió el oficio y Misa en su honor.   |    |  
 | Catalina Thomas, Santa |                                                                                                                          | Monja, Abril 5 |                                                                                                                          | 
 |                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           |     | Catalina Thomas, Santa |     Sí alguna vez van ustedes a Mallorca, será obligado que  visiten Valldemosa. El turismo se basa, por desgracia, en lo  espectacular. Y así, les enseñarán la Cartuja, con sus celdas,  y aquellas donde vivieron el pobre Federico Chopin y la  escritora George Sand una bien pobre aventura humana. O en  La Foradada, la mancha de humo de aquella hoguera que  encendió Rubén Darío, cuando quiso hacer una paella junto al  mar. Salvo que ustedes pregunten, nadie o casi nadie les  hablará de Catalina Thomás, aquella "santita mucama", como la llamó  un escritor viajero español.
Pues allí, en Valldemosa, nació la chiquilla.  En 1531, según unos historiadores. O en 1533, según otros.  Hija de Jaime Thomás y Marquesina Gallard. Y desde su  niñez, la leyenda dorada que acompaña piadosamente a los santos  con milagros candorosos y prodigios extraños.
Las biografías de Catalina Thomás  recogen un sinfín de estos datos que muestran que la  Santa tuvo, ya en vida, una admiración popular fervorosa: mientras  recoge espigas, Catalina recibe la visión de Jesús crucificado. Otra  vez, huyendo de una fiesta popular que no le gustaba,  es Nuestra Señora misma quien baja a decirla que está  escogida por su Hijo. Hasta prodigios candorosos: una vez, llorando  arrepentida por haber deseado unos vestidos como los de su  hermana, dice la tradición que Santa Práxedes y Santa Catalina  mártir —que será siempre fiel protectora suya— bajan del cielo  para consolarla.
Pocos prodigios tan poéticos, tan bellos como el de  aquella noche en que, al despertarse, vio Catalina la habitación  inundada de una luz hermosa y clara. Era la luz  blanca, azulada, del plenilunio. Catalina piensa que está amaneciendo y  se levanta a por agua a una cercana fuente. Estando  allí, dieron las doce de la noche en la Cartuja  y luego la campana que llamaba a coro a los  frailes del convento. Catalina se asusta entonces, al encontrarse perdida  en aquella noche de luz tan misteriosa. Como es una  chiquilla, empieza a llorar. Y San Antonio Abad, dicen, bajó  del cielo y la tomó de la mano para llevarla  a casa.
Catalina va a conocer una gran amargura muy joven.  A los tres años murió su padre. Ella se puso  a rogar por su alma y un ángel vino a  decirle que estuviese contenta, porque su padre estaba en la  gloria de Dios. Cuatro años más tarde, tenía siete la  chiquilla, se le aparece su madre:
"Hija mía, acabo de expirar  en este mismo momento. Estoy esperando tus oraciones para entrar  en la gloria." Y tres horas más tarde, Catalina recibía  el consuelo de que su madre estaba en el cielo.  Huérfana, Catalina fue recogida por unos tíos suyos, quienes la  llevaron al predio "Son Gallart". Durante once años, Catalina vivió  en aquella finca, a seis o siete kilómetros de Valldemosa.  Es éste un momento duro para Catalina, pues la ausencia  de Valldemosa significa dificultad para ir al templo, para oír  misa y para las prácticas religiosas en la casa de  Dios. Los domingos, al fin, podía asistir a misa en  el oratorio de la Trinidad. Es aquella zona donde los  eremitas buscaban la paz de Dios frente a la paz  de aquel mar inolvidable; frente a esos crepúsculos de Mallorca  en los que el sol parece incendiar finalmente las aguas,  teñirlas de rojo o, cuando está en lo alto, revela  desde la cornisa valldemosina, el fondo limpísimo del mar.
Pero Catalina  no tenía mucho tiempo para la contemplación poética. Una finca  como "Son Gallart" exige mucho trabajo. Hay en ella muchos  peones, y ganado, y faenas de labranza que realizar. Catalina  es una muchacha activa. Ya es la criadita. Va a  donde trabajan unos peones a llevarles la comida de mediodía,  trabaja en la casa, fregando, cosiendo, barriendo; guarda algún rebaño  cuando lo manda tío Bartolomé. Y tiene siempre buen semblante,  sonrisa a punto, corazón abierto.
Aparece entonces en la vida de  Catalina un personaje importante y muy decisivo. Uno de aquellos  ermitaños, el venerable padre Castañeda. Es un hombre que ha  abandonado el mundo buscando la total entrega de su alma  al Señor. Vive en las colinas y de limosna. Un  día pasa por el predio a pedir y Catalina le  conoce. Surge entre ambos una corriente de simpatía y de  afecto. Recomendada más tarde por Ana Más, Catalina va a  visitar al padre Castañeda al oratorio de la Trinidad. Catalina  se le confía: ella quiere ser religiosa. A la segunda  entrevista, el padre Castañeda está convencido. La dirección espiritual del  religioso hará todavía un gran bien a la muchacha. Pero  entonces empieza un largo episodio: el de las dificultades.
Los tíos,  al saber la vocación de su sobrina, se oponen decididamente.  Por aquellas fechas, una muchacha valldemosina, que había ingresado en  un convento de Palma, se sale, reconociéndose sin verdadera vocación.  Es, pues, mal momento político para que nadie ayude a  Catalina. Por otra parte, Catalina era una muchacha guapa y  muy atractiva. Es natural que muchos jóvenes de los alrededores  se fijaran en ella con el deseo de entablar relaciones  y casarse. Catalina espera pacientemente. Y otra dificultad llega. El  padre Castañeda decide marcharse de Mallorca.
Catalina se despide de él  con una sonrisa misteriosa. No, el padre se irá, pero  volverá, porque Dios quiere que él sea su apoyo para  entrar en el convento. Efectivamente, el barco que llevaba al  religioso sale de Sóller con una fuerte tormenta que le  impide llegar a Barcelona. Y regresa de nuevo a Valldemosa.  El religioso ve que la profecía de la muchacha se  ha cumplido y decide ayudarla plenamente. Va a hablar con  los tíos y los convence. Catalina se marcha a Palma,  para ir realizando las gestiones previas a su ingreso en  un convento. Y, en tanto, se coloca como sirvienta en  la casa de don Mateo Zaforteza Tagamanent y, en concreto,  al servicio de una hija de este señor llamada Isabel.  Las dos muchachas se cobran un fuerte cariño. Isabel la  enseña a leer, escribir, bordar y otros trabajos. Catalina da  más; Catalina habla de Dios, permanentemente, a Isabel. Y lleva  una vida tan heroica, tan mortificada, que cae enferma. Los  señores y sus hijos se turnan celosamente junto al lecho  de la criada. Como si la criada fuese ahora la  señora y ellos los honrados en servirla.
Y llega el momento  de intentar, ya en serio, el ingreso en alguno de  los conventos de Palma. El padre Castañeda los recorre, uno  tras otro. Hay un grave inconveniente: Catalina carece de dote.  Es totalmente pobre. Pero estos conventos son también necesitados. No  pueden acoger a una aspirante que no traiga alguna ayuda...  Convento de Santa Magdalena, de San Jerónimo, de Santa Margarita...  Las noticias que el padre va llevando a Catalina son  descorazonadoras. Catalina se refugia en la oración. Y reza tan  intensamente que, cuando ya todo aparece perdido, los tres conventos  a la vez, interesados por la descripción que de la  joven les ha hecho el religioso, deciden pasar por alto  el requisito de la dote. Y los tres conventos están  dispuestos a admitir a Catalina Thomás.
Una tradición representa a Santa  Catalina, sentada en una piedra del mercado, llorando tristemente su  soledad. Y en aquella piedra, según la misma tradición, recibe  Catalina la noticia de que ha sido admitida. Aún se  conserva esta piedra, adosada al muro exterior de la sacristía,  en la parroquia de San Nicolás, con una lápida —colocada  en 1826— que lo acredita. Catalina, entonces, decide ingresar en  el primero de los tres conventos visitados, el de Santa  Magdalena.
A los dos meses y doce días de su ingreso,  Catalina toma el velo blanco. Media ciudad de Palma, con  su nobleza al frente, acude al acto, pues tanta es  ya la fama de la muchacha. Enero de 1553.
Los años  que vive Catalina en el convento palmesano serán casi ocultos.  Pero como es tan difícil que la santidad pueda estar  bajo el celemín, toda la ciudad acude a verla, a  consultarle sus problemas, a encomendarse a sus oraciones, a pedirle  consejo... Ella se resiste a salir al locutorio, se negaba  a recibir regalos y cuando tenía que recibirlos, los daba  a las demás monjas. Practicaba la pobreza, la obediencia, la  castidad, siempre en grado heroico. La prelada decidió un día  someterla a una prueba bien dura. En pleno verano, le  ordenó que se saliese al patio y estuviera bajo el  sol hasta nueva orden. Catalina no dice una sola palabra:  va al lugar indicado y permanece allí varias horas, hasta  que la superiora, admirada de su fortaleza, la manda llamar.
Catalina  crece en amor y sabiduría. Sus éxtasis son cada vez  más frecuentes e intensos. Algunos duran hasta días. En su  celda se conserva aún la piedra sobre la que se  arrodillaba y que muestra las hendiduras practicadas por tantísimas horas  de oración en hinojos. Aunque ella procuraba ocultar, por humildad,  estos regalos de Dios, era natural que sus hermanas se  enterasen. Y la fama crecía.
Un día, Catalina recibe el aviso  de Dios. Diez años antes de su muerte, supo cuándo  sería llamada por el Señor. Y estuvo esperando ansiosamente este  momento. La Dominica de Pasión de 1574, el 28 de  marzo, Catalina entró en el locutorio donde estaba una hermana  suya con una visita. Iba a despedirse —dijo—, pues se  marchaba al cielo. Y efectivamente, al día siguiente, después de  comulgar en éxtasis, mandó llamar al sacerdote porque se sentía  morir. Los médicos dijeron que no la encontraban grave, pero  el sacerdote acudió y apenas recibidos los sacramentos, mientras la  superiora rezaba con ella las oraciones, tras haber pedido perdón  a la madre y a las hermanas, cayó en un  éxtasis al final del cual entregó su alma a Dios  el 5 de abril.
Lo demás, vendría por sus pies contados.  El proceso de beatificación, la beatificación, el proceso siguiente y  por fin la gloria de los altares. Con una particularidad.  El fervor popular por Santa Catalina Thomás iría creciendo y  manteniéndose de tal modo que, aunque ella murió en 1574,  la beatificación se dicta —por Pío VI— en 1792 y  la canonización —por Pío XI— en 1930. El cuerpo de  Catalina Thomás se ha conservado incorrupto.
La vida de esta  muchacha mallorquina es, ya lo decimos, un distinto camino de  la santidad, Una santidad vivida con impresionante sencillez, con rotunda  eficacia. Una santidad hecha de la elevación de la virtud  al grado heroico. Y, al mismo tiempo, una santidad popular.  En el alma de Mallorca sigue bien recio el amor  por su santita criada, su santita pastora, su santita monja.  Aunque el turismo no muestre su itinerario, está en el  corazón de los mallorquines.
En Valldemosa se la festeja durante dos  días, 27 y 28 de Julio. El Martirologio romano la  recuerda el 5 de Abril.
HTTP://es-catholic.net/santoral
Compilado por António Fonseca
  |    |  
   |    |  
   |    | 
Sem comentários:
Enviar um comentário
Gostei.
Muito interessante.
Medianamente interessante.
Pouco interessante.
Nada interessante.